Centro de Documentación e Información sobre Derechos Humanos en América Latina (DIML)
COMENTARIO DE LIBRO

Crímenes de Estado. Ideología y tortura en la guerra de Argelia


(Staatsverbrechen. Ideologie und Folter im Algerienkrieg)
Rita Maran
Hamburgo (Europäische Verlagsanstalt) 1996, 362 páginas.

Cuando la cruenta guerra que Francia había desatado contra la rebelión del Frente de Liberación Nacional de Argelia llegó a su término, yo tenía 15 años. Tengo recuerdos vagos de esa guerra, de algunos nombres como de los generales Massu o Soustelle. Y sobre todo de la gloriosa figura del general De Gaulle quien ganó el poder político para muchos años gracias a su capacidad de manejar el complejo político-militar de Francia en los momentos difíciles de acabar con esa guerra que ya no era posible de ganar. Recuerdo también mis sentimientos de indignación frente a esa guerra. Sin embargo, no creo que haya entendido el significado verdadero de lo que pasó en aquel tiempo en nuestro país vecino y "su" entonces territorio norteafricano, siendo una de las causas de esta incapacidad de ver todo el tamaño de los crímenes del estado francés en Argelia, probablemente, el sentido de culpabilidad y vergüenza que entre la generación posguerra de Alemania se volcaba hacia nuestro propio pasado. Extrañamente, esto cambió pocos años más tarde frente a un procedimiento en muchos aspectos muy parecido a la actuación francesa en Argelia: la guerra de Estados Unidos en Vietnam.

El tema del libro de la profesora norteamericana Rita Maran, quien enseña derecho en la Universidad de Californi, no es la guerra en sí. Trata de manera bastante estricta de un tema muy específico: Los discursos justificadores de la tortura en la guerra y sus impactos sobre la conciencia pública en Francia, especialmente en el contexto de la autoproclamada "mission civilisatrice", la famosa misión civilizadora de Francia (como representante de Europa) en el mundo. En largos capítulos de investigación muy detallada, la autora traza el sinuoso camino de los intentos, resultados finalmente por supuesto frustrados, de primero bagatelizar y después incluso abiertamente justificar el uso de la tortura en nombre de la civilización. Demuestra con amplia documentación lo que es ya verdad histórica establecida: que la tortura de parte de la policía y las fuerzas armadas francesas en Algeria no era algo accidental, sino la aplicación de un sistema deliberadamente usado dentro de una estrategia contrasubversiva.

La aberración era aún más patente en un país como Francia, que considera la "declaración de los derechos humanos" de la revolución de 1789 como un pilar fundamental de su concepto de civilización. Se torturaba entonces en nombre de la misión de propagar, entre otros bienes, los derechos humanos. Podemos reconocer en esta contradicción flagrante y atentadora a cualquier sentido de lógica elemental una de las razones, que hasta hoy día quedan virulentas en la memoria de los pueblos, del escepticismo contra una política global de intervencionismo en nombre de los derechos humanos.

Maran recuerda también, tanto en análisis sintetizados como en pequeños retratos individuales, las posiciones de los intelectuales contra la guerra de Argelia y especialmente contra la tortura. Si bien la oposición contra la política francesa en Argelia era de suma importancia para la creación de una conciencia pública a largo plazo contra el colonialismo y la tortura, la autora no pasa por alto las limitaciones ideológicas de los discursos respectivos incluso de intelectuales de gran renombre.

En suma, el libro de Rita Maran es un estudio sobre el debate político-moral de un caso histórico de violaciones de derechos humanos decisivo para la historia de los derechos humanos en el mundo. Demuestra la debilidad del discurso de derechos humanos de la época, no sólo frente al poder, tal como seguimos observando diariamente en muchas partes del mundo, sino también frente a los principios de los derechos humanos mismos.

En este aspecto la autora cree que la experiencia francesa ha aportado mucho para clarificar el pensamiento sobre los derechos humanos, y elevar el peso de los principios del derecho internacional de los derechos humanos en el discurso intelectual.

Hay aspectos de los sucesos en Argelia, y de los discursos provocados por ellos, que quedan fuera del temario del libro, pero que me parecen igualmente importantes. La contradicción entre la "misión civilizadora" de Francia, incluyendo los derechos humanos, y el uso sistemático de la tortura en Argelia, era insoportable para muchos intelectuales de las países coloniales o en proceso de descolonización.

El comportamiento francés tenía como consecuencia también una desvalorización moral enorme de los derechos humanos como idea universal. En un breve capítulo, Maran refiere la relativización que Frantz Fanon, en su libro "El año 5 de la revolución argeliana", hace de la tortura. El uso de la tortura por la policía francesa lo lleva a casi justificar la tortura dentro de la lucha de liberación.

Pero no es sólo esto. En su libro "Los condenados de la tierra", un bestseller durante muchos años y lectura obligada para todos los luchadores contra el colonialismo y neocolonialismo durante décadas, Fanon desarrolla la tesis de la fuerza liberadora de la violencia antiimperialista.

Fanon era médico, y su tesis se basa en la experiencia con el tratamiento de personas trauma-tizadas por la violencia francesa en Argelia. Ante la destrucción física y sobre todo psíquica que la tortura y otras violaciones ejercieron sobre las víctimas, para Fanon la mejor y única terapia era la contra-violencia. Quizás sus tesis parezcan hoy día algo superficiales, muy "triunfalistas" en cierto sentido. Sin embargo, hay en esta tesis una parte de la realidad que en todos los centros de tratamiento y rehabilitación de víctimas de la tortura es sentida: que no habrá tratamiento sin el elemento del "empowerment", de la revalorización de la víctima que incluye la recuperación de su derecho como persona y como defensor de una causa justa. La respuesta de Fanon a la violencia del estado francés era, en términos morales, difícil de cuestionar. Sigue algo interesante, por su lógica terrible e implacable, que dice que la violencia estatal crea reflejos y deseos sanos de contraviolencia. Las víctimas y las organizaciones de defensa de derechos humanos que las atienden, y que en su gran mayoría hoy descartan las tesis de Fanon, por lo menos en sus consecuencias políticas, son los verdaderos portadores de una misión civilizadora. Son ellas y ellos quienes buscan romper el círculo vicioso de la violencia, asumiendo ellas y ellos los altos costos psicológicos de esta postura civilizada frente a la barbarie del terrorismo de estado.

(La versión original de este libro fue publicada en 1989 en Nueva York por Praeger Publishers, con el título Torture. The Role of Ideology in the French-Algerien War)

(Rainer Huhle, Centro de Derechos Humanos de Nuremberg)


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