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05mar07


Incapacidad científica, la tormenta que se avecina


Durante el año último se vivió un tumultuoso proceso para decidir quién gobernaba la Universidad de Buenos Aires. No es un tema menor, pero reconozcamos que tampoco lo es definir el papel que debe jugar la universidad. Cabe aquí formular una pregunta muy simple: ¿por qué las economías de algunos países crecen más rápidamente que otras? Existen diversas explicaciones, pero hay un consenso en que la acumulación de capital humano es esencial para asegurar un crecimiento sostenido.

El país cuya economía más crece es China; por su parte, Chile es el país que más crece en las últimas décadas, en el continente americano. Ambos tienen en común una característica: casi la mitad de la matrícula universitaria está concentrada en la ingeniería y las ciencias. Esto no es casualidad, ya que reconocen que los países exitosos atraen inversiones capaces de crear buenos empleos y contribuir a la prosperidad económica y al equilibrio social, pero saben que las inversiones no se atraen con salarios bajos. Un factor esencial para radicar nuevas inversiones, que no se limiten a explotar recursos naturales, es el nivel educativo de la fuerza laboral.

En 2005 se publicó, en los Estados Unidos, un informe titulado Superando la tormenta que se avecina, preparado por la Academia Nacional de Ciencias. Este documento expresa que "habiendo analizado las tendencias en los Estados Unidos y en el exterior, este comité está sumamente preocupado por el debilitamiento observado en los componentes científicos y técnicos de nuestro liderazgo económico, al tiempo que muchas otras naciones están aumentando su poderío… Estamos preocupados por el futuro de los Estados Unidos".

El documento formula estas recomendaciones: (a) contratar anualmente 10.000 profesores de matemática y ciencias para enseñar en instituciones públicas, graduados gracias al otorgamiento de becas; (b) actualizar los conocimientos en el área de matemática y ciencias de 250.000 profesores; (c) incentivos para estudiantes de entre 12 y 18 años, para que tomen cursos avanzados de matemática y ciencias, ofreciendo becas basadas en el resultado en sus exámenes y creando más colegios especializados en matemática y ciencias; (d) ofrecer anualmente becas de investigación por 500.000 dólares cada una, a pagar en un plazo de cinco años, a los 200 jóvenes investigadores más destacados en ciencias; (e) otorgar extensiones de visa automáticas a estudiantes extranjeros de los doctorados en ciencias, ingeniería o matemática, a fin de que puedan buscar empleo en ese país.

Estas propuestas apuntan a incrementar la capacitación en las calificaciones laborales que demanda el siglo XXI. El documento afirma que "sin un renovado esfuerzo para fortalecer las bases de nuestra competitividad, es de esperar que perdamos nuestra posición privilegiada en el mundo".

Esta es la preocupación en la potencia que es líder mundial pero que mira a los asiáticos "veloces". Consideremos ahora nuestra situación; reconozcamos que la insuficiencia tecnológica puede ser un obstáculo para las inversiones orientadas a los procesos productivos con gran valor agregado y generación de empleos calificados.

Hoy, las exigencias educativas son muy fuertes, y en este terreno no estamos bien para competir. La oferta universitaria es insuficiente en áreas esenciales para nuestro futuro. Si en los Estados Unidos ya están preocupados por su pérdida de competitividad frente a otros países, en particular los asiáticos, existen muchas más razones para que nosotros también prestemos atención a esta cuestión.

Cada cien abogados que se gradúan anualmente en las universidades públicas, se gradúan apenas dos matemáticos y un físico. El déficit es mayor en las universidades privadas, que apenas gradúan menos de un físico y un matemático cada cien abogados.

Las universidades públicas gradúan en ciencias agropecuarias la mitad de su graduación en psicología; el déficit es mayor en las universidades privadas que apenas gradúan la décima parte. En las universidades públicas los alumnos que estudian ingeniería, ciencias agropecuarias, química, física y matemática no llegan al 10% del total. En las universidades privadas esta relación cae drásticamente al 2,4%. Las universidades privadas son financiadas por sus propios alumnos, y eso, lamentablemente, las impulsa a optar por carreras "baratas", o sea, sin equipos y laboratorios, ya que alcanza con un pizarrón, un borrador y tiza. Esto implica que el desequilibrio en la oferta universitaria tendrá que ser corregido por la universidad pública, que es financiada por toda la población con sus impuestos.

Es común oír que nuestro país tiene grandes recursos naturales, pero veamos qué ocurre con los recursos humanos para movilizarlos. La Argentina tiene un gran futuro minero, basta señalar que tiene soberanía sobre las 2/3 partes de la cordillera de los Andes, pero que Chile produce mucho más.

Escasamente se gradúan, en las universidades públicas, ocho ingenieros en minas por año. Los hidrocarburos son uno de los principales productos de exportación y nadie duda de que el dinamismo energético es crucial para nuestro progreso, pero apenas se gradúan anualmente treinta ingenieros en petróleo. Cuando se discute acerca de nuestro futuro, todos afirman que tenemos ventajas competitivas en la industria alimentaria y debemos convertirnos en la "góndola mundial", pero la verdad es que se gradúan muy pocos ingenieros en alimentos por año. Nuestro país tiene un gran futuro forestal con 20 millones de hectáreas de las mejores tierras del planeta aptas para pinos y eucaliptos, sin embargo, son apenas 50 los graduados anualmente orientados al complejo forestal-maderero. De poco sirve un rico acervo de recursos naturales si no se combina con nuevos procesos aplicados por quienes poseen un capital de modernos conocimientos científicos y tecnológicos.

Los problemas ecológicos y el deterioro del medio ambiente están hoy en el centro del debate y concitan la preocupación de todo el planeta; por eso no debe llamar nuestra atención que cualquier hecho que sea percibido como una amenaza ecológica provoque una fuerte movilización de la opinión pública. Sin embargo, no puede menos que sorprender observar que nuestras universidades que gradúan anualmente 82.000 profesionales, apenas gradúan 29 en el área de Ecología y Ciencias del Ambiente.

La oferta universitaria es insuficiente en las carreras de ingeniería y otras ciencias básicas o aplicadas vinculadas con los procesos productivos, que apenas convocan a uno de cada cuatro estudiantes. En proporción a la población, graduamos menos ingenieros que Colombia, Chile, México y Brasil, para no mencionar a China, Japón, Estados Unidos, Corea y Taiwan.

La autonomía universitaria es un avance que asegura la independencia académica, pero no implica que la universidad no deba responder a los requerimientos del país, que necesita poner en valor todas sus ventajas competitivas en el difícil mundo globalizado; ésta es la única manera de construir un futuro con trabajo digno para todos. Esto exige ampliar la oferta en las disciplinas estratégicas, para lo cual se debe priorizar la asignación de los recursos hacia las carreras claves para el desarrollo nacional, apuntando a la mejora en la calidad de la enseñanza y a un programa de becas para atraer a los jóvenes con vocación. La educación superior debe estar atenta a los requerimientos del sistema productivo. La universidad es autónoma frente al gobierno, pero es responsable ante la sociedad.

El autor es economista. Fue delegado argentino ante el Banco Mundial.

[Fuente: Por Alieto Aldo Guadagni, La Nación, Bs As, Arg, 05mar07]

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