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DERECHOS


08sep03


Informe de la visita a la Escuela de formación de personal del Servicio Penitenciario Federal.


El lunes 8 de Septiembre de 2003 la comisión del Observatorio Internacional de Prisiones de Argentina, integrada por la Lic. Graciela Irene Perez Dubrez, los Dres. Mario Ganora y María Losada y la Lic. Antares Dudiuk, realizó una visita a la Escuela Penitenciaria de la Nación “Dr. Juan José O´ Connor”, siendo recibidos con toda cordialidad por el Subprefecto Carlos Alberto Grassini y demás miembros de la dirección del establecimiento. Se recorrió el predio y se intercambió ideas sobre la formación de los cadetes. El Sr. Director facilitó dos diskets con los contenidos de los programas de estudio.

Durante la visita se pudo observar el estado de conservación de las instalaciones, la disposición física de las aulas, la enfermaría, el gimnasio y el salón de actos. El primer resultado de la observación realizada es la constatación de que las autoridades persiguen denodadamente el propósito de asemejarla a una academia militar aunque no se logra entender muy bien cuál es la razón de ese interés. Probablemente esto tenga que ver con cuestiones relativas a las dudas y ambigüedades que existen en torno a la caracterización del personal penitenciario y al prestigio social de sus miembros. Así, el director de la escuela remarcó que el Servicio Penitenciario “es una fuerza de seguridad” aunque no estaba lo suficientemente reconocida como tal. Da la impresión que el énfasis en los aspectos militaristas de la enseñanza y del ceremonial están destinados a resolver en lo simbólico estas dudas acerca de la naturaleza del servicio penitenciario y del status que debe gozar en la sociedad.

Pese a que en principio la escuela está destinada a formar al personal cuya tarea es la de lograr que los condenados adquieran la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo social (art. 1 de la ley 24.660) su organización, funcionamiento y normas de trato responden a institutos cuyo objeto es la formación de cuadros para la defensa nacional contra los enemigos de la patria. En este contexto no resulta muy difícil trasladar los conceptos militaristas a actividades que nada tienen que ver con ellos y que pueden dar lugar a gravísimas confusiones. Los internos carcelarios no son el enemigo al que hay que combatir en defensa de la patria sino personas cuya desviación debe ser corregida mediante procedimientos acordes con la Constitución Nacional y los tratados en materia de Derechos Humanos con jerarquía constitucional. En este sentido, si bien el cuerpo directivo de la escuela insistió en lo atinente al respeto a los derechos humanos, entendemos que más allá de la retórica o de los contenidos de los programas de enseñanza, el mensaje implícito en la formación militar conduce inexorablemente hacia otro destino.

Basta con observar que la actividad de los “cadetes” se desarrolla en un predio de organización militar, con su plaza de armas adornada con sus respectivos cañones, el “casino”, las barracas y su distribución estilo panóptico. Los alumnos usan el cabello cortado al rape, visten uniforme de fajina, saludan marcialmente, actúan en difinitiva, como si formaran parte de una disciplinada fuerza de choque. Es evidente que se los prepara para esa finalidad. Al visitar la enfermería y leer el libro de guardia (la correcta definición sería un cuaderno de tapas blandas con sus hojas selladas, de fácil adulteración) se pudo apreciar que la mayoría de las derivaciones se debían a accidentes traumatológicos. Esta observación es coincidente con la importancia que los profesores otorgan a los ejercicios físicos, se concluye fácilmente la influencia de una educación militar. La idea de conformar una institución de formación militar va acompañada de las características tradicionales de la formación militar argentina: la segregación de los cadetes del resto de la sociedad, la insistencia en el secreto como forma de protección contra el “enemigo”, la creación de un espíritu de cuerpo y la inculcación de códigos y valores diferentes del resto de los de la sociedad civil hacia la que existen sentimientos contradictorios de desconfianza y de protección paternalista.

Todos estos elementos se reproducen en la escuela observada. “Aquí tenemos todo lo que necesitamos, no necesitamos nada de afuera”- Esta frase vertida, reiteradamente y con orgullo, por uno de los miembros del cuerpo directivo, refleja la satisfacción por haber logrado una institución total para la formación de los cuadros de esta “fuerza de seguridad” segregada del resto de la comunidad tanto por su lejanía de los lugares poblados como por las características de la educación que se imparte. En efecto, las autoridades también señalaron que se imparten conocimientos que no figuran en las curricula ni en los planes de estudio de la escuela, lo que entraña un mecanismo de secreto militar digno de una situación de guerra. La negación a la particularidad de la sujetividad se pone en evidencia en el tratamiento que reciben alumnos en lo que hace a sus pertenencias personales: se requisan las taquillas que son expuestas constantemente a la inspección con el propósito de constatar el orden y la higiene, valores que forman parte del puntaje para la consideración general del alumno. Se expone en una pizarra en la sala de estar de los dormitorios, los nombres de los cadetes y se marca con una cruz cada falta a ese orden.

Las personas así educadas tienden necesariamente a valorar positivamente el modelo de sociedad cerrada, lo que está absolutamente contraindicado si el objetivo es que presten el servicio de resocializar a los internos que deben custodiar para la vida responsable en libertad. En efecto, la carcel no es un fin en sí mismo. El tratamiento penitenciario consiste en privar a una persona de su libertad (como consecuencia de la comisión de un delito), por un tiempo determinado para su readaptación social. Por lo tanto, nada más contraproducente que educar a el personal a cargo de esa tarea, en el aprecio por el encierro.

Cabe concluir entonces que resulta a todas luces discordante el programa presentado como la formación impartida y la formación evidenciada en los agentes que revisten en servicio en las diferentes unidades.

De la visita también se concluye que: la concepción de un modelo de sociedad cerrada, de corte militar impera en la enseñanza los alumnos destinados ( en teoría) a proporcionar un tratamiento destinado a socializar personas privadas de su libertad, que deben aprender a valorizar la libertad responsable.

Los alumnos son obligados a desprenderse de su libertad ambulatoria y la plasticidad de pensamiento como condición para pertenecer al plantel del personal penitenciario, a un costo físico y emocional importante.

Urge así la reforma de la Escuela Penitenciaria de la Nación “Dr. Juan José O´ Connor” para que la formación de sus alumnos responda a los principios de la Constitución Nacional, los tratados internacionales en materia de Derechos Humanos con jerarquía constitucional y la ley 24.660.

Buenos Aires, 23 de septiembre de 2003
Observatorio Internacional de Prisiones de Argentina.

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Este documento ha sido publicado el 02nov03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights