Jornada Por La Memoria Realizada el 6 de julio de 1996 en el lugar donde funcionó el centro clandestino de detención "Club Atlético"

Por Delia Barrera y Ferrando.


El 24 de marzo de 1976 se asesinaron los sueños, las ilusiones, las fantasías y las esperanzas de miles de hombres y mujeres. El 24 de marzo se instaló en nuestro país una nueva dictadura, pero con seguridad una de las mas feroces, terribles y cobardes. Esta dictadura instauró a lo largo de todo el país cientos de centros clandestinos de detención, donde pasaron, pasamos miles de seres humanos, donde conocimos el horror de la tortura, el terror a los guardias, el miedo por lo desconocido, las perdidas de tantos compañeros. Pero ante tanto horror algo no perdimos, la solidaridad entre los que habitábamos esos submundos, pequeñas muestras, pequeños hechos, una mano en el hombro, un golpe en las paredes de las celdas, una palabra a escondidas, nos permitía seguir, nos permitía sobrevivir.

Uno de esos tantos centros funcionó aquí, donde hoy estamos, donde hoy los convocamos. Aqui abajo, el pozo, el Jardín, como yo lo conocí, era el Club Atlético. Por el pasaron alrededor de 1800 compañeros, luchadores, militantes. Tenían sueños y esperanzas, los mismos que todavía tenemos muchos de nosotros. En el permanecí desaparecida 92 días, en el perdí muchas cosas, mi nombre y apellido reemplazados por una letra y un número, la visión, oculta tras un tabique de trapo, mi andar sereno, impedido por las cadenas en los pies, el poder de comunicarme, por la prohibición de hablar. Conviví con esto y con el miedo, conviví con muchos de estos compañeros, que estaban igual que yo, impedidos de vivir y condenados a resistir, Hugo, mi primer esposo, Teresa Israel, Anabella Pitelli de Canon, Irene Bellochio de Pisoni, Rolando Pisoni, Hugo Claveria, Norma Puerto de Risso, Daniel Risso, Clelia Fontana, Pedro Sandoval, Daniel Dinella, Ruben Medina, todos ellos no están, siguen desaparecidos.

¿No están? Sí, vuelven, en cada uno de nosotros, en ustedes, que no permiten que se olvide. Vuelven en cada lucha social, vuelven en cada trabajador, vuelven en cada desocupado, vuelven en cada niño que esta en la calle, vuelven en cada joven que cae.

Ellos vuelven, vuelven con Uds. que están aqui para reivindicarlos, para recordarlos, para no permitir olvidar.

Así como recordamos a quienes lucharon por la vida, también debemos recordar a los personeros de la muerte, a los torturadores, a los secuestradores, a los asesinos, que están libres, que caminan al lado nuestro, que comparten con nosotros algún espectáculo, que viajan al lado nuestro en el colectivo, que están plácidamente sentados en un bar, como el Turco Julián, conocido represor de este centro y de otros. Están libres por puntos finales, obediencias debidas, indultos. Están impunes. Como esta impunidad que crece día a día.

Mientras estén sueltos, mientras ocupen cargos, mientras estén amparados por el gobierno de turno, ellos seguirán estando, seguirán trasmitiendo su nefasta experiencia a los nuevos y futuros represores, mientras estén sueltos, seguirá la desaparición, Guardatti, Bru, Nuñez, seguirá el gatillo fácil, Bulascio, Mirabete, Roldan, Campos. Mientras estén sueltos no habrá justicia. Su lugar es la cárcel por eso luchamos. Lo piden nuestros 30000, lo pide todo un pueblo que no acepta el NUNCA MAS, si no se hace justicia.

Cuando se despedía hacia el brumoso silencio de los desaparecidos mi primer esposo, Hugo Alberto Scutari, me transmitió un proyecto de vida: "Sé fuerte y no me abandones". Estuve 92

días en el Club Atlético. Miles de mis hermanos no volvieron. No los abandono. No los hemos

abandonado. En ese submundo convivía el dolor real y tangible en que te sumía ser un desaparecido. Uno de los represores era "Poca Vida" con el llego al pozo la música, los desaparecidos debíamos cantar porque él lo ordenaba. Pero adentro nuestro canto era un gesto de fortaleza y resistencia. A la pregunta de la canción puedo hoy contestar "cantamos porque los sobrevientes y nuestros muertos quieren que cantemos".

Cantamos porque aún en el negro pozo del Club Atlético, seguíamos siendo militantes de la vida.

Como hoy, como hasta el ultimo día.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor el 26 de julio de 1997 en Madrid, España.