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07abr07


El profesor asesinado por la policía recibe un último homenaje por parte de alumnos y compañeros.


En la misma escuela que terminó de cocinar a fuego rápido su pasión docente y solidaria, Carlos Fuentealba, el profesor neuquino que murió destrozado por un disparo policial, recibió el más conmovedor de los homenajes de sus alumnos y compañeros.

"Venía desde abajo como nosotros, ante todo era un trabajador y nos enseñaba a luchar desde acá, desde la Cuenca 15", dijeron sus alumnos del oeste de la ciudad de Neuquén. A pesar del feriado, se reunieron con la directora de la CPEM 69, Patricia Varela, y lo recordaron con cariño. No les costó porque ya lo habían elegido el "maestro del año" y las anécdotas brotaban junto a las lágrimas.

El edificio escolar queda en la entraña de esas laderas acantiladas y barrancosas, a las que los patagónicos llaman bardas, cubiertas de una vegetación escasa, dura y filosa. Como el paisaje, la vida aquí también es dura.

Temprano, en la mañana de Viernes Santo, la directora Patricia abrió las puertas y empe zaron a entrar todos. Se abrazaron y lloraron en silencio, como Kathy Sánchez, a quien a los 16 años le cuesta entender "las cosas que dijo ese viejo (por el gobernador Jorge Sobisch)".

"A nosotros nadie nos pagó para venir y anoche entramos al Hospital para ver por última vez al profe", contaron Kathy y sus compañeros Jonatan Salgado (18), Vanesa Lucero (21) y Ana Echeverría (24). Indignados con Sobisch, quien dijo que activistas recorrieron los barrios pagando 50 pesos y alimentos para que se movilizaran.

"Sobisch asesino", gritaba el cartel colgado en la entrada, mientras sobre el patio comenzaron a llamear las velas junto a una frase escrita con tiza en la pared: "Profe, por siempre en nuestro corazón".

Miguel Cáceres, profesor de música y su vecino en el barrio "Gran Neuquén Sur", recordó que su frase favorita era: "Actuemos con cuidado, cuidémonos y cuidemos a los compañeros" y que eso le causaba gracia. El profe de música también recordó cómo Carlos compró su terreno sobre la calle Novella y fue construyendo su casa de a poco para su esposa Sandra y sus dos hijas, Camila y Ariana de 14 y 10 años.

"Como todo papá, planeaba esa fiesta de 15. Igual que como hizo su casa, desde los cimientos hasta las rejas. Y los fines de semana, hacía ampliaciones. Su casa quedó a medio terminar, como sus sueños", dijo Cáceres.

Facal contó que Fuentealba "buscó equipar nuestro laboratorio, que no tiene nada, porque el Gobierno lo entregó pelado, para que tengamos lo que nos merecemos como ciudadanos".

Eduardo Lefin, un alumno de 40 años al que Fuentealba enseñaba química, propuso que la escuela sea bautizada con el nombre del profesor. Con su hijo de dos años en hombros, recorrió el barrio llamando a los alumnos que, como él, cursan la escuela vespertina. "Carlos era tan bueno con nosotros que a veces no sabíamos si nos trataba como profe o como un padre, siempre interesado en resolver nuestros problemas", contó Lefin.

Emotivo recuerdo en el Vía Crucis.

Con un Vía Crucis sin nada de gregoriano pero sí con las gotas justas de emoción y verdad cantada de Mercedes Sosa y León Gieco, unas dos mil personas aplaudieron al profesor neuquino asesinado como a uno de "los crucificados de hoy".

Los fieles cantaron estrofas como "no te entregues corazón libre" y "hombres de hierro que no escuchan el llanto" para recordar a Carlos Fuentealba.

Con sus alpargatas gastadas, una sencilla remera y bombachas de gaucho, el padre "Tony" Quaglia recordó que "a Cristo lo sacaron de en medio porque molestaba". "Fue un acto político como este Vía Crucis que es religioso y también político, un espacio de manifestación social. Es la política del bien común, por una vida digna", señaló el cura.

La procesión partió desde la esquina donde vivió Fuentealba y recorrió las calles hasta el colegio donde enseñó. Su nombre fue puesto en la cruz junto al de otras víctimas de violencia policial o de situaciones derivadas de la pobreza. "Ellos son los crucificados de hoy", señalaron los animadores de la marcha.

La columna de fieles, con un enorme cartel de la CPEM 69 a la cabeza, seguida por una rústica cruz de postes de madera, rodeó el edificio escolar y se concentró en el patio. Allí, el padre "Tony" les pidió a todos que se abrazaran y miraran hacia las ventanas del edificio, como gesto simbólico de reconocimiento hacia la lucha de Fuentealba. "El fue solidario y, aunque no estaba de acuerdo con el corte, fue a la ruta por solidaridad con sus compañeros. En la asamblea incluso había votado en contra", recordó el cura.

Una despedida y aplausos en las rutas

La voluntad de Carlos Fuentealba de ser cremado al momento de su muerte, no se pudo cumplir aún. Es que por orden de la Justicia, sus restos deberán preservarse por un tiempo más.

Por eso, desde las 17 de ayer, el cuerpo del profesor de química y maestro neuquino descansa en un nicho del cementerio central de la ciudad de Neuquén.

Sus familiares no quisieron velorio ni acto masivo. Deseaban estar a solas para despedirlo.

Los docentes respetaron la decisión y desde la conducción del gremio organizaron actos de despedida en cada uno de los puentes. Un sitio que "hubiera elegido Carlos si estuviera vivo", según las palabras de Marcelo Guagliardo, el secretario general del gremio ATEN.

Compromiso, solidaridad, vocación de servicio, son algunas de las cualidades que distinguían a Carlos Alberto Fuentealba, tal como lo resumieron sus compañeros y alumnos.

Anoche, el corte que mantienen los docentes sobre el puente que une Neuquén y Cipolletti (Río Negro) se vistió de aplausos, bronca y muchas lágrimas. Más de 6.000 personas se reunieron allí para despedir al maestro y repudiar la represión que terminó con su vida.

Hubo además numerosos pedidos de renuncia al gobernador Sobisch y su gabinete por parte de los dirigentes gremiales y las distintas organziaciones. "Asesino" fue la palabra elegida por la multitud para dirigirse al gobernador Sobisch.

Fuentealba llegó a Neuquén hace unos 20 años. Había nacido en Junín de los Andes, un pueblo cordillerano ubicado a 400 km al suroeste de la capital. Allí serán esparcidas sus cenizas, cuando todo pase.

[Fuente: Por Patricio Downes, Clarin, Neuquen, Arg, 07abr07]

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