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20ene11


Repercusiones por el testimonio de una detenida en el D2


"Miret caminaba con Chaplin en El Dictador"

Luz Faingold puso en apuros a los jueces Otilio Romano y Luis Miret ante el tribunal que juzga a los responsables de delitos de lesa humanidad.

Pongamos que frente a una ola interminable de secuestros, torturas, violaciones e intentos de fusilamiento, entra en escena un juez al solo efecto de despreciar a las víctimas y procurarles mayor tiempo de escarmiento. Que a diferencia de las patotas o uniformados, éste viste como un señor de traje y corbata que por un rato deja su confortable despacho para adentrarse en los sucios calabozos policiales. Al cabo, y mal que le pese a un hombre de derecho, lo que hizo no lo diferencia en lo sustancial de los genocidas. Es tan partícipe como los demás de los horribles crímenes contra la humanidad.

En esta situación en la que la sensación imperante es que todo cambió -más bien es que la justicia actuó- están Luis Miret y Otilio Romano. Los dos ya están imputados y en proceso de destitución. Y sus despreciados, en condiciones de dejar atrás el miedo y la vergüenza padecida hace más de 30 años. Es el caso de Luz Faingold, quien relató lo que le sucedió cuando acababa de cumplir 17 años.

Una noche de agosto de 1975, Luz Faingold se dirigía a la casa de quien por entonces era su novio, el estudiante de medicina Eduardo Glogowshy. El le había pedido que la acompañase a hacer un trámite, era de noche, y ervjel trayecto pasaron a buscar a otra amiga en común, Maria Susana Liggera. Ella los consideraba sus amigos, además de compartir la militancia en OCPO (Organización Comunista Poder Obrero), un grupo que apostaba a la lucha política democrática, definitivamente aniquilado por la dictadura militar.

Aquella noche, Luz se había quedado en el auto esperando. Pasó un largo rato, mirando el cielo. Estaba enojada. Se bajó con la idea de poner una nota en el parabrisa y llevarse las llaves del auto. Pero dio la casualidad que al hacerlo, caminó hacia la casa a donde habían ingresado sus amigos. Golpeó la puerta y le abrieron con violencia luego la agarraron, la encapucharon y empezaron a pegarle. Ella gritaba, pateaba, sentía a otra gente que corría y tardó sólo unos minutos en darse cuenta que sus captores eran de la policía. Lo que sucedió después lo registró desde el piso trasero de un auto, siempre encapuchada. Llegó a un lugar donde no escuchó voces conocidas. En cierto momento, alcanzó a ver algo por debajo de la capucha y pudo colocar bien el pie en un escalón. De inmediato lo advirtieron porque le pegaron muy fuerte en el estómago y le pusieron cinta por encima de la capucha. Le ataron muy fuerte los brazos atrás, le pusieron un revólver en la cabeza y le dijeron que iba a aparecer en Papa-gallos. Fue entonces que la violaron y la dejaron prisionera en una celda del D2.

Ella recuerda que gritó un rato largo para pedir que le desatasen las vendas porque perdía la circulación y que alguien entró y le desató las vendas y le sacó la capucha contra la pared. Estuvo días encerrada, perdida la noción del tiempo, pensando que su padre la iba a sacar. Habían pasado dos o tres días cuando entró alguien vestido de traje y corbata. Ella, sucia, despeinada y toda envuelta en un fuerte olor-a orín, preguntó "żme voy?". EHiijo "no" y cérró la puerta. Hace menos de seis meses, Luz reconoció a esa persona: "era el fiscal Otilio Romano", dijo ante el Tribunal."Cuando salió su foto almorzando con otro juez en un bar de la calle Arístides Villanueva, lo reconocí"

La visita al calabozo coincide con los expedientes judiciales. Es en paralelo al incidente de restitución de menor que había pedido el padre de Luz. El dictamen de Romano, de fecha 5 de setiembre de 1975 es contundente: "atento a la gravedad de los hechos atribuidos a Faingold estimo que Usía deberá dictar la prisión preventiva...conforme art. 14 ley 10903 debiendo internarla en establecimiento del menor y negando la entrega a sus padres".

En coincidencia con Romano, el Juez Luis Miret resolvió no hacer lugar a la restitución. Para los jueces, la menor Faingold había cometido graves delitos contra la seguridad común y no obstante sus escasos 17 años podría ser un sujeto de "alta peligrosidad".

"Todos los detenidos éramos personas jóvenes, ninguno era peligroso. Solo nos unía un modelo de sociedad solidaria, dijo Luz en su declaración. Y paso a paso, fue haciendo el relato de cómo fueron las cosas: "Creo que de noche me llevaron a un hogar de menores a la vuelta de la policía federal, allí llegué a dormir y al día siguiente me buscó una combi y fui con otros niños al juzgado federal. Ahí me encontré con todos en el pasillo, estaba Eduardo Glowosky, Prudencio Mochi herido, estaba Yanzón. Yo pasé derecho a la oficina del juez Miret que esperaba con un secretario que tomaba nota. Miret me empezó a gritar. En ningún momento me senté, me gritó muchísimo, no me acuerdo qué me decía. Caminaba como el dictador de Chaplin. Recuerdo que yo tenía mi carpeta de clases y me preguntó por qué tenía pegado un artículo de la unión con la Apolo y la Soyuz, que era soviética. No podía creerlo. Le dije la verdad, que era una tarea de astronomía que nos había pedido el profesor de matemáticas. Nunca me informaron que me podía abstener de declarar. Escuché golpear a mi mamá, ella decía que era anticonstitucional, golpeó la puerta hasta que ella logró que la abrieran. Ella hablaba de la Constitución Argentina, Miret la quiso hacer salir, ella forcejeó y se sentó. Mi padre entró callado. Miret estaba muy nervioso. Había mucha gente afuera, estaba Mochi herido, todos destruidos. Recuerdo que mi madre me abrazó y me llevaron de vuelta al hogar."

Dos semanas después le dieron la libertad que Miret le había negado a Luz. Le hicieron pruebas psicológicas y ambientales y allí Miret dijo que hacía vida de adulta porque sus padres no la cuidaban al estar separados. A todo esto, ellos no sabían de la violación. Durante los días que estuvo incomunicada en el Hogar y durante un buen tiempo, Luz no pensó que aquella había sido una forma de tortura. Le invadía la vergüenza y sólo se lo contó a una amiga íntima por carta. Se dio que la carta la leyó su madre y así fue que se enteró y se fue a hablar con el Ministro de Justicia. Este le aconsejó que hiciese un incidente de restitución en la Cámara de Apelaciones. Toda la Cámara la interrogó sobre lo que hacía y recién allí le dieron la libertad. La idea de que la violación fue el matiz de género del terrorismo de Estado se hizo patente en Luz Faingold luego de un proceso personal y familiar muy difícil. En abril de 2010 su caso salió a la luz pública en una nota de tapa de Página/12 escrita por el periodista Horacio Verbitsky que produjo una conmoción en sus hermanos y en sus hijos que ignoraban lo de la violación en el D2. Pasados unos días de esa tapa Luz entendió que había llegado el momento de la verdad y de la justicia. Había hecho un trabajo personal para no albergar ni transmitir a su entorno sentimientos de odio sino esperanza en la justicia, que algún día llegaría. Con el inicio del juicio oral y público, algo empezó a cambiar en Mendoza y ella decidió sumar su granito de arena constituyéndose como querellante en la causa penal contra Miret y contra el también camarista Otilio Romano.

De su declaración se desprende una prueba más sobre las violaciones sistemáticas en el D2. Luz relató que en un momento la atendió una doctora que le dio unos óvulos. Dijo que eso ocurrió estando vendada y que la pusieron en una camilla para facilitar la revisión de la doctora y que ésta le dijo que estaba "muy bien." Si bien este delito era considerado "eventual", no parte de un plan sistemático, y por tanto prescribía, desde el año pasado se lo ha equiparado con la tortura. El abogado Pablo Salinas, querellante por el MEDH (Movimiento Ecudménico pollos Derechos Humanos) explicó que es por esta razón que se han producido nuevas detenciones. Se trata de los policías retirados Héctor Lapaz y Miguel González, apresados a pedido del fiscal del juicio Dante Vega luego de escuchar el relato de Rosa Gómez, ratificado por otros prisioneros que realizaron tareas de limpieza para lo cual les quitaron las vendas de los ojos

[Fuente: Marta Eva Guevara, Veintitrés, Mendoza, Arg, 20ene11]

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