Persona, Estado, Poder
Identidad, aspiraciones y recursos de la mujer pobladora:
Una experiencia promocional para la Salud Mental

Mónica Peña L., socióloga
Rita Rodríguez M., asist. social
Marcia Tijero M., socióloga

Primer Congreso Internacional de Salud Psicosocial,
Cultura y Democracia en América Latina,
"Redescubriendo el Paraguay en el contexto latinoamericano",
Asunción, noviembre de 1992.

I. Introducción

La presente ponencia sistematiza una experiencia con mujeres dueñas de casa, de nivel socioeconómico bajo, interesadas por entender diversos aspectos de su vida, que identificaban como parte de su salud mental.

Esta experiencia fue realizada en Santiago, por un equipo multi disciplinario de Salud Mental y Terapia Familiar del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), en el año 1992. Se inserta en la estrategia de atención primaria, como Taller Experiencial para la Salud Mental. Participaron 32 mujeres, cuyas edades fluctúan entre los 24 y 64 años de edad.

En el transcurso de la experiencia compartida, van apareciendo la identidad, los recursos y las aspiraciones de la mujer, haciendo objetivo el mundo subjetivo en el cual realiza su quehacer, en un progresivo hacerse cargo de ellas mismas.

En estos talleres se conjuga asimismo la identidad del conductor, su propia experiencia de vida, sus recursos y aspiraciones, que van conformando un espacio interaccional en el cual la «confianza mutua» posibilita y permite la experiencia.

En términos generales, la realización de Talleres Experienciales para la Salud Mental tiene como objetivo reconocer en un proceso de autodiagnóstico, en el cual las mujeres se apropien de su realidad, algunos de los factores que influyen de manera positiva o negativa en la salud mental, con miras a desarrollar destrezas que contribuyan a reconocer lo que es sentido como perturbador y manifestar su molestia: potenciar así, recursos personales y grupales que conlleven la promoción de relaciones humanas más sanas, previniendo por tanto, posibles daños en la salud mental.

II. Metodología

La metodología de trabajo utilizada para abordar el problema es eminentemente cualitativa, con participación activa de índole experiencial, que recoge los planteamientos educativos de P. Freiré y, por lo tanto, se hace en el propio contexto en que viven las mujeres, con los recursos allí existentes, con sus mitos y creencias. Así, en un trabajo grupal, hemos compartido la percepción de su identidad, recursos y aspiraciones.

Como ya decíamos, confiamos en los recursos de las personas, en su creatividad. El cambio lo concebimos desde ellas, lo que nos lleva a experimentar métodos, técnicas y procesos de comunicación, que compartimos en una experiencia conjunta. Utilizamos para esto diferentes técnicas de trabajo corporal, respiración, masaje, relajación, ejercicios de comunicación, imaginería, con contenidos basados en su propio diagnóstico y que son identificados por ellas como significativos.

Con esta metodología se produce un proceso de identificación con los problemas y la manera de abordarlos. Al percibir que son compartidos por otras mujeres, al mismo tiempo, se visualizan formas de solucionarlos. Nuestras experiencias anteriores nos muestran que esta metodología, que aúna conocimiento con ejercicios corporales y de reutilización de los sentidos, en el propio contexto de la mujer, es visualizada por ellas como asequible, entendible y realizable. Sin embargo, debemos señalar que la validez de nuestra experiencia se limita a las mujeres participantes y su contexto.

La lectura del conocimiento compartido en los talleres ha sido a través del enfoque sistémico, reconociendo en la teoría de sistemas el marco conceptual que nos permite leer la realidad de acuerdo al contexto específico en que se desarrolla la experiencia. Por concebir este componente de la salud como parte de otros procesos de la vida cotidiana, como los procesos sociales y culturales, la conceptualización que hace Ackerman de salud mental forma parte de nuestro sustento teórico y representa los valores contenidos en la Doctrina de Derechos Humanos, que subyacen en nuestro trabajo. (1)

El contexto en el que se realizó la experiencia fue un local de una organización social poblacional autónoma (CENFOCAR), en el marco de una escuela de verano que impartía otros conocimientos y actividades recreativas. El interés por participar de las mujeres estaba dado en la convocatoria del curso, en el cual además se aseguraba el cuidado de los niños pequeños en actividades paralelas, lo que posibilitó la experiencia participativa de las que eran madres.

III. Objetivos

En junio de 1992 se realizó en Chile un Congreso destinado a la Salud Mental de la Mujer, en el cual se manifestó la relevancia del tema, no sólo en el ámbito de los especialistas, sino también como un problema a ser abordado por la sociedad toda. Así, nuestra propuesta de talleres es una forma de abordar este problema social.

En este sentido, nuestro objetivo de trabajar con mujeres para su salud mental, va en relación a rescatar su contexto familiar, a reconocer y valorar el papel de la familia en sus actividades cotidianas; pero desde ellas, desde su identidad, sus percepciones y de sus propias necesidades. (2)

Observamos que era necesario recuperar el lenguaje, la palabra para las mujeres entrampadas en la rutina de lo cotidiano y en el silencio de las viviendas; otro aspecto de importancia era que reconocieran su red de apoyo afectivo y reconocieran el amor, como sentimiento que está en la base de la familia que han constituido.

Por otra parte, al respetar y validar la capacidad de percibir de la mujer, su contexto, sus mitos y creencias, sus identificaciones, se facilita que ellas propongan alternativas para el cambio.

En relación al concepto de identidad, en lo específico de la mujer, se ha desarrollado el concepto de «identidad mariana» (Montecino y otras) que plantea que «... el ser mujer se configurará en torno a lo materno y este rasgo dibujará su acontecer y las relaciones con el mundo. Ella asumirá la potestad de su presencia en el mundo cotidiano y privado de la reproducción familiar, buscará también la legitimidad de su papel procreador en el matrimonio o asumirá su maternidad en soltería, pero siempre será la progenitora, la dadora de vida, la mater. Entonces esta experiencia compartida se hará trama que la memoria histórica urdirá para dibujar la constitución de la identidad de la mujer centrada en la figura de la madre», «... estimamos que si la alegoría Virgen-Madre propugna una identidad general para todos los sujetos que comparten la experiencia histórica del mestizaje, su emblema incidirá profundamente en la constitución de la identidad de género tanto del hombre como de la mujer, otorgando una especificidad que tocará por una parte a lo femenino como presencia y por otra a lo masculino como ausencia».

En general, esta forma de ver la identidad de la mujer es la que ha prevalecido en los estudios que se han realizado, dando mayor énfasis a una lectura de género, en la cual se diluye la responsabilidad de la mujer en su mantención como sistema válido.

Para nuestro quehacer y nuestra perspectiva teórica, creemos que el concepto desarrollado por Barudy, viene a complementar esta visión y permite visualizar una mayor responsabilidad de la mujer como sujeto activo y dueño de su propia historia. Barudy plantea que «se utiliza el término 'identidad' o sus sinónimos para hacer alusión al proceso que conlleve la formación de la imagen o conjunto de imágenes conscientes o inconscientes que un individuo tiene de sí mismo en un momento determinado y en un contexto determinado».

«La identidad hace referencia a muchos aspectos de la persona y puede reconocerse introspectivamente como una representación interna, 'visual o verbal', pero se observa en otros como una aseveración externa en palabras, hechos, gestos y comportamientos que supuestamente reflejan de alguna manera una representación interna», «... la identidad no es estática, sino al contrario es el resultado de un proceso dinámico, donde las relaciones con otros seres humanos, los factores ambientales y el paso del tiempo que condiciona una evolución biológica del individuo son de importancia. Esto implica que la imagen o las imágenes de sí mismo deben adaptarse sin cesar. Esta flexibilidad o capacidad de adaptar la imagen a la realidad es sinónimo de supervivencia psicológica».

«Para que este proceso de ajuste sea posible es necesario la existencia de una trama de relaciones interpersonales de una calidad determinada. El respeto, la connotación positiva de la representación que la persona se da de sí mismo, así como el afecto incondicional, son los ingredientes interaccionales que permitirán una adecuación dialéctica de la identidad a las circunstancias. Esto implicará la posibilidad de liberar una cantidad de 'energía psicológica' en la creatividad de existir». (Rogers)

«En otras palabras, hay en todos los seres humanos una necesidad de ser confirmado por el otro ser humano en su identidad. Esta confirmación es sin duda el factor más importante para asegurar la maduración y la estabilidad psíquica».

Este concepto de identidad tiene, por tanto, componentes bio-psico-sociales, que han sido considerados en nuestra propuesta. Por otra parte, debemos decir que entendemos la identidad como un proceso en el cual se insertan los recursos y las aspiraciones de las mujeres y, a la vez, la identidad es un recurso y una aspiración. Los hemos separado para efectos de la exposición.

En el desarrollo de los talleres, compartimos estos aspectos en las diferentes sesiones, lo cual va conformando «la totalidad del ser» que hay en cada una de las participantes.(ver Anexo)

IV. Identidad

La forma inicial de identificarse fue a través del nombre, edad, estado civil y familia, de manera verbal, con lo cual conjugamos el sí mismo personal con el sí mismo social.

Iniciamos el trabajo de corporalidad, de identificación del cuerpo, del aspecto físico (mirándose al espejo) y lo que provoca el reconocimiento social de éste (diferentes actitudes, desde risa a vergüenza).

Aquí se produce el primer encuentro de las diferentes etapas del ciclo vital en que están como mujeres. Así, coexisten las madres primerizas con las abuelas, las que están iniciando un proyecto de vida con las que se preguntan «qué fue de mi vida»; y los sentimientos y emociones que ello conlleva.

En las sesiones siguientes, vamos incorporando la objetivación de los sentidos y su relación con las emociones, con el cuerpo, con las tensiones; al mismo tiempo vamos buscando características de «como somos», las cuales se escriben en forma individual y se comentan en voz alta por todas las participantes, con lo cual la autopercepción adquiere una connotación social.

La utilización de técnicas para el trabajo corporal facilita la «presencia» del cuerpo, la apropiación de éste. Así, al lenguaje verbal se incorpora paso a paso la objetivación del lenguaje no verbal, el significado que tiene en las interacciones y la significación social como proceso comunicacional.

También la palabra escrita va cobrando significado para ellas, al escribir algo tan personal, tan único, como son las características que las identifican y diferencian como seres humanos.

En el trabajo grupal coexisten mujeres con alta y baja valoración de ellas mismas, percepción que va cambiando y se relativiza a medida que van compartiendo, releyendo sus experiencias y aumentando su autoestima.

Las interacciones con los grupos de pertenencia fueron abordadas de manera diferente; la relación familiar fue vista a través de la relajación, con imaginería, buscando lo agradable, lo cual las conecta con el sentimiento básico que está en la estructuración de la familia: el afecto, el amor.

Asimismo, en el trabajo de grupos compartimos cómo se sienten al interior de la familia, qué lugar ocupan, qué lugar tienen los demás, cómo comparten las responsabilidades; con ello podíamos objetivar la complementariedad de las relaciones, hacer presente y ver la significación de la presencia del hombre en la pareja y en el holón parental.

En esta forma de abordar la identificación de la mujer con la familia se recoge el profundo significado que ella le otorga y la alta valoración que tiene al reconocerla como fuente principal de su autoestima, y de desgaste cuando las relaciones no son percibidas como buenas y no conllevan valoraciones positivas.

Otra relación que compartimos en un proceso grupal fueron las relaciones con los vecinos, las que se identifican como significativas, a veces más que las familias de origen, y son reconocidas como red de apoyo afectivo y solidario frente a la adversidad que les depara el nivel socioeconómico, lo que rehumaniza la relación con los otros, perdiendo o comenzando a perder las desconfianzas adquiridas durante el régimen autoritario.

Por otra parte, la experiencia del taller develó que en relación al gobierno, las participantes que no se identifican con el actual proyecto político social vigente no perciben cambios en las políticas sociales, pues los problemas sociales que las aquejan, como vivienda y salud, no han sido resueltos. Se identifican con la esperanza que esto cambie.

En general, conocer la identidad de la mujer en un proceso grupal apuntaba también a la diferenciación, y en ese sentido fue la retroalimentación en sobres personales que se hizo al final del taller. Con ello se devolvía a las participantes su identidad, sus aspiraciones, sus recursos con una relectura para este ser único digno de amor, quien ya apropiado de su cuerpo, de su palabra, proponía también una relectura de la identidad, recursos y aspiraciones de las conductoras del taller.

V. Aspiraciones

La vida de la mujer pobladora se caracteriza por una gran carga de responsabilidades y tareas que debe desempeñar en función de su familia. (3) Esto generalmente lleva a un aislamiento social y a vivir en función de las necesidades y desarrollo de los hijos y del esposo.

Consecuente con esto, se ha señalado que los proyectos que tienen las mujeres en la etapa adulta son en función de los «otros», concretamente sus aspiraciones dicen relación con proyectos para el devenir de sus hijos.

Este diagnóstico sobre la situación de la mujer de nivel socio-económico bajo es el que se recoge de la lectura sobre el tema; quisimos con la experiencia del taller, ver si en un desarrollo metodológico concordante con una postura sistémica, podíamos darle una nueva visión al análisis de las aspiraciones de estas mujeres.

En el proceso de ir descubriendo la percepción de sí misma, «yo soy», y sus aspiraciones, «yo quiero», el grupo de mujeres con las que trabajamos fueron manifestando los ámbitos en los cuales se expresó el «yo quiero». Sus aspiraciones van desde lo material («quiero tener una casa») hasta aspiraciones en el ámbito del desarrollo personal («quiero realizarme como persona y ser útil en la vida»). Así, sus aspiraciones no se centraron en función de sus hijos, sino que más bien en aspiraciones para sí mismas, que les ayudaran a perfilar un proyecto de vida propio.

En este sentido, manifiestan sus deseos de aprender cosas nuevas, de superarse y de luchar en la vida para «sentirse mujer y mejor». Aspiran también a ser valoradas y reconocidas por su entorno familiar.

Se constata aquí un esfuerzo por salir adelante a pesar de sus limitaciones económicas y sociales. Prueba de ello es su participación en el taller, donde superando su aislamiento como dueñas de casa y su desconfianza manifestada, socializan al grupo su sentir, sus miedos, sus deseos, sus debilidades y sus carencias.

Quieren sacar adelante a sus familias, no sólo en el aspecto económico sino también en el relacional, mejorando la comunicación entre sus miembros para que «siempre haya cariño». Para lograrlo, está su deseo de aprender algo más en esta dimensión, por lo que plantean la necesidad de talleres de relaciones padres e hijos, de relación de pareja y talleres sobre adolescentes.

Por otra parte, las mujeres participantes de la experiencia lograron conjugar aspiraciones para sí mismas con una inserción en el contexto social en el cual viven, mostrando interés por participar en la comunidad. Consecuente con esto, existe en muchas de ellas el deseo de lograr unidad entre los vecinos, de relacionarse mejor con ellos.

Además, en este proceso de ir descubriendo sus aspiraciones personales, logran ligarlas con el «yo sé hacer», de tal forma que estas aspiraciones se proyectan como realizables puesto que no son deseos para los cuales los recursos son externos a ellas, sino que parten de la valoración que hacen de su «yo sé hacer».

Otra faceta que es interesante señalar es que en este «yo quiero» no sólo se perfiló lo inmediato sino que se manifestó una proyección hacia el futuro, asumiendo también una preocupación por los valores subyacentes en la sociedad, anhelando la unidad, mayor conciencia social y lograr sentir «siempre paz».

VI. Recursos

Al facilitar que las mujeres participantes en la experiencia expresaran sus aspiraciones personales, nos quedaba por contestar la pregunta: ¿con qué recursos cuentan ellas que les permita alcanzar estas aspiraciones?

A través de las sesiones, las participantes fueron reconociendo y explicitando sus propias fuerzas y debilidades.

Reconocen su fuerza como sustento del hogar, su capacidad de ser la rama donde se apoyan los demás a través de dar confianza a los hijos y al esposo en las tareas que emprenden. Reconocen y se sienten con autoridad al interior del hogar, son «las que ponen los puntos sobre las íes».

Perciben también la importancia de su labor como madres en el desarrollo presente y futuro de sus hijos. Sienten además, que ellas son más capaces de hacerse cargo de las distintas situaciones que se viven en el ámbito familiar, señalando que en su percepción esto le cuesta más al esposo.

Así, van reconociendo desde su rol de esposa, madre y dueña de casa sus propias capacidades y cómo su presencia allí es legítima y requerida para el buen funcionamiento del grupo familiar y por ende de la sociedad; explicitan el significado que tiene esto para sus vidas y lo valoran.

Sin embargo, de esta constatación surge conjuntamente el reconocimiento de las limitaciones y frustraciones que les depara esta realidad. Señalan cómo el hecho de ser la fuerza de la casa «la rama donde se apoyan los demás», las presiona a siempre poder, a no saber decir que están cansadas, a tener que sobreponerse a lo pesado de tanta responsabilidad. Al mismo tiempo, reconocen sentirse solas, a veces faltas de un apoyo para enfrentar los problemas del diario vivir.

De esta manera, las participantes en el taller van percibiendo que sus fuerzas y debilidades conforman una sola unidad, constatando su doble dimensión: en la medida que reconocen las debilidades como parte de su identidad, pueden llegar a constituirlas en recursos.

En la experiencia del taller compartimos, entonces, el ir descubriendo sus recursos, desde sí mismas y desde su entorno.

En este sentido, las dimensiones en donde las mujeres participantes en el taller van situando sus recursos son:

  • Recursos que provienen del ámbito familiar: hijos que las quieren, esposos que las valoran, lindas familias, etc.
  • Recursos que provienen de sí mismas: carácter, fuerza, buenos sentimientos, deseos de superación, ganas de luchar, perseverancia, solidaridad, etc.
  • Recursos que provienen de su entorno social: en la red de vecinos encuentran una fuente de apoyo y cariño para enfrentar las dificultades. En relación al sistema social mayor, si bien no hay una identificación con su proyecto político, lo perciben como una fuente de recursos para satisfacer algunas de sus necesidades más inmediatas.

Nos parece importante destacar que en el reconocimiento de los recursos que poseían, estas mujeres otorgaron mayor preponderancia a los recursos provenientes de sí mismas y a la proyección de éstos hacia el futuro, quedando en segundo orden los recursos provenientes de la familia (los «otros»). Además algunas de ellas, en la explicitación de lo que tienen enunciaron sus propios estados de ánimo y es interesante constatar que en esta apropiación de ellos, como parte de la toma de conciencia de sí mismas, estos pueden convertirse en un recurso hacia su propio desarrollo y crecimiento como personas.

Creemos que lo que facilitó el taller, más allá del reconocimiento de los recursos que poseían, fue un proceso de apropiación de los mismos, de tal forma de llegar a constituirse en una fuerza movilizadora que les permita alcanzar las metas que se han propuesto en este encuentro con su proyecto de vida.

VII. Reflexión final

Como reflexión final queremos señalar que en lo positivo de la experiencia se conjugaron varios factores.

Valoramos como significativo el espacio de confianza generado en el taller, que creemos fue facilitado por la comunicación de la experiencia de vida de las participantes y de las conductoras del taller, lográndose así una apertura que permite romper una relación jerárquica y facilitar la conformación de un sistema interaccional. Además, nuestra metodología flexible permite que los objetivos sean readecuados en función de los intereses de las participantes.

Otro elemento a destacar es que la convocatoria a la participación de las mujeres fue amplia y libre, no constituyendo un público cautivo (4) Esta libre voluntad facilitó que encontraran resonancia entre sus necesidades de respuesta ante los procesos que estaban viviendo y lo que fue ofrecido por el taller.

Por tanto, el proceso de cambio iniciado en el taller viene a corroborarnos la confianza en los recursos de las personas, en su creatividad y, fundamentalmente, en su capacidad de hacerse cargo de ellas mismas. Asimismo, creemos que a través de la experiencia del taller pudimos ver que si bien se manifiesta esta «identidad mariana» se la puede contextualizar de otra forma, comprobando que la identidad no es algo «dado» y estático, sino que constituye un proceso dinámico que se va conformando a partir de la interacción con otros y en el cual existe corresponsabilidad.

Creemos además, que el contexto y el momento histórico en el que se dio la experiencia también contribuyó a que la identificación de los problemas, recursos y aspiraciones de las mujeres pudiera dar inicio a una relectura de sus propias vidas, ligando su pasado con su presente, encontrando en ello, como parte de su propia identidad, un proyecto de vida en el cual «liberar la energía psicológica de la creatividad de existir».

Conjuntamente con esto, al identificar las mujeres sus sentimientos, su yo interno, dieron cuenta de como se relacionan con sus familias, con sus vecinos y con el gobierno. Así, se vieron como parte de un todo, cogestoras de un proceso social y familiar en constante desarrollo, logrando verse ya no sólo en función de los «otros», sino ellas formando parte de ese todo.

Con esta constatación creemos haber cumplido el objetivo de desarrollar destrezas que contribuyan a lograr relaciones humanas más sanas y prevenir posibles daños en la salud mental, permitiéndoles además, una nueva lectura de los elementos presentes en sus vidas, viendo desde otra perspectiva todo lo que han podido realizar. Creemos que hemos facilitado un proceso de reordenamiento de los elementos de su existencia. Este reencuadre va gestando un encuentro con su proyecto de vida, en lo objetivo no distinto al de antes de la experiencia del taller, pero que es percibido por primera vez como una opción propia no impuesta por la realidad que les tocó vivir y que, de otro lado, se vive y se percibe realizable en y con la familia.


VIII. ANEXO

Contenido y metodología del Taller:

Primera Sesión:

  • Diagnóstico de percepción de la salud mental, identificar indicadores positivos y negativos del concepto, conceptualizar salud mental y temas relevantes asociados.
  • Para este diagnóstico se realiza actividad de grupos donde se plantean las percepciones de cada participante, luego se hace una reunión con la participación de todas, en la cual se gráfica la información.
  • Este trabajo va acompañado de ejercicios para recuperar la corporalidad principalmente de elongación (tales como acomodarse, estirarse, bostezar), y percepción del cuerpo sentado.
  • Identificación por medio de un cartel escrito con su nombre y por una presentación personal verbal de ellas y su familia.

Segunda sesión:

  • Ejercicios de relajación, basados en la respiración y en darse cuenta de la corporalidad, buscando comodidad y sensación de bienestar.
  • Identificación por medio de un cartel con el nombre y dos características de sí mismas que consideren relevantes: el nombre y las características deben pronunciarse en voz alta al término de la relajación.
  • Ejercicios de corporalidad, usando fundamentalmente los pies, identificando sus funciones, lo que podemos hacer con ellos («como me paro ante el mundo»).
  • Ejercicios de comunicación, utilizando mímica y voz, dando cuenta de la comunicación verbal y no verbal, es decir de nuestro lenguaje y de la imposibilidad de no comunicar; ligando estos ejercicios a la práctica diaria de nuestra forma de relacionarnos.

Tercera sesión:

  • Identificación de formas de relacionarse con la familia, los vecinos, el gobierno, por medio de trabajo en grupos.
  • Reconocer la importancia de la comunicación para las relaciones humanas. Ejercicios de relajación, en base a respiración e imaginería, reconociendo zonas de tensión y darse cuenta que tienen que ver con las actividades que se desarrollan día a día.
  • Realizar masajes en las zonas de tensión identificadas.
  • Identificación por medio de un cartel con nombre y dos características de sí mismas que consideren relevantes, que repiten en voz alta al terminar la relajación.

Cuarta sesión:

  • Realizar un plenario sobre relaciones humanas y comunicación.
  • Ejercicios de relajación en base a respiración e imaginería, imaginando un lugar agradable al cual van solas y luego con alguien a quien quieran.
  • Identificación por medio de un cartel con dos características de sí mismas que consideren relevantes; al término de la relajación lo dicen en voz alta y las otras participantes lo repiten también a viva voz.
  • Se pide tarea que consiste en hacer un listado de lo que saben.

Quinta sesión:

  • Ejercicios de relajación, en base a respiración y utilización de imaginería para viajar a un lugar cómodo con la familia y pasarlo bien.
  • Identificación por medio de un cartel que diga «yo soy... y quiero...», para dar cuenta de las aspiraciones.
  • Al término de la relajación, dicen su nombre y en voz alta las demás lo repiten y dicen te queremos.
  • Trabajo en grupos sobre «quien soy yo al interior de mi familia».

Sexta sesión:

  • Plenario del trabajo en grupos «quien soy yo al interior de mi familia», con uso de anotación visual que recoja la experiencia grupal.
  • Identificación por medio de un cartel que dice «yo soy... y tengo...», con el objetivo de dar cuenta de los recursos que tienen para conseguir sus aspiraciones.
  • Ejercicios de relajación por medio de respiración e imaginería buscando sensación de agrado y tranquilidad.
  • Ejercicios de asociación de percepción visual y kinestésica, con diversos objetos de texturas diferentes; sus emociones y su asociación con la afectividad.

Séptima sesión:

  • Evaluación por parte de las participantes respecto a qué significó el taller.
  • Se devuelve la información obtenida a través de las sesiones para lo cual se entrega un sobre a cada una de las participantes, en el cual se encuentran todos los carteles de identificación que usaron, las tareas que entregaron y una nota personal en la cual se vierte lo que ellas han expresado a lo largo de las sesiones.
  • Durante todo este período, las personas que han guiado el taller también han usado carteles de identificación, los cuales son entregados a las participantes para que ellas escriban algo «de vuelta», generando apropiación de la palabra escrita con la cual proponen.
  • Significando que la salud mental cambia día a día, que es un proceso, se entregan papelógrafos vacíos, en los cuales sólo se enuncian los temas relevantes para ellas, con un resumen oral de lo ya compartido.

Octava sesión:

  • Despedida o cierre, se entregan los sobres de parte de las participantes a las guiadoras del taller.

Bibliografía

• Rodríguez, D.; Haz, A. M. «Los últimos desarrollos de la teoría de sistemas y su aplicación a la familia». En CPU, Estudios Sociales ?61, trimestre 3,1989.

• Barudy, J. «El dolor invisible de la tortura en las familias de exiliados en Europa». En Seminario Internacional «Tortura: aspectos médicos, psicológicos y sociales. Prevención y tratamiento». CODEPU, 1990.

• Lucero, S. «Salud Mental y Derechos Humanos». En Seminario Internacional «Tortura: aspectos médicos, psicológicos y sociales. Prevención y tratamiento». CODEPU, 1990.

• Rodó, A. «El cuerpo ausente». Informe de investigación Separata Proposiciones. Año 7 - Vol. 13. Enero - Abril 1987.

• «El malestar silenciado». Ediciones de las Mujeres ?14. ISIS Internacional 1990.

• Valdés, T.; Concha, X. «Desde el aislamiento hacia el encuentro con otros: la participación en organizaciones de barrio: las dueñas de casa de la población Hirmas 2».. Tesis de Asistente Social. U. Católica, Santiago de Chile, 1987.

• Dobbs, E. «Capacitación de mujeres pobladoras. Sistematización de una experiencia». Actas Primer Congreso Chileno de Sociología, 1984.

• Montecino, S. ; Dussuel, M.; Wilson, A. «Identidad femenina y modelo Mariano en Chile» En libro «Mundo de Mujer, Continuidad y Cambio». CEM. 1988.

• Mattelart, A.; Mattelart, M. «La mujer chilena en una nueva sociedad». Editorial del Pacífico. Santiago, 1968.

• Minuchin, S.; Fischman, H.CH. «Técnicas de Terapia Familiar». Editorial Paidós. Barcelona - Buenos Aires, 1984.

• Freiré, P. «La educación como práctica de la libertad». Siglo XXI, editores, trigésimoctava edición, México, 1989.

• Watzlawick,P; Helmick Beavin, J.; Jackson, D. «Teoría de la comunicación humana» Editorial Herder, Barcelona, 1986.

• Stevens, J. «El darse cuenta (sentir - imaginar - vivenciar)». Editorial Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1992.

1. «La Salud Mental no es una cualidad estática que alguien posee en privado. No se sostiene a sí misma. Sólo puede mantenerse gracias a un esfuerzo continuo y a la cercanía y apoyo emocional de los otros. Idealmente, es el resultado de un funcionamiento personal equilibrado y creativo que realiza lo mejor del hombre en las relaciones sociales. Es el resultado de la capacidad para la realización óptima del potencial de un individuo para la vida en grupo. Significa rendimiento exitoso y satisfactorio. En un sentido general alude a atributos tales como madurez, estabilidad, realismo, altruismo, un sentido de responsabilidad social, integración efectiva en el trabajo y en las relaciones humanas. Implica confianza y coraje al enfrentar una experiencia nueva. Implica un sistema de valores en que el bienestar del individuo está vinculado al de otros; en otras palabras, implica preocupación por el bien común. Como se ha indicado, la salud mental es una cualidad de la vida, un proceso. Se logra gracias a una continua lucha en pro de una mejor adaptación personal. No puede ser mantenida en el aislamiento, porque es necesaria para la preservación de la unión emocional satisfactoria con los otros. No sólo le atañe la armonía interna sino también las relaciones óptimas de la persona, la familia y la sociedad. Implica la capacidad de crecer, aprender, vivir plenamente, amar y compartir con otros la aventura de la vida».

2. Rodríguez recoge diferentes aportes sistémicos sobre la percepción: «La percepción no es un reflejo pasivo de un mundo externo semejante a una fotografía en colores: más bien las informaciones recibidas quedan organizadas para construir un universo mediante un acto creador» (Bertalanffy, 1974). Bateson, en la misma línea de pensamiento, sostiene que «...cuando veo algo, o escucho un sonido, o gusto, es mi cerebro, o acaso debería decir mi mente, soy yo quien crea una imagen en la modalidad del órgano sensorial apropiado. Mi imagen es mi agregación y organización de información acerca del objeto percibido, agregada e integrada por mí de acuerdo a reglas de las que soy totalmente inconsciente» (Bateson, 1977). Maturana, de manera más radical que Bateson, remarca la absoluta independencia que tiene nuestra experiencia respecto a nuestra estructura: «No vemos el espacio del mundo, vivimos nuestro campo visual, no vemos los colores del mundo, vivimos nuestro espacio cromático» (Maturana y Várela, 1984).

3. Revisión del trabajo de Teresa Valdés, Ximena Concha y Patricia Ibáñez.

4. En nuestra experiencia los talleres de salud mental muchas veces forman parte de cursos o talleres laborales dirigidos a las mujeres. Siendo esto último su interés principal, se dificulta la apropiación de los contenidos relacionados con la salud mental.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 05abr02
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