José Pérez Hermosilla
Morir es la noticia

José Pérez Hermosilla:
Ciego, pero visionario


por Cora Cid Recabarren(*)
Nombre
José Leonardo Pérez Hermosilla
Lugar y fecha de nacimiento
Santiago, 8 de diciembre de 1941
Especialidad
Redactor de artículos de opinión
Lugar y fecha de muerte
Detenido desaparecido, fue arrestado el 5 de enero de 1974 en Santiago y probablemente, asesinado en Tejas Verdes en el mes de febrero de ese año.
Actividades
Periodista autodidacta del Programa Nacional de Comunicaciones del Agro, INDAP. Escribió artículos de opinión para explicar la coyuntura y qué es el fascismo en Las Noticias de Ultima Hora, La Nación y otros diarios. Fue dirigente de la Séptima Comuna del Partido Socialista.
Situación judicial (1996)
Causa radicada en el Primer Juzgado de Letras de San Antonio, Rol 5107111, en estado de sumario.


Más lento, José... ¡No soy una máquina!, reclamaba ante José Pérez un colega convertido en improvisado mecanógrafo, tratando de registrar lo que le dictaba atropelladamente, temiendo que sus palabras no alcanzaran a plasmarse en el papel.

Esta escena era cotidiana en la Oficina de Prensa de INDAP. José (el «Ciego Pérez» para sus amigos) no podía escribir a causa del glaucoma. Pero siempre, una mano amiga mecanografiaba sus ideas. Ingresó al Partido Socialista a los 14 años. Sus artículos conservados por la familia como preciados tesoros, traslucen esa temprana formación

Trinchera ideológica

José Pérez Hermosilla

A pesar de la enfermedad que le impedía escribir, fue un valeroso periodista de trinchera política durante el gobierno de Salvador Allende. Poco se sabe de su vida estudiantil y profesional. Sus padres ya murieron y, como hijo único, no tiene otros parientes que su viuda y sus dos hijos. Tampoco se conocen sus actividades laborales.

Estudió de niño en colegios de Melipilla. Y en 1971, emergió en el Programa de Comunicaciones del Agro, en INDAP. En las páginas de Última Hora, La Nación, El Siglo, El Diario de Malleco y Poder Campesino sus artículos desafían el olvido.

Trabajó junto a Miguel Rivas, Jefe de prensa de INDAP, en un destino común que se prolongó hasta la muerte. Fueron detenidos simultáneamente y ambos desaparecieron.

Conocí a José Pérez Hermosilla en el programa de comunicaciones, donde me desempeñé como subjefe. Era sensitivo y tenía una frente de intelectual soñador. Impaciente, nervioso, siempre quería todo apurado.

El "Ciego Pérez" superaba las limitaciones físicas viviendo a borbotones y derrochando su tremenda fuerza interior con su estilo alegre, tallero.

Ideólogo y periodista

La palabra «socialismo» lo hacía vibrar en las cuartillas que escribía para el universo campesino, en plena reforma agraria, con una situación crítica en el sector. Las expropiaciones de tierras improductivas adelantadas por la Corporación de Reforma Agraria (CORA) y la entrega de los predios a los campesinos agudizaban la confrontación permanente del gobierno con los latifundistas y la derecha. José Pérez registraba esa realidad en sus escritos, dirigidos de preferencia al sector campesino.

"Los fascistas se manifiestan en nuestro país saboteando la producción industrial, organizando bandas armadas para asesinar campesinos, desmantelando fundos, organizando asonadas y todo esto ocurre con el beneplácito de los llamados partidos de orden y de la "prensa libre'", afirmó en El Diario de Malleco, en noviembre de 1972.

Señalaba que el fascismo "surge en aquellos momentos y circunstancias en que la burguesía, es decir los dueños de la industria, la banca, el comercio y la tierra, es incapaz de detener el avance de los trabajadores mediante los mecanismos jurídicos tradicionales". José Pérez profetizó que los «defensores del orden y la ley» los atropellarían «cuando no les sirvan plenamente para la defensa de sus privilegios. Utilizarán los llamados mecanismos democráticos mientras les sirvan, pero los dejarán de lado en el momento que lo estimen conveniente. Se esfuerzan en provocar un golpe de estado o una guerra civil y continuarán haciéndolo".

La última Navidad, feliz

Casado con Yolanda Sáez desde 1965, al desaparecer tenía dos hijos: José Luis, que hoy tiene 30 años, y Tatiana, de 28. «Yo tenía 8 años cuando lo detuvieron --rememora José Luis--. Lo recuerdo alto, flaco, de carácter fuerte, a veces mal genio, nervioso, gran fumador». Atravesando el tiempo, recuerda la última Pascua feliz de 1978: "Nos compró hartos juguetes que dejó en una cuna. Para mí venía una pistola del Llanero Solitario y con ella, probé puntería en un ojo de mi hermana... ¡Hasta hoy recuerdo sus gritos!»

"Hijo de tigre", se incorporó de pequeño a la vida política: "No nos perdíamos concentración. Papá me llevaba a todas y en la última, me regaló un casco y un bastón. Como era muy distraído, detuvo la marcha porque tenía los zapatos cambiados». Con regocijo evoca otros recuerdos: "Las chiquillas juntaron guarenes en las poblaciones y, desde el Cerro Santa Lucía, los tiraban a las viejujas de la famosa marcha de las "cacerolas vacías». Todavía me acuerdo de sus chillidos y carreras. ¡Qué época más linda!".

La ceguera de su padre originaba múltiples bromas, algunas muy pesadas: "Como no veía los letreros de las micros, una vez lo subieron a una que iba a La Bandera, pero nosotros vivíamos en sentido contrario, en el barrio Bellavista..." El glaucoma llegaría a provocarle la pérdida total de la visión. Sus compañeros gestionaban un viaje a España para tratarse. "Tenía muchas esperanzas en esa operación que le haría el doctor Verdaguer", dijo con tristeza José Luis.

Un hombre querido

Yolanda Sáez: "José hacía el bien a quien podía. Era muy querido. Su vida era la política. Aunque no pasaba en la casa, siempre respondió como marido y como padre. En 1971 su enfermedad se agudizó, pero se las ingenió para trabajar. A menudo salíamos a comer, al cine o al teatro. Para mí cumpleaños siempre me tenía un lindo regalo. Nunca tuve problemas con él. Nos respetábamos y queríamos mucho".

Cuenta Yolanda que a José le gustaba conversar y tenía muchos amigos. Era un orador convincente que llegaba a la gente. Quiso integrar a sus hijos a compartir sus sueños de un mundo más solidario y justo para todos.

La vida sin José

Al revivir los días posteriores a la detención, a Yolanda la embarga la angustia que no abandona desde el 4 de enero de 1974: "Al principio fue muy duro. Había días en que no teníamos qué comer. En una ocasión nos salvamos con once escudos de José Luis". Tuvo que deshacer su casa, vender todo. Sus suegros se hicieron cargo de los niños mientras ella trabajaba. Arrendó una pieza para vivir, mientras intentaba superar el dolor.

Tomó cuanto trabajo se presentara, mientras seguía un curso de paramédica en Caritas. Cuidaba enfermos, limpiaba oficinas, se desempeñaba como secretaria. "Hice de todo. Antes, nunca necesité trabajar fuera de casa, porque a José no le gustaba. Pasaron los meses y la tristeza me inundaba. Estuve muy enferma. Dos veces intenté suicidarme. Cada cierto tiempo me siento bajoneada. Reúno fuerzas, pero luego de unos meses vuelvo a lo mismo. Arruinaron mí vida para siempre".

Sus hijos y nietos son su mejor antídoto contra los malos recuerdos: "¡Ellos llenan mi vida y me dan razones para existir!". Pero todavía no sabe dónde están los restos de José Pérez. "Moriría tranquila, si supiera dónde está mí marido".

La detención

El 3 de enero de 1974 José se levantó temprano, como siempre. A las 11 horas lo esperaban sus cinco amigos y compañeros de INDAP: el periodista Miguel Rivas, los empleados administrativos José Medina y Julio Parraguez, la secretaria Rebeca Espinoza, que concurrió con sus dos hijos y una nieta. El encuentro en la Plaza de la Constitución marcó con sello indeleble a quienes concurrieron a la cita. Lo que ocurrió se conoce por el testimonio de quienes sobrevivieron a la prisión y tortura.

Al mediodía, civiles adscritos a la Fuerza Aérea detuvieron a cuatro de los miembros del grupo. A la media hora fue arrestado el administrativo Julio Parraguez. Al recuperar la libertad contó que fueron llevados a la Base Aérea de El Bosque donde los torturaron e interrogaron sobre sus actividades políticas y laborales.

El fin

Al tercer día fueron trasladados al regimiento de Tejas Verdes. José, Miguel y Julio compartieron una barraca con estudiantes universitarios. Cinco días más tarde se llevaron a los dos periodistas. Nunca más se les volvió a ver. Se transformaron en detenidos desaparecidos.

A Julio Parraguez y José Medina les correspondió la misma barraca. Después llevaron a Miguel, casi moribundo. Lo trasladaron al Hospital de San Antonio y luego se lo llevaron con destino desconocido. También está desaparecido. Los hijos y la nieta de Rebeca fueron liberados, pero también ella está desaparecida. De los cinco funcionarios de INDAP que se reunieron en la plaza de la Constitución, sólo sobrevive José Medina. Julio falleció a consecuencia de los maltratos recibidos en Tejas Verdes.

Otro testimonio de la presencia de Pérez en el regimiento del coronel Manuel Contreras, el primer jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), lo entrega Emilio Rojas en su libro Tejas Verdes. El periodista también declaró ante la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

La búsqueda

A tres días de la detención de José, por una llamada de un hombre que no se identificó, Yolanda supo que su marido estaba en la Base Aérea de El Bosque y que necesitaba ropa, útiles de aseo, remedios para la vista y vitaminas. Concurrió con lo solicitado, la guardia le confirmó su presencia, pero no pudo verlo. "En dos días más", le dijeron. Regresó con Delfina Hermosilla, la madre de José, pero lo habían entregado a la DINA.

En el ministerio de Defensa les "informaron" que estaba en interrogatorios. Las angustiadas mujeres se dirigieron a la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos (SENDET). Un "comandante Correa" les confirmó que lo tenía la DINA y que su liberación se produciría en tres meses más. La desesperada madre acudió en septiembre al general Sergio Arellano Stark. En noviembre le respondió que su hijo no fue ubicado.

Amenazas

Mientras Yolanda seguía buscando, cinco civiles armados con metralletas irrumpieron en su vivienda. Los pequeños hijos, al cuidado de una arrendataria, fueron interrogados sobre el paradero de su padre. Quedaron en estado de shock.

Al día siguiente, otro sujeto allanó la casa, esta vez en presencia de Yolanda. La interrogó sobre actividades, militancia y visitas de su marido. Terminó recomendándole que se fuera del país.

A mediados de febrero, otro hombre que apareció en su casa de Bellavista le comunicó que José había muerto en Tejas Verdes, dos semanas antes. Esta información coincidió con su salida de la cabana que compartía con Julio Parraguez, según los sobrevivientes.

Justicia atada

En marzo de 1974 José Pérez Hermosilla figuró en un recurso de amparo colectivo presentado ante la Corte de Apelaciones de Santiago. Fue rechazado e inmediatamente apelado. Casi un año después, el 5 de enero de 1975, se designó ministro en visita a Enrique Zurita Camps.

El magistrado instruyó un proceso. El 50 de abril concurrió a declarar Delfina Hermosilla, pero los oficios del tribunal indagando sobre los detenidos sólo tuvieron respuestas negativas de las autoridades. Los procesos por la desaparición de los dos periodistas del INDAP se acumularon. En septiembre de 1975, sin mayores indagaciones, se cerró el sumario por no poderse adelantar más en la investigación» y el caso de José Pérez fue sobreseído, entre otros 95 procesos, temporalmente.

Durante años todas las diligencias solicitadas fueron rechazadas. En febrero de 1991, la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación remitió al Primer Juzgado de San Antonio los antecedentes de la desaparición de José y de otras 21 personas de Tejas Verdes. La causa 51071-11 se encontraba "en sumario" en septiembre de 1996.

Homicidio calificado

En julio de 1991, la familia interpuso una querella por secuestro agravado, aplicación de tormento y rigor innecesario, incomunicación prolongada, detención arbitraria y presunto homicidio calificado. Se incluyó un documento que reconoce oficialmente el arresto de Pérez, firmado por el general de Aviación Mario Vivero Ávila.

Los querellantes solicitaron esclarecer las responsabilidades del doctor Vittorio Orvieto y del segundo jefe de Investigaciones de San Antonio, Nelson Valdés Cornejo, acusados por testigos como torturadores de Tejas Verdes. Valdés, designado alcalde de Cartagena entre 1984 y 1988, negó los cargos.

No a la muerte presunta

En busca de las huellas de su padre, José Luis se enteró que en el sector denominado El Atalaya, en Bucalemu, estaba uno de los lugares de ejecución. Versiones de lugareños y ex prisioneros de Tejas Verdes indican que allí se mataba a personas cuyos cuerpos eran lanzados al río Rapel. Intentó visitar Bucalemu pero los militares le impidieron el paso.

José Luis relata que sólo en 1991 firmó la querella por secuestro porque antes de 1990 no se podía avanzar. "Y la firmé porque el delito de secuestro y desaparición no puede ser amnistiado".

La familia no firmará la muerte presunta porque admitiría la muerte de José, y se habilitaría la aplicación de la Ley de Amnistía. Pasan y pasan los años pero no abandonan la esperanza de justicia y verdad. Confían en que un día, más temprano que tarde..., podrán colocar una rosa sobre su tumba, una rosa que sólo podrán ver florecer los que ven con los ojos del corazón.


Cora Cid Recabarren, periodista, trabajó durante la campaña electoral de Salvador Allende. Bajo su gobierno estuvo en la Oficina de Información y Radiodifusión de la Presidencia y en el INDAP. Actualmente es docente del Instituto Profesional Los Leones.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 09nov01