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28dic15


Conmoción política por la fuga de los condenados por el Triple Crimen de la efedrina


El descomunal déficit fiscal, la guerra contra los ñoquis en el Estado y hasta el temor a los saqueos en el Conurbano pasaron ayer a ser una anécdota en el convulsionado tablero de la política bonaerense: Martín Lanatta, su hermano Cristian y Víctor Schillaci, condenados a cadena perpetua por el Triple Crimen de General Rodríguez en 2008 vinculado con el tráfico de efedrina, huyeron del penal de máxima seguridad ubicado en el distrito de General Alvear.

Hace cinco meses, en una entrevista televisiva con Jorge Lanata, Martín Lanatta había involucrado en la trama de la efedrina a Aníbal Fernández, a quien identificó como "La Morsa" de la que se hablaba en varios tramos del expediente que investigó los asesinatos de Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón.

Por ese antecedente -la acusación fue un golpe mortal para la candidatura de Fernández a gobernador de Buenos Aires- y la hidra de facciones e internas en la policía provincial y el Servicio Penitenciario Bonaerense que estalló tras el recambio de gobierno, la fuga conmovió hasta la raíz la política de la Provincia. En La Plata tienen la certeza de que el escape habría sido imposible sin la decisiva participación de elementos de las fuerzas policiales y penitenciarias, ya sea relajando controles o directamente facilitando la maniobra.

La primera reacción de la gobernadora fue acelerar el descabezamiento del Servicio Penitenciario, sobre el cual recaen todas las sospechas. El nuevo jefe del SPB es Fernando Díaz, quien ya ocupó el cargo entre 2005 y 2009, bajo la gobernación de Felipe Solá, y hasta ahora era subjefe del Servicio Penitenciario Federal.

Reemplazará a María Florencia Piermarini, quien había presentado su renuncia el 23 de diciembre. "Es un vuelto por la presentación de la Emergencia en el Servicio Penitenciario Bonaerense", aventuraron ante el corresponsal de Clarín en La Plata fuentes de la gobernación.

El hilo de esas conjeturas llegaría hasta el tambor de pólvora del supuesto sistema de corrupción de ese organismo, que el nuevo gobierno habría jurado desactivar con una maniobra de pinzas: interrumpiendo la circulación de gratificaciones a los jefes de la organización delictiva enquistada en el Estado, y disponiendo una revisión del vidrioso sistema de compras en los penales. Un plan ambicioso. Quizá demasiado, si antes no se tomaron los recaudos necesarios para conjurar posibles venganzas.

Fuentes de inteligencia que habitualmente trajinan la Provincia consultadas por Clarín tienen su teoría: "Vidal se equivocó en dejar en la segunda línea de la Bonaerense a mucha gente de los ex ministros sciolistas Alejandro Granados y Ricardo Casal. Incluso algunos tienen vínculos estrechos con Aníbal F., como el comisario Néstor Larrauri, que quedó a cargo de Investigaciones e Inteligencia".

Esa teoría, que con algunas variantes y nombres es abonada por otras tres fuentes, relacionaría la fuga con un supuesto "vuelto" de sectores penitenciarios que estarían vinculados con narcotraficantes paraguayos, quienes habrían financiado la fuga con pagos millonarios a jefes penitenciarios del penal de Alvear y a los propios prófugos, que habrían sido provistos de recursos y logística para cruzar la frontera. De paso, sugieren las fuentes, quedaría cancelada cualquier posibilidad de que Martín Lanatta vuelva a declarar ante la jueza Servini de Cubría, como estaba previsto. Aníbal Fernández, que ayer fue tan escueto como oblicuo para referirse al tema, no lamentaría mucho esa ausencia.

Por lo pronto, la Provincia ofreció una recompensa de dos millones de pesos a cambio de datos sobre los prófugos, a quienes busca con un cuantioso despliegue de 600 agentes de la Bonaerense, el Grupo Halcón de la Policía Federal, la Agencia Federal de Inteligencia (ex SIDE) e Interpol. También dispuso una custodia para los familiares de las víctimas del Triple Crimen. Los ministros de Seguridad bonaerense y nacional, Cristian Ritondo y Patricia Bullrich, se reunieron ayer para coordinar las acciones con las que esperan hallar a los fugados, pronto y -aunque no lo digan- vivos: si algo llegara a pasarles, el escándalo escalaría hasta las nubes.

"El narcotráfico da mensajes todo el tiempo, pero no nos van a amedrentar", advirtió Bullrich.

La versión de la fuga más ajustada dice que a eso de las 2.30 de ayer, Schillaci y los hermanos Lanatta salieron de la cárcel de General Alvear a bordo de un viejo Fiat Uno perteneciente a un guardiacárcel a quien habían tomado de rehén. Pocas cuadras después bajaron al prisionero, y cuando llegaron al barrio Belgrano abandonaron el Fiat y se subieron a una camioneta negra que los esperaba con otro cómplice. Todos se perdieron en la noche.

Todo había comenzado media hora antes, cuando los presos llamaron al único guardia que vigilaba el sector de Sanidad de la cárcel. Según reconstruyó Clarín, cuando el hombre se acercó supuestamente fue amenazado con un arma: los conspirados lo habrían tomado de rehén, y tras encerrar a otro vigilante, vestirse de guardiacárceles y tomar las llaves del auto de su cautivo, habrían salido del penal en ese coche, ya con un nuevo rehen entre ellos. Si hubiera ocurrido en el cine, sería difícil de creer.

[Fuente: Por Claudio Savoia, Clarín, Bs As, 28dic15]

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