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19sep10


Videla, Montoneros y un drama que parece comedia


Digamos que, en principio, hay un tufillo de "la historia vuelve a repetirse", que uno no sabe si es comedia o si es drama (el viejo, claro, que en estos casos pretende arrogarse alguna chance de ser nuevo) descarnado. Pero que ex dirigentes de Montoneros (o dirigentes de la ex Montoneros, o "ex" dirigentes de la "ex"; o, inesperadamente, dirigentes actuales de Montoneros actuales) planteen a esta altura del partido que no han enterrado las armas, como lo dijo Guillermo Martínez Agüero, haciendo entender que si llega el momento de volver a esgrimirlas así será, sólo puede ser tan absurdo, delirante y patético como la respuesta que a esas expresiones daría después el más sangriento genocida de todos los sangrientos genocidas que ha parido este país: Jorge Rafael Videla.

El general que comandó uno de los casos de matanzas que lo ponen a la altura de los grandes genocidas del siglo 20 (Hitler, Stalin, Pol Pot, el gobierno hutu de Ruanda, los turcos sobre los armenios...), por una extraña razón siente un brote de valores democráticos y denuncia que con las declaraciones de Martínez Agüero y Roberto Perdía corre peligro la democracia, además de su vida y la de su familia.

La estupefacción que se vivió en Córdoba en estos días, donde Videla está siendo juzgado y los dirigentes montoneros vinieron a hacer acto de presencia, es estupefacción al fin, pero tal vez no sorprenda demasiado: la soberbia armada y el mesianismo montonero que se creyó intérprete del pueblo (y, al final, lo que logró con el terror es que el pueblo desapareciera de la escena política pública que había sido suya), le da a Videla una razón para envalentonarse y para hacer revivir temores en la sociedad. Tal vez sea demasiada casualidad, pero algo así ocurrió en la década de 1970.

Uno podría recordar a los dirigentes montoneros que regresaron a comienzos de los '90 vestidos con trajes italianos y tostados de lámpara, a hablar sobre los nuevos tiempos junto a Bernardo Neustadt, pero sería dejar correr demasiado sangre por una herida, cuando la principal, la que no debe permitir que vuelva a sangrar, es la del torrente del terror de Estado que mató, maniató y entregó al país al dominio del poder profundo de la economía.

Tiene a la voz de Videla como fondo sonoro de aquellos años estremecedores.

"Los desaparecidos no están, ni vivos ni muertos, están de-sa-pa-re-ci-dos": ¿se acuerdan? Es el Videla que está siendo juzgado aquí, nada menos, el que se victimiza y dice sentirse amenazado. Nunca dirá la verdad, toda, sobre los secretos de aquellos días de plomo. Tampoco la dirán los Montoneros, no porque tengan cosas que ocultarle a la Justicia sino al pueblo (¿Cómo fue la relación con Massera? ¿Y el dinero de los secuestros?, por ejemplo).

Sin embargo, pese a los desvaríos de ex guerrilleros que uno no sabe si son así nomás o se hacen, es demasiado para cualquier sentido común que un genocida pretenda alarmar sobre la democracia en riesgo.

[Fuente: Por Alejandro Mareco, La Voz del Interior, Córdoba, 19sep10]

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