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27ago07


Testigos declaran en el caso del cura von Wernich.


El pasado jueves, en la audiencia número doce del juicio contra el ex capellán de la Bonaerense, Cristian Von Wernich, la ronda de los siete testigos involucró directamente a la actividad del cura dentro de los centros de detención clandestina.

Los testigos Carlos Alberto Zaidman, José Maria Llantada, Eduardo Kirilovsky, Maria Cristina Bustamante, Analía Maffeo, Jorge Orlando Gilbert y Liliana Zambano, dieron cuenta no sólo del paso del sacerdote por las celdas, sino de las intenciones dialoguistas del ex capellán hacia los detenidos. Según sus testimonios, el trato hacia el cura por parte de los guardias de los diferentes centros era de pleitesía.

Cerca del mediodía banderas de los organismos de derechos humanos se mantenían en el rejado y vallado que cerca a los Tribunales Federales de La Plata, desde el otro lado de la entramada verja, los uniformados organizaban la entrada del público, la de la prensa, y con más recaudos, la de los miembros de organizaciones o partidos políticos. El lema de este juicio es evitar los disturbios en la sala, y no convertirlo en aquella especie de “juicio popular”, tal como se catalogó al proceso judicial contra el represor Etchecolatz.

Luego de las distintas postas en que la seguridad constata nombres, documentos y metales, arriba, en el primer piso, la Sala se reorganizaba para una próxima audiencia.

Carlos Zaidman fue el primero en dar testimonio. Durante su declaración constató las dos visitas del cura a la Brigada de Investigaciones de La Plata, durante el mes de julio de 1977, año de su secuestro. La imposibilidad de mirar era una característica padecía por todos los detenidos, que permanecían en condición de “tabicados”, atadas sus manos y vendados sus ojos. Es por ello, quizás, que el silencio y los ruidos que lo interrumpían se hacían aún más tortuosos.“Lo primero que escucho es la respiración de mi padre”. El hermano y el padre de Carlos también habían sido detenidos, pero al poco tiempo los dejaron ir. “Hijo de puta, qué te pensas que haces acá, vas a decir todo lo que sepas por las buenas o por las malas” contó Zaidman que le gritaban los torturadores.

Los insultos de rutina, complemantaban los recibidos por su condición de judío, “me pedían que le dijera que era un cerdo judío, al no responder me golpeaban”. La tortura se expresaba en todos los sentidos. Inmersos en la oscuridad la presencia de un cura sorprendía a unos cuantos. “Escucho, que dicen ahí va a venir a hablar un cura con ustedes, le dicen a un matrimonio”.

Von Wernich les insistía a las parejas que colaboraran con él, a cambio de la promesa de una supuesta libertad. A uno de ellos, le decía “piensen en sus chicos”.

La presencia del cura, según varios de los testigos, definía un cierto rol de autoridad por sobre los guardias. Se preparaban cuando estaba por venir, se manejaba con dominio sobre el lugar, entraba a las celdas y se quedaba solo hablando con los detenidos.

A Carlos lo liberaron junto con José Maria Llantada, Eduardo Kirilovsky y Analía Maffeo. Antes de irse le dijeron que “si quería ser comunista que se vaya a Cuba, y judío a Israel. Cuidate que te vamos a estar vigilando, no queremos ni comunistas ni judíos". Zaidman rompió, por primera vez el silencio en el año 2000, en el marco de los Juicios por la Verdad.

Los aplausos se escucharon en la Sala, pero prontamente fueron acallados por el presidente del tribunal en pos de continuar la audiencia con “normalidad”.

José María Llantada fue secuestrado también en julio del 77’, por una patota de civil que portaba armas largas. Abruptamente fue extraído de su departamento, a tal punto que el portero del edificio lo confundió con un policía. Fue trasladado a un campito, el cual infiere que es Arana, por las características del lugar, donde había un portón y se escuchaban avionetas -atrás de Arana está el aeropuerto-. Luego fue trasladado a la Brigada de Investigaciones.

Llantada estuvo detenido junto con Eduardo Kirilovsky, siempre los mantuvieron juntos, en la misma celda, y en los traslados. Como telón de fondo durante las detenciones la música clásica recorría los oídos de los secuestrados a sabiendas que por debajo estaba el grito de la tortura.

La visita del cura se aproximó hacia el mes de agosto del mismo año, al poco tiempo que quedaran en libertad. Este se presentó con su nombre, que en principio Llantada no recordó, pero ya en libertad lo pudo asociar. Durante la primer visita les preguntó si habían aprendido la lección. “Estábamos vendados, nos dijo que nos la saquemos. Yo no sabía si era un milico, no me la saqué, lo que menos me imaginaba que era un sacerdote.” Agregó durante la audincia Llantada.

“En una oportunidad lo ví por una mirilla de la puerta de la celda, era muy delgado, tes amarillenta.” Von Wernich en su afán de niño bueno, les preguntaba como estaban, por lo que en uno de los encuentros le dieron el teléfono de los padres de Eduardo Kirilovsky, que eran de La Plata, para que avise que ellos se encontraban bien. Cosa que nunca sucedió.

Kirilovsky era militante de la Federación Juvenil Comunista, en la universidad. Se lo llevaron el 1 de julio de 1977, con los mismos métodos que a todos: la entrada violenta a su domicilio por una masiva patota de civil, que se identificaba como policías, y con el argumento de la averiguación de antecedentes. Durante su estadía en la Brigada, le preguntaron si tenía frío, si quería un café, ante la afirmación del detenido, fue golpeado bruscamente. “Cuando me preguntan si tengo calor, contesto que sí, por lo que me ponen un ventilador durante mucho tiempo”.

En una de las sesiones de tortura, lo tiran en un colchón húmedo y lo desnudan. “Allí alguien indicaba las zonas donde debían picanear, insistían en mis cicatrices.” Eduardo relató que una frase común entre los represores era, “El que ve pierde”. La venda de Eduardo se caía durante el transcurso de la tortura, ante esta advertencia, cerraba los ojos y pedía por favor que se la subieran, a lo cual respondían con burlas y en particular hacia su situación de judío.

Los interrogatorios apuntaban a la condición ideológica de los detenidos, nombres, apodos y direcciones. Llantada y Kirilovsky se ponía de acuerdo para dar los nombres de los compañeros que sabían que ya habían sido dentenidos, o exiliados.

Frente a Von Wernich, la transparencia de la venda de Eduardo, podía identificar cierta silueta y sombra. “La charla era normal, nos preguntó si ya sabíamos lo que teníamos que hacer. Lo trataban con mucho respeto, como si fuera un superior”,aseguró Eduardo.

Cuando salieron en libertad, un policía les dijo, “no tengan miedo que se van. Pero si un cura trabajaba para ellos, no le podíamos creer a nadie”.

Dentro de las condiciones infrahumanas, el constante llanto de un bebé, fue uno de los datos que atravesó a todos los testimonios. La espera a lo peor, a la tortura, o al fusilamiento, “uno sentía que allí no valía nada la vida”, comentó Zaidman.

María Cristina Bustamante, fue otra de las testigos que estuvo detenida y torturada en la Brigada. En principio estuvo en una dependencia policial, que después se enteró que era la Dirección de Robos y Hurtos. Luego, fue trasladada al campo de Arana, donde la sobreviviente destacó la cantidad de gente que había tirada en el suelo, su recuerdo hacia 30 años atrás, la llevó a ese lugar, donde aseguró que, “era como hacer cola para esperar la tortura”.

Cristina fue trasladada a distintos centros clandestinos en varias oportunidades, hasta llegar a la Comisaría Quinta de La Plata, donde estuvo muchos meses sin comida ni vestimenta. Mientras permaneció allí conoció a tres detenidos que se encontraban en muy mal estado físico, a ellos les decían “los viejos”. Uno de ellos le dijo, “Mírame bien, yo soy Baratti, acá nació mi hija Ana Libertad”. Ana es también hija de Elena de la Cuadra, en la sala se encontraba la abuela de Ana Libertad, madre de Elena, quien se desvaneció ante el testimonio.

La testigo aseguró que, “desde el 6 de octubre hasta febrero comimos solo tres veces. La última fue una comida pasada que nos dio diarrea”. Al poco tiempo le dicen “ya te vas, vino a verte el cura”. El encuentro con Von Wernich, fue cuando la estaban llevando para la sala de tortura, pero le indican que gire hacia la izquierda en donde estaba el despacho del sacerdote, le quitaron la venda, porque “al cura no le gusta que estén vendados”. El capellán dijo: “ya te vas, tenés que olvidarte de todo lo que pasó acá, no tenés que hablar con nadie”. Ante la incomprensión de la detenida, el cura agregó “los caminos de dios son difíciles de entender, si querés ayudar a los humildes anda a Cáritas”. La testigo también aseguró que se trataba de Cristian Von Wernich, a quien terminó de reconocer luego, al salir en libertad, mediante fotos.

El sacerdote siempre insistía en que los detenidos se debían sacar las vendas. Analía Maffeo, era militante de la Juventud Trabajadora Peronista, fue secuestrada el 6 de julio del 77’. Cuando se encontraba en la comisaría Quinta, junto a otras detenidas, se le acercó el sacerdote, quien al reconocer su apellido, le dijo, “sácate la venda porque conozco a tu padre”. Una de la detenidas preguntó si iban a quedar en libertad, “hoy estamos, mañana no estamos”, fue la respuesta del cura.

Jorge Orlando Gilbert y Liliana Mabel Zambano, completaron la ronda de testigos de la última audiencia. Las declaraciones de estos últimos también confirmaron la presencia de Von Wernich, por lo que queda cada vez más implicado y demostrado su participación y complicidad con lo srepresores de la última dictadura militar.

[Fuente: Prensa de Frente, Boletín quincenal Nº71, La Plata, 27ago07]

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