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07nov10


Insultos, tiros y la "orden de arriba" que puso fin a la gresca


Cristian "Harry" Favale se agachó, puso una rodilla en tierra y disparó su arma tres o cuatro veces contra el grupo de ferroviarios tercerizados. El barrabrava de Defensa y Justicia que integraba la patota de la Unión Ferroviaria (UF) tiró hasta que el revólver calibre 38 se trabó.

?Dale, sacá los fierros? le pidió entonces el delegado del gremio Pablo Díaz.

?No, no traje mucho. No puede ser que estos hijos de puta nos corran, mirá todos los que somos. Al de la gomera, a ese gil de mierda, le agujereé la panza? le contestó Favale.

El de la gomera era Marcelo Ferreyra, que terminó muerto de un disparo en la zona abdominal.

En ese momento a Díaz le sonó el teléfono Nextel. Mantuvo una conversación algo apartado y luego anunció: "Es ĢEl Gallegoģ Fernández, que dice que nos vayamos".

El "Gallego" es Juan Fernández, secretario administrativo de la UF, y Díaz actuaba como su mano derecha en la línea Roca. Díaz y Fernández eran los que le habían prometido a Favale que lo iban a incorporar como trabajador ferroviario: lo habían recomendado por carta, junto a otras personas, ante la Ugofe, la empresa que maneja el ferrocarril.

Este relato figura en el expediente judicial. Es lo que la Justicia ya tiene prácticamente acreditado en las 2800 hojas que abarca la investigación del asesinato de Ferreyra.

En esos 14 cuerpos, protegidos al menos hasta mañana por el secreto del sumario judicial, se habla de que dos tiradores dispararon sobre los trabajadores ferrroviarios tercerizados, identifica a uno de ellos, Favale, y sostiene que Díaz reclutó a la patota, dio las ordenes y se comunicó con otros dirigentes gremiales que estaban por encima de él para informar sobre el enfrentamiento y seguir sus instrucciones.

Pero también tiene elementos que prueban que los tercerizados atacaron con palos, piedras y bulones lanzados con gomeras.

Los defensores de los detenidos aseguran, además, que usaron un pistolón o una escopeta tumbera para disparar cartuchos. Y ponen como prueba la existencia de un herido de perdigones en una mano, aunque esto no está probado aún.

El papel de la policía

Otro aspecto de la investigación es si las autoridades estaban al tanto de la manifestación y por qué no actuaron para evitar males mayores. La policía bonaerense custodió a los militantes y la Federal no impidió el ataque. Ya se abrió un sumario administrativo de Asuntos Internos de la Policía Federal y la Justicia espera esclarecer las muertes para avanzar sobre las responsabilidades institucionales.

El relato de los hechos que pudieron reconstruir la jueza Wilma López y la fiscal Cristina Caamaño comienza a las 10 de la mañana del 20 de octubre en la estación Avellaneda del ferrocarril Roca, del lado de la provincia de Buenos Aires. A esa hora la gente de la Unión Ferroviaria les impidió cortar la vía a los trabajadores tercerizados.

A las 11.20 un grupo de estos empleados, entre los que había militantes del Partido Obrero, se fue del lugar por la calle paralela a las vías del tren. Comenzaron a caminar hacia la Capital, pasado el mediodía, por la calle Bosch, junto a las vías, mientras eran custodiados por la policía bonaerense. Al mismo tiempo, un grupo de sindicalistas de la Unión Ferroviaria los seguía desde el terraplén. Estos eran custodiados por la Policía Federal.

A las 13, Pablo Díaz ordenó que alguno de sus hombres bajaran del terraplén. Así el grupo se dividió: unas 100 personas siguieron en las vías y cerca de 70 se bajó. A este segundo grupo se sumó la banda de barrabravas. Era un grupo de unas 15 o 20 personas, entre las que se encontraba Favale, según lo que consta en la causa.

Por el relato del testigo secreto, entre otros testimonios, la Justicia entiende que en ese momento Favale le garantizó a Díaz que él y su gente se iban a encargar de "sacar los zurdos" de ahí.

En el puente Bosch, sobre el Riachuelo, se produjo el primer enfrentamiento. Los insultos trocaron en pedradas. Los tercerizados corrieron hasta las calles Pedro de Luján y Santa Elena, donde hicieron una asamblea y decidieron disolver la manifestación. Los ferroviarios eran más y podían perder en el choque.

Pero los de la Unión Ferroviaria se dividieron en tres grupos. Uno se quedó en la estación Yrigoyen, otro en el terraplén y el tercero sobre la calle Pedro de Luján.

Entre los militantes de la Unión Ferroviaria y los empleados tercerizados había tres patrulleros de la Policía Federal, de la comisaría 30a. Estaban a cargo el subcomisario Rolando Garay.

De repente, los ferroviarios que estaban en el terraplén bajaron corriendo sobre los tercerizados, pasaron junto a los patrulleros y, ante la inacción policial, se abalanzaron sobre sus enemigos.

Máxima tensión

Los separaban una decena de metros. Les arrojaron piedras, palos y los tercerizados retrocedieron. Los de la Unión Ferroviaria redoblaron el ataque y es allí cuando se produjeron los disparos que terminaron con la vida de Ferreyra y provocaron heridas a Magalí Elsa Rodríguez Sosa, Nelson Aguirre y Ariel Pintos. Fue entonces cuando, según el testigo secreto, Favale puso pie en tierra y disparó, bien cerca del sindicalista Díaz.

Favale niega haber disparado y, por el contrario, afirma que quien tiró es Gabriel Sánchez, otro de los detenidos. Favale dice que fue a Sánchez a quien se le trabó el revólver y dice que tiró desde atrás de él, por sobre su cabeza, al punto que temió por su vida. Es más dice que Sánchez, de gorrita, anteojos y con el tatuaje de un payaso en su antebrazo derecho, se guardó el arma en la cintura y que se bajó la remera para ocultar el revólver.

Favale, que también dice que teme que lo maten, analiza volver a declarar. Asegura que no conoce a "El Gallego" Fernández y que las armas se las llevaron en un Ford Focus que nunca apareció. Dice que él no estaba desde el principio, sino que dejó estacionado su auto, un Chevrolet Corsa, en la estación Yrigoyen y que desde allí se sumó a la manifestación. Casualmente el Corsa estaba estacionado junto al Ford Focus en el que aseguró Favale que se llevaron las armas.

[Fuente: Por Hernán Capiello, La Nación, Bs As, 07nov10]

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