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19ago06


El médico que operó al ex presidente Frei afirma que fue asesinado.


La posibilidad cierta de que el ex presidente Eduardo Frei Montalva, quien gobernó Chile entre 1964 y 1970 y se convirtiera en 1980 en el principal líder de la oposición a la dictadura, fuera asesinado en 1982 con una toxina mortal fabricada en un laboratorio secreto del Ejército, cobró ayer inusitada fuerza con nuevos datos revelados por primera vez por el médico que lo operó, Augusto Larraín.

"Aquí hubo mano negra. Hubo un agente químico externo. No puedo decir qué fue, quién lo puso, o cómo funciona", dijo el destacado gastroenterólogo, pionero de una técnica quirúrgica contra el reflujo, mal que padecía Frei por una hernia al hiato.

Después de haber guardado silencio por 24 años, el cirujano que operó a Frei en noviembre de 1981, dijo que, cuando le practicaron la segunda operación por un súbito e inexplicable agravamiento de su estado, vieron que "no había ningún signo de inflamación peritoneal, no había gérmenes, era un abdomen absolutamente limpio y libre".

Lo que sí constató Larraín fue una extraña lesión, alejada de la zona que él operó: "Esta lesión sólo podía explicarse por una irritación química local". Y agregó: "Nadie había visto nunca una cosa así. Fue absolutamente evidente para mí que existió una alteración localizada de tipo biológico, más bien de tipo químico". Eduardo Frei (hijo), que también presidió Chile y hoy es titular del Senado, dijo que por primera vez hay evidencia de que el mandatario fue asesinado.

El cirujano reveló que la infección apareció en la misma zona en que, en la primera operación, su ayudante bajó "con una compresa" para que él pudiera intervenir el hiato. "Si algo se colocó estaba en la compresa. Si yo quisiera pensar mal digo: yo paso al lado de donde están las compresas y sin que nadie lo sepa le pongo una cosita y ya está".

La versión del cirujano Larraín agrega un hito a la investigación del juez Alejandro Madrid, la que permitió descubrir que un día de diciembre de 1981, el cuadro febril del ex presidente Frei se complicó. En la habitación de la Clínica Santa María donde se hallaba hospitalizado, la inquietud se apoderó de su familia. El doctor Larraín no fue ubicado por lo que una enfermera aceptó la propuesta del doctor de turno, Pedro Valdivia Soto, de examinarlo. De lo que Valdivia hizo en el cuerpo de Frei no hay registro.

Pasaron años antes de que se supiera que el doctor Valdivia era también médico de la DINA, la policía secreta de Pinochet, y que próximamente será procesado por su responsabilidad en la muerte del soldado Manuel Jesús Leyton, en 1977. A Leyton, también de la DINA, se le aplicó gas sarín en la secreta Clínica London, de propiedad de la DINA, y murió horas antes de que declarara ante un juez. Si Leyton hablaba toda la estrategia de la dictadura de negar los desaparecidos se caía. El doctor Valdivia también trabajaba en absoluto secreto en la Clínica London.

El doctor Sergio Rodrigo Vélez Fuenzalida fue otro de los médicos DINA que tuvo acceso a la habitación de Frei. También lo tuvo el dentista Enzo Fujije, de la misma clínica, quien hasta ahora no ha podido explicar por qué viajó el 1 de enero de 1982 hacia Panamá con el director de Inteligencia del Ejército, general Eugenio Covarrubias. No fue el único viaje del dentista con el agente más importante de Pinochet en esos años. En 1980 aparece otro viaje de ambos a Francia, el mismo año en que Frei emplazara a Pinochet.

Documentos de la DINE dan cuenta de un batallón completo que se ocupaba de seguir a Frei a todos lados, incluso al exterior; de grabar sus conversaciones telefónicas y filmar reuniones además de los vehículos y personas que lo visitaban en su casa. Parte de ese batallón era su propio chofer y hombre de confianza, Luis Becerra, quien recibía una remuneración de la DINE.

El juez Madrid finaliza además la investigación sobre el asesinato del ex químico de la DINA, Eugenio Berríos, ultimado en Uruguay en 1993, con ayuda de militares de ese país, al que se lo hizo escapar en 1991 para impedir que revelara a un juez uno de los compartimentos mas explosivos y secretos de la dictadura: la existencia de un laboratorio químico secreto donde se fabricó sarín y toxinas mortales para asesinar opositores y personajes molestos. Una de las armas que fabricó Berríos fue una toxina mortal para envenenar el agua potable de Buenos Aires cuando Chile y Argentina estuvieron al borde de la guerra en 1977.

[Fuente: Clarin, Bs As, Arg, 19ago06]

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