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03jul16


El claro mensaje de terror que establecen los sicarios en la frontera con Bolivia y Paraguay


Un cuerpo sin vida, mutilado por arrastre y flagelado en su partes íntimas aparece cerca de Hito 1 en la triple frontera. El homicidio conmueve a los propios investigadores por la brutalidad de las evidencias: la víctima había sido torturada y arrastrada por una camioneta a lo largo de cientos de metros en la aridez del chaco salteño. Era esposo de una docente y la saña del crimen hace pensar -aún- en un ajuste de cuentas.

Dos hombres viajaban en moto desde Salvador Mazza hacia Tartagal. Tres kilómetros antes de llegar a su destino, cerca del asentamiento conocido como La Playa, los vecinos escucharon detonaciones y vieron a dos hombres tirados al costado de la ruta 34. Pensaron inicialmente en un accidente de tránsito y así los trasladaron hasta el hospital donde los médicos descubrieron que ambas personas habían sido heridas por armas de fuego. Uno murió por un disparo en la nuca; era un albañil y sin antecedentes penales. El otro recibió un proyectil en el rostro y hoy lucha por su vida. Alcanzó a indicar que fueron atacados por dos hombres desde otra moto. Un crimen planificado sin lugar a dudas y con alta efectividad.

Un hombre ampliamente conocido en la comunidad tartagalense compartió un asado con amigos y acercó hasta su casa a uno de ellos. Eran las 5 de la mañana del jueves pasado. Se retiró con rumbo a su hogar pero apareció muerto dos horas después a 7 kilómetros de ese destino. Una certera puñalada en el cuello acabó con su vida en pocos minutos. Los vecinos vieron a dos hombres escapar desde el interior del vehículo. Las autoridades aseguran que fue un robo, pero la víctima tenía la billetera en su poder y evidentemente sus asesinos estaban en el auto al momento del crimen. Era un extrabajador petrolero y su muerte conmovió a toda la comunidad.

Los tres breves relatos conforman el resumen de las noticias policiales de los últimos días en el norte de la provincia. Las autoridades judiciales mantienen reserva sobre los homicidios, pero es inocultable que existe un hilo conductor entre los crímenes vinculados, al parecer, a los denominados "ajuste de cuenta" que son moneda corriente entre los ambientes delictivos.

Pero las sospechas y lo que a media voz se comenta entre la gente, resumen el clima de temor y preocupación que existe en la zona fronteriza. Esa sensación tiene su asidero en los crímenes que aquí se relatan, pero hay otras circunstancias que suman elementos para concluir en que el narcotráfico avanzó sobre gran parte de la comunidad y cruzó los límites marginales para enquistarse en sectores que hasta aquí aparecían como menos vulnerables ante el flagelo. Está atravesando al vecino común, aquel que resulta testigo involuntario del delito en su máxima expresión.

Pero el problema tiene otros rincones que demuestran lo transversal del narcotráfico en la sociedad. Los vecinos comentan todavía la detención de conocidos y tradicionales artistas de la zona, tras el secuestro de enormes cantidades de cocaína o la noticia sobre aquella maestra que amenazó con secuestrar a una nena que tiene familiares purgando una condena por narcotráfico, o la facilidad con la que los niños de las comunidades originarias acceden a la droga en el medio del monte.

Allí, a varios kilómetros de la ruta 34, los pobladores aseguran que de noche es común ver luces brillantes y direccionales, al estilo de las miras laser, que cruzan entre la espesura. Los gendarmes y policías reconocen muy bien estas señales.

La triple frontera, el lugar de uno de los últimos crímenes más espeluznantes, se ha transformado en una especie de base logística operativa, que aprovecha la posición geopolítica y la cuestión jurisdiccional entre Argentina, Bolivia y Paraguay para avanzar sobre el terreno y las comunidades, en el primer eslabón del transporte de droga.

Las rutas nacionales son las vías del pasado para los narcos. El monte es ahora el lugar por donde la droga se infiltra y es allí donde se topa con las comunidades originarias que también sienten que el flagelo las alcanzó. Chaco adentro, los narcos cruzan en vehículos de alta gama por las fincas desérticas e improductivas y pagan "peaje" tanto a los aborígenes como a los criollos y allí también generan una hecatombe social, no solo porque alientan el consumo sino también porque provocan la confrontación entre los pobladores.

Pero es en las ciudades donde el temor se acrecienta por este escenario de imparable avance del narcotráfico.

Desde un lugar de tránsito, pasamos al consumo marginal y desde allí a la instalación de cocinas de droga.

Ahora el temor es que surjan verdaderos carteles, que compitan a sangre y fuego por el territorio, con el saldo ya conocido de víctimas inocentes.

La frontera salteña con Bolivia ha experimentado en los últimos años una metamorfosis apalancada por la actividad delictiva. No solamente se fabrica y se trafica, sino que también ahora se administra el negocio desde el miedo, mediante la intervención de sicarios que lucen como pocas veces su especialidad: matar sin dejar huellas, pero con un claro mensaje de terror.

[Fuente: Por Daniel Chocobar, El Tribuno, Salta, 03jul16]

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