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13dic15


Fondo Indígena: la escasez de ideas


Lo del Fondo Indígena merece una lectura no sólo desde los datos exhibidos durante estos últimos días. Datos que avergüenzan. Merece una lectura política, tratando de observar qué nos dice este evento respecto a la marcha de nuestra democracia y, sobre todo, respecto a la presencia del MAS y de Evo Morales como los estandartes del destino de Bolivia.

Parto de la tesis de que este evento nos dice -en verdad, nos grita- una certidumbre: "el proceso se agotó, no tiene ideas, no tiene una oferta para el país". Es eso lo que nos clama. Y es esto lo que quiero explicar amparándome en un marco teórico fascinante, aquel de las posibles estrategias electorales existentes.

Simplificando, por obvias razones, me permito señalar que hay tres grandes modelos para afianzar una campaña y, posteriormente, gobernar: el modelo que hace girar su fuerza electoral en sus ideas y, por ende, en su programa; en la vereda de enfrente tenemos otro modelo, aquel que hace rondar todo su peso político en la imagen de su líder; y en el medio está aquel modelo que cuenta con un líder indiscutible que -vaya fortuna- posee ideas.

La hipótesis que guía esta reflexión sigue los parámetros del marco teórico mencionado: a medida que las ideas se diluyen se van acrecentando, en directa proporcionalidad y en orden consecutivo, el show político, las prebendas (aquí hay las prebendas "normales" y las prebendas "excepcionales"), las amenazas y finalmente la compra de votos que no es sino la permisividad (cómplice) con la corrupción.

Creo que en el país venimos viviendo la presencia de todos estos modelos, desde el mejor (el programático) al peor (el personalista), en tres fases. Una primera fase, de 2003 a 2005, contempló las enormes movilizaciones sociales que enarbolaban un programa que bien podríamos decir era un programa sin partido, un "programa de pueblo" (permítanme el exceso), cuyos ejes fueron la nacionalización, la puesta en ejecución de la Asamblea Constituyente y, con ello, el asentamiento de la plurinacionalidad que definía al indígena como el sujeto político de este proceso de cambio.

Una segunda fase, de 2006 a 2015, se distinguió, en un principio, por la oportuna aparición y posterior solidificación de Evo Morales como el líder del mentado proceso. Tuvimos un líder y un programa. En 2010, en su segundo mandato, se dio continuidad a la agenda programática de la Asamblea Constituyente con un combo de leyes que definieron una agenda política hasta 2015. De 2015 hasta nuestros días contemplamos el cierre de ese ciclo.

El gobierno pretende reinventarse con la denominada Agenda 2025 que, más allá de la pertinencia de muchos de los tópicos insertos, no es un ni remotamente un programa. Es un listado de intenciones donde no falta nada.

¿Qué pretendo decir? Lo enfatizo: que no hay un horizonte de país. Ya sabemos que no hay el proclamado socialismo del siglo XXI (hoy con Cristina rumiando y Maduro endurecido, lo sabemos aún más) ni el socialismo comunitario (de este sí que no queda nada) y menos el Vivir Bien.

Del otro lado, tampoco somos propiamente un país postcapitalista, inundados de transnacionales petroleras y mineras como estamos. Me parece que vamos a lo de siempre: la consolidación de un "capitalismo de amigos" más parecido a la misma economía boliviana allá por los siglos del XVII al XX que del siglo XXI.

En ese escenario, ¿qué se hace para ganar cuando ya el líder queda cada vez más como spot publicitario? Pues eso, mostrar que Evo tiene montón de títulos de doctor honorífico, que ha sido recibido en el exterior, que ha nacionalizado, que es digno, que… un largo conjunto de emolumentos, honores, misas y demás actos de personalización política. Pero aquí está el problema.

Cuando toda esta parafernalia personalista ya no basta, ¿qué queda? Vayamos en orden.

Uno, alentar el show político: no hay duda de que el Dakar está a la cabeza, pero hay cosas más difíciles de mencionar acá.

Dos, las prebendas "normales" (repartija de embajadas, creación de empresas para contentar a las clientelas, canchas de césped sintético, etc.) y cuando éstas ya son de rutina comienzan las prebendas "excepcionales" (trenes eléctricos, teleféricos y demás).

Tres, las amenazas: desde algunas planificadas hasta otras menos planificadas y de contenido más hormonal (véase con pavor el discurso infantilizante/estupidizante del vicepresidente García Linera sobre el sol que se va y la oscuridad que llega si se va el Evo y vuelven… ¡los neoliberales!).

Y es aquí cuando llegamos al cuarto punto: la corrupción. Sí señores, lo del Fondo Indígena no es algo casual. Es el resultado de que las estrategias previas van perdiendo peso. Vale decir, no sólo no basta la imagen del líder, sino que las estrategias clásicas de personalización (patrimonial) del voto tampoco abastecen. ¿Qué queda? Pues echar mano de la absoluta permisividad. No es que antes no había. ¡Claro que había!, pero opacada por la presencia de otros elementos, destacando la misma existencia de un programa.

Por ende, resumiendo, sin programa ya (más que el programa a medias para 2025), con un líder menos brioso (a pesar de su 64% de diciembre de 2014 y de su imagen internacional) que en 2006 y con las otras estrategias -de prebenda y de intimidación- debilitadas, resta este último mecanismo de victoria: el uso indiscriminado de los recursos públicos. O, los recursos públicos (robados) como sustitutos a las ideas. Eso es lo que representa el desfalco en el Fondo: la inopia de ideas en la cúpula gubernamental.

La corrupción, pues, como inherente a este modelo. Cabe mencionar a Venezuela que se quedó sin líder, sin programa, con pura fuerza y donde ni siquiera ya la escandalosa corrupción pudo suplir el vacío de ideas. Nosotros todavía tenemos cartuchos por quemar, pero es cierto que el proceso está ya en proceso de decadencia.

[Fuente: Por Diego Ayo, Página Siete, La Paz, 13dic15]

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