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30oct10


De vuelta en el lugar donde empezó todo


"Nunca vi tanta gente en Río Gallegos", dejó escapar un local, mientras esperaba la llegada del cortejo de despedida de Néstor Kirchner. Era una larga columna que rodeaba por ambos lados los nueve kilómetros de la autovía que une el Aeropuerto Piloto Norberto Fernández con el cementerio municipal de la capital santacruceña, y que acompañó la última procesión del ex mandatario hasta que ingresó, poco después de las ocho de la noche, a la capilla adonde fue velado por última vez y donde permanecerá para que los santacruceños puedan pasar a despedirse. Su mujer, la presidenta Cristina Fernández, sus hijos Máximo y Florencia, el venezolano Hugo Chávez y funcionarios del gobierno nacional, dirigentes políticos, figuras de la cultura y el espectáculo y allegados a la familia formaron parte de la íntima y última ceremonia. Luego, Cristina acompañó a Chávez al aeropuerto y se retiró a su nueva casa en esta ciudad. Luego de depositar el ataúd en la sencilla bóveda de la familia Kirchner, la Presidenta descansará pero sólo por el fin de semana: el lunes a primera hora está prevista su vuelta a Buenos Aires para retomar su labor.

Poco después del mediodía comenzó a congregarse la gente a la vera de la ruta y frente al cementerio. Algunos, claramente militantes, que dejaban contra el vallado carteles con mensajes. Otros, sólo curiosos, que observaban con extrañeza las grúas que se instalaron para que los camarógrafos pudieran seguir los detalles del día. También llegaron, a lo largo de la tarde, delegaciones de sindicatos como la Uocra y de mineros de los yacimientos carboníferos de Río Turbio, ataviados con su uniforme de trabajo, casco y linterna en la cabeza.

No faltaron banderas, carteles escritos a mano ni globos negros; las escarapelas compartían el pecho de los manifestantes con crespones negros de luto; había más particulares que militantes organizados; los niños corrían y jugaban, despreocupados, entre la gente.

Casi no había nubes que taparan el sol y el viento (que en Río Gallegos puede ser insoportable) se había tomado un descanso. "Acá está la mitad de Río Gallegos", se sorprendió un observador, pero lo cierto es que también hubo quienes se acercaron a despedir por última vez al ex presidente desde el interior de la provincia e incluso desde las vecinas Tierra del Fuego y Chubut. Durante las más de dos horas que demandó la procesión, aplaudían al paso del auto que llevaba los restos de Kirchner y luego se cerraban para seguirlo, marchando sobre el asfalto. A la cabeza, la columna de La Cámpora abría el camino, que sólo se complicó en los últimos metros, cuando el caudal de gente acumulada generó un tumulto que se resolvió rápidamente.

Ya empezaba a oscurecer cuando comenzaron a llegar, en varios micros, los invitados, que viajaron en vuelos programados especialmente para la ocasión. Así, se mezclaron en la espera legisladores como Carlos Kunkel, Mariano West Ocampo, Diana Conti, Agustín Rossi y Nicolás Fernández y los aliados Martín Sabbatella, Carlos Heller y Ariel Basteiro con figuras de la cultura y el espectáculo entre los que se destacaban Pablo Echarri, Gustavo Garzón, Andrea del Boca y Claudio Villarroel.

Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto representaron a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Los movimientos sociales y organizaciones políticas de base estuvieron representados por una fuerte comitiva: estaban, entre otros, Emilio Pérsico (Movimiento Evita), Luis D'Elía (Central de Movimientos Populares), Marcelo Koenig (Movimiento Peronista Revolucionario), Lorena Pokoik (Corriente Peronista Nacional) y Edgardo Depetri (Frente Transversal); todos ellos colgaron sus banderas de las rejas para adornar el recibimiento. Por ahí también se vio al ex titular del Occovi Claudio Uberti, quien esperó que pasara el cortejo y luego se marchó.

Los restos de Néstor Kirchner llegaron al aeropuerto de Río Gallegos pasadas las cinco y media de la tarde, en el mismo avión de la Fuerza Aérea en que viajó la Presidenta, su familia, y los allegados más cercanos: el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el de Legal y Técnica, Carlos Zannini; el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y la ministra de De-sarrollo Social, Alicia Kirchner, entre otros. Allí los esperaban el gobernador santacruceño Daniel Peralta y el presidente venezolano, Hugo Chávez, único de los mandatarios regionales que asistieron al velatorio en la Casa Rosada que estiró su estadía en el país para darle un último adiós a Kirchner. El cortejo, que tardó algo más de dos horas en recorrer los nueve kilómetros de recorrida, estuvo protegido por dos hileras de militantes que, brazo contra brazo, protegían la caravana de los curiosos que pretendían acercarse demasiado.

Una vez en el cementerio, el féretro fue instalado en la capilla, donde se llevó a cabo un breve oficio religioso reservado sólo a los más cercanos, y luego lo velaron durante un par de horas para que la gente de Río Gallegos se despidiera por última vez. Todo estaba preparado para que, horas después, finalmente, sea inhumado en el mausoleo de su tío, Carlos Arturo Kirchner, que un día antes fue refaccionado especialmente para la ocasión (el ataúd presidencial era demasiado grande para pasar por la puerta). Ese, sin embargo, no será su definitivo lugar de descanso: poco después de su última intervención quirúrgica, el ex presidente compró una parcela aledaña adonde habrá de construirse un nuevo panteón que pronto albergará sus restos mortales.

[Fuente: Por Nicolás Lantos, desde Río Gallegos, Pag12, Bs As, 30oct10]

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