Serie Opinión y Perspectiva
Servicio militar obligatorio: una mirada psicológica

Rosella Baronti Barella, psicóloga.
Programa de Protección y Asistencia, Codepu.

Introducción

Aunque estamos conscientes de que históricamente en nuestro país ha existido discriminación y abuso en torno al Servicio Militar Obligatorio y que muchas veces, estando nuestros jóvenes enfrentados a la obligación de cumplirlo, buscamos soluciones individuales; es sólo a partir de 1990, con la llegada del primer gobierno de la Concertación, que el tema del Servicio Militar Obligatorio emerge públicamente como situación atentatoria a los derechos de los jóvenes.

El conocimiento de la historia reciente, así como la pérdida del miedo y el mayor acceso a espacios públicos no vedados, explican en alguna medida el mayor grado de conciencia de la población acerca de sus derechos. Además, como se viene sosteniendo desde hace un tiempo, el cambio demográfico en la población, ha traído mayor acceso a la educación superior y técnica, generando nuevas expectativas de futuro para la población juvenil. A lo que se agrega un cambio valorice en la juventud respecto de la violencia y la instrucción armada.

Todos estos factores podrían explicar en parte, el surgimiento de esta nueva demanda social, que se inserta así en la lucha de sectores sociales por el respeto a los Derechos Humanos.

Es en este contexto, y a partir también del inicio de la transición democrática, que Codepu se enfrenta por primera vez con denuncias que jóvenes conscriptos efectúan respecto a la tortura y a los tratos crueles, inhumanos o degradantes a que estaban siendo sometidos al interior de las unidades militares en el cumplimiento de su Servicio. Por lo tanto, el tema del Servicio Militar Obligatorio, es también nuevo en el campo de nuestra experiencia como organismo de derechos humanos y nos ha obligado a iniciar un proceso de reflexión sobre este fenómeno desde la Doctrina de Derechos Humanos.

El análisis nos llevó a descubrir que, pese a la emergencia de estas denuncias en nuestro país recién en la década de los 90, y de su debate público hace un par de años, el Servicio Militar Obligatorio, así como el cuestionamiento al carácter de las Fuerzas Armadas, fue objeto de preocupación y análisis desde hace mucho tiempo en la humanidad.

Sabemos que ya Montesquieu en "El Espíritu de las Leyes" aborda el fenómeno y sus implicancias ético-morales. Kant, también se refería a los peligros que trae consigo la existencia de ejércitos profesionales, tanto para la creciente competencia armamentista que su existencia desata, así como por la violencia que aplica sobre la dignidad de la persona humana.

Grandes pensadores y científicos de nuestro siglo se vieron conminados a pronunciarse y actuar respecto a algunas de las consecuencias generadas por la existencia de "lo militar", como parte del poder de las naciones. B. Russell objetó en conciencia -lo que le significó la cárcel- ante la imposición de participar en la Primera Guerra Mundial y A. Einstein planteaba la esperanza de la desaparición del servicio militar como obligación para los ciudadanos.

En nuestro país los antecedentes históricos aparecen confusos. Se señala que hacia principios de siglo habría existido el primer Objetor de Conciencia frente al Servicio Militar y más recientemente, sin duda, el joven conscripto Nash constituye un ejemplo de Objeción de Conciencia. (1)

Existen otros ejemplos que podríamos traer al recuerdo para remarcar cómo la problemática a la que nos estamos enfrentando trae una larga historia tras de sí que, como tantas otras historias de la lucha de los hombres, se encuentra olvidada.

Pues bien, hoy las circunstancias históricas por la que atraviesa nuestro país, nos interpela como seres humanos a reconocer este fenómeno y a intentar exponer algunas reflexiones que nos permitan, en principio, esbozar las múltiples consecuencias que para la vida material y espiritual de los hombres y mujeres tiene la existencia del Servicio Militar Obligatorio.

Como es de suponer, un abordaje integral del tema considerando todas las dimensiones que éste encierra, excede con mucho las pretensiones de este artículo. Intentaremos, por tanto, mostrar algunas breves reflexiones, surgidas a la luz de la experiencia, que nos permitan al menos iniciar un debate a este respecto.

La complejidad del fenómeno

Enfrentados en 1990 al primer joven que nos entregaba su testimonio respecto de la tortura vivida por él al interior de un Regimiento en el cumplimiento de su Servicio Militar, efectuamos las diligencias jurídicas necesarias, las denuncias a los organismos y autoridades pertinentes y le entregamos la atención médica psicológica que necesitaba. Sin embargo, la complejidad de la situación y las múltiples miradas que existen para abordarla, nos motivó a iniciar un proceso de investigación y análisis en torno a este fenómeno.

A partir del estudio de esta "nueva" problemática, pudimos constatar que la imposición del Servicio Militar conlleva innumerables consecuencias, que exceden el "atropello a la voluntad" por la obligatoriedad de un acto, como ha sido puesto de manifiesto por algunos sectores. Al situarnos en una perspectiva más global encontramos múltiples dimensiones que se entrelazan en la base de este fenómeno: sociales, políticas, económicas, psicológicas, ideológicas, entre otras.

Desde una perspectiva social constatamos la grave situación de discriminación que se origina producto de las influencias que tienen los sectores medios y altos del país, para hacer posible que "eximan" a sus hijos de esta obligación. De tal manera que quienes cumplen en realidad con su Servicio Militar son, en su mayoría, jóvenes provenientes de los sectores más populares. Sin embargo, son estos mismos jóvenes los que muchas veces manifiestan su deseo y decisión de cumplir con esta obligación, pues ello les ofrece alguna alternativa de cambio en sus vidas o, al menos, les asegura sus necesidades básicas. Es decir, a los jóvenes pobres de este país no les queda otra posibilidad que aceptar la conscripción obligatoria como una forma de escapar de la situación de marginalidad y miseria en que se encuentran.

Junto a lo anterior, en nuestra sociedad -y también es mayoritario en los sectores populares- existe la creencia o representación respecto a que el Servicio Militar Obligatorio facilita "hacerse hombre", "ordena" o "educa".

Los padres, que ven a sus hijos sin grandes expectativas -y además como es propio de su etapa de desarrollo se muestran rebeldes- consideran al Servicio Militar Obligatorio como una buena opción que "enderezará" a su hijo. Sin embargo, más allá de estas particulares condiciones de un sector de la población, el adulto chileno tiene en general una buena apreciación respecto del cumplimiento de este deber. La diferencia la muestran los jóvenes. En efecto, la encuesta realizada en 1991 por Flacso señala que los ciudadanos mayores de 40 años de la región metropolitana son partidarios en un 70% del Servicio Militar Obligatorio, a diferencia de los jóvenes que no han hecho su Servicio Militar, los que en un 63% manifestaron que no les gustaría hacerlo. A la vez, en la misma encuesta cerca del 80% de los jóvenes criticaban el hecho de que interrumpe sus estudios. (2)

Si analizamos el Servicio Militar Obligatorio desde una perspectiva política, podemos señalar que la obligatoriedad de éste se relaciona con la supuesta necesidad de defensa que se argumenta desde el Estado. Se afirma que debemos contar con el contingente necesario en caso de un enfrentamiento bélico. Considerando el contexto mundial, que si bien -discursivamente al menos- pareciera avanzar hacia la desmilitarización y a la resolución pacífica de conflictos, continúa en la estructura de Estados Naciones una política de Defensa. El General Nilsen sostiene: "Teniendo presente que nada favorece más al desarrollo y su resultado práctico -el crecimiento- que la paz permanente, se debe considerar el conflicto como una realidad que siempre está presente..." (3) Es decir, la eventualidad de un conflicto bélico no ha desaparecido y ello nos obligaría como Estado a contar con un contingente preparado para la guerra, dado que "...la guerra, es un hecho social, último recurso de la política, que se inicia por la voluntad política del conductor de una nación, que es ejecutada por las FFAA, las que para tener éxito en el logro del objetivo político, deben haber sido instruidas, entrenadas y equipadas durante la paz." (4)

Si bien esta argumentación parece realista respecto de la situación política mundial, no se sostiene en lo que dice relación con la preparación de jóvenes para la guerra, desde las propias argumentaciones de los especialistas en esta materia. Se sabe que puestos en el escenario de una confrontación, la intervención eficaz para la Defensa pasa principalmente por contemplar un mando único de las tres ramas de las FFAA (5), de modo que se actúe coordinada e integradamente, y por el potencial tecnológico del armamento. Es decir, no es precisamente el contingente humano el que decide el éxito de una guerra, como pudo haber sido en otras épocas.

Estamos conscientes -como lo señalan los propios militares- que la tecnologización de las Fuerzas Armadas podría implicar mayores recursos económicos, con los cuales no se cuenta. Sin embargo, este punto también se torna controvertido, puesto que no tenemos como sociedad civil pleno conocimiento de la cantidad y uso que se le da a los recursos ya asignados que, como se sabe, no son menores. Al mismo tiempo, sería necesario saber qué cantidad de gastos del presupuesto representan los cerca de 30 mil jóvenes que se preparan año a año en los regimientos.

Paralelo a lo anterior, y más allá del tema económico, cabe preguntarse qué sentido tiene preparar a los jóvenes si a priori se sabe que ello no nos asegura la defensa. Hay que considerar además el riesgo en que eventualmente estaríamos poniendo a nuestros jóvenes si se vieran enfrentados a una situación de combate, sin gran tecnología y en una situación desventajosa. ¿Repetiríamos las Malvinas en nuestro territorio?

Por otra parte, también sabemos que enfrentados a la eventualidad de un conflicto los países limítrofes no cuentan con mejores condiciones de armamento. Incluso Argentina, sólo cuenta con ejército profesional. Es decir, el viejo argumento del equilibrio de los ejércitos de la zona y de que ninguno de ellos aceptaría desechar el servicio militar obligatorio ya no tiene vigencia.

A lo anterior se agregan ciertas argumentaciones que señalan la falta de compromiso de la ciudadanía frente a un tema que nos involucra a todos. Se habla de la pérdida de valores, como la solidaridad hacia los otros, el compromiso para con la patria, el entregarse generosamente, etc. Es así como en el Seminario que ya hemos mencionado, el Capitán de Navío E. Cordovez Pérez, apela al trasfondo valorice implícito en el cumplimiento del Servicio Militar Obligatorio por parte de los jóvenes, sosteniendo que: "En la sociedad globalizada contemporánea, donde se privilegia cada vez más la exigencia de los derechos sobre el cumplimiento de los deberes, también se ha incubado un modo de ser hedonista que no acepta renunciar a las múltiples comodidades que ofrece el mercado. Así, el sentido altruista y abnegado del servicio a los demás, en condiciones de austeridad e incomodidad, pareciera estar muy alejado del diario quehacer". (6)

En principio, compartimos sin duda este planteamiento. Hemos sido principalmente los organismos de derechos humanos quienes hemos levantado la voz frente al tipo de sociedad que estamos construyendo. Pero nos llama poderosamente la atención que sea justamente el sector militar quien apele a esta fundamentación, en circunstancias que fueron ellos mismos los que instauraron en el país un modelo económico de libre mercado, que lleva aparejado los anti valores a que se refiere el Capitán Cordovez Pérez. Al mismo tiempo, resulta poco ético pedir o esperar gestos altruistas y solidarios de la población juvenil frente a un Estado que carece de una actitud semejante respecto de ellos y, más aún, que aparece cada vez más debilitado en el rol que le cabe como garante de derechos fundamentales como salud, vivienda, educación, dejando en manos del mercado la regulación de éstos.

De esta forma, si nos adentramos en una discusión moral o valórica, es mucho lo que habría que señalar respecto de las fuerzas armadas de nuestro país. Sin embargo, para saltar toda contingencia política reciente, podemos retroceder en el tiempo y citar a uno de los filósofos más importantes de la modernidad, como es I. Kant, el cual ya en su época expresaba respecto de los ejércitos: "Los ejércitos permanentes son una incesante amenaza de guerra para los demás Estados, puesto que están siempre dispuestos y preparados para combatir. Los diferentes Estados se empeñan en superarse unos a otros en armamentos, que aumentan sin cesar. Y como, finalmente, los gastos ocasionados por el ejército permanente llegan a hacer la paz aún más intolerable que una guerra corta, acaban por ser ellos mismos la causa de agresiones, ... el tener gentes a sueldo para que mueran o maten parece que implica un uso del hombre como mera máquina en manos de otro -el Estado-, lo cual no se compadece bien con los derechos de la humanidad en nuestra propia persona". (7)

Asimismo, se hace necesario mencionar el marco ideológico en el cual se asientan nuestras fuerzas armadas y que se relaciona con la adhesión a la Doctrina de Seguridad Nacional (8), que se gesta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y del establecimiento de la Guerra Fría, y que tan bien conocimos de su aplicación en nuestros pueblos latinoamericanos durante las últimas décadas.

Hoy en día la oposición este-oeste ya no existe y, más aún, se podría visualizar una homogenización político-económica en el planeta. A su vez, la dominación abierta que se impuso a nuestros pueblos con la finalidad de mantener en ellos las condiciones propicias para el desarrollo de las políticas económicas funcionales al modelo neoliberal, por el momento parecieran no ser necesarias -al menos explícitamente- . Pero la concepción ideológica de amigos y enemigos internos al interior de la nación sigue operando en las prácticas de los ejércitos, lo que constituye un peligro permanente para toda la ciudadanía y, en este caso particular, para cada joven que ingresa a estas instituciones. La posibilidad de que el conscripto sea calificado de "enemigo interno" conlleva graves consecuencias físicas y psicológicas, como lo hemos comprobado en nuestra asistencia a los jóvenes torturados.

Creemos, a la vez, que la internalización de esta ideología (al menos en los mandos inferiores) en la mayoría de los casos no es consciente y, más allá de ella, ha sido el contexto socio-político en que han actuado en las últimas décadas los organismos armados del país -con un poder absoluto y con la impunidad que ha rodeado sus actos- lo que les ha otorgado una posición de omnipotencia ante cualquiera que se les oponga.

Unido a esta Doctrina se encuentra el tema del Militarismo, el cual, como muchas veces se entiende, no pasa exclusivamente por la posesión de armamento (armamentismo) o necesariamente por la instalación en el gobierno de miembros de las Fuerzas Armadas, sino que es "el intento de hegemonía del aparato militar, del conjunto de la Fuerzas Armadas, sobre la sociedad en su conjunto". (9) Es decir, es una concepción que apunta a la autonomía del aparato militar y a rehuir el control que los civiles pueden ejercer sobre las instituciones armadas. El militarismo, entonces, se puede sostener con sólo ubicarse en lugares estratégicos, manteniendo la autonomía necesaria y, por tanto, detentando un poder real aunque no visible.

Considerando lo señalado hasta aquí, podemos ver que el tema del que tratamos permite múltiples miradas y acercamientos. Hemos esbozado algunos elementos que se relacionan con la discriminación social; con la situación en que nos sitúa la concepción de la Doctrina de Seguridad nacional; mencionamos también los efectos o consecuencias económicas para el Estado producto del gasto en preparación militar -sin nombrar la compra de armamentos-. Sin embargo, queremos hacer algunas reflexiones sobre un aspecto que creemos es anterior a los mencionados, que dice relación con el sostenimiento de una determinada ideología, que va más allá del campo específico de la Guerra o de las instituciones armadas y que apunta al fortalecimiento de un sistema social particular y de un determinado Poder.

Llegados a este punto, la pregunta que cabe entonces es: ¿qué requiere el Poder del Sistema (político-económico) para mantenerse y lograr condicionar, reprimir y/o manipular a las personas en un determinado sentido, útil a sus intereses?.

Creemos, y así lo han sostenido muchos teóricos a través de la historia, que el Ejército permanente es uno de los aparatos del Estado que apunta a estos fines. Si bien es cierto que la principal finalidad de un Ejército debiera ser el mantenimiento a resguardo de la soberanía de un Estado de las agresiones externas, sabemos que éstos han pasado a formar parte del aparato de dominación social, sometiendo a sus pueblos cuando es necesario, o adoctrinando a su población "pacíficamente" a través de diversas técnicas, una de las cuales sin duda es el Servicio Militar Obligatorio.

Hay que considerar la vigencia que cobra hoy esta perspectiva, dado el contexto de globalización económica (10), donde las fronteras nacionales se diluyen. ¿Cuál es el papel que les cabe a los Ejércitos en este nuevo contexto mundial?, ¿será acaso el rol de garantes de la tranquilidad social que asegure el éxito del modelo económico?

Montesquieu ya visualizaba el peligro que para los propios conciudadanos puede representar el Ejército Profesional, señalaba a este respecto: "para que el Ejecutivo no pueda oprimir, es preciso que los ejércitos que se le confíen sean pueblo y estén armados del mismo espíritu del pueblo. Y para que así suceda sólo existen dos medios: que los empleados en el ejército tengan bienes suficientes para responder de su conducta ante los demás ciudadanos y que no se alisten más que por un año como se hacía en Roma, o si hay un cuerpo de tropas permanente, constituido por las partes más viles de la nación, es preciso que el poder legislativo pueda desarticularlo en cuanto lo desee, que los soldados convivan con los ciudadanos y que no haya campamentos separados, ni cuarteles ni plazas de guerra". (11)

Sabemos que la Doctrina de Seguridad Nacional es totalmente opuesta a ese espíritu del pueblo que aconseja el autor, la historia así lo demuestra.

En este sentido pensamos que uno de los objetivos del Servicio Militar Obligatorio es llevar a una gran cantidad de jóvenes a un tipo de adiestramiento que apunta a consolidar en el aparato psíquico determinados rasgos o características, que luego se exteriorizarán en el carácter del individuo. Compartimos con Francisco Huneeus su preocupación por la falta de reflexión en nuestro país "sobre las condiciones psicosociales que prevalecen en las instituciones que forman a las personas, que dadas las condiciones, caen en la perpetración de atrocidades y crueldades innecesarias". (12)

A este respecto cabe preguntarse: ¿qué acontece al interior de una institución para que personas con características normales, como cualquier otro ciudadano de este país, se transforme en un sujeto capaz de cometer crímenes tan atroces como los que nuestra historia reciente conoce?

Sin duda, esta interrogante hace necesaria la reflexión -como señalan los autores mencionados- respecto de adentrarse en el estudio del "mal de grupo" (narcisismo grupal), para preguntarnos por las razones y los mecanismos psicológicos que explican estas conductas. Análisis que deberemos efectuar como país.

Sin embargo, lo que ahora nos urge es reflexionar sobre el aprendizaje que en este contexto referido, están recibiendo los jóvenes de nuestro país. Es decir, ¿qué pasa con sus personalidades y aparato psíquico a la hora de ingresar a estas instituciones y luego, cuando salen de ellas?

La ciencia psicológica -y en ella casi todos los enfoques teóricos, énfasis más o menos- coinciden en señalar la existencia de determinados momentos en la historia del desarrollo humano que son cruciales, en tanto períodos de crisis o de saltos cualitativos, en el proceso evolutivo de la persona. La adolescencia o etapa juvenil (como la definen algunos autores), es precisamente uno de estos momentos cargados de dinámicas y cambios. (13)

Algunas conceptualizaciones a este respecto apuntaban a destacar el papel cuestionador, la confrontación con lo establecido, el buscar cosas nuevas. Jean Piaget sostenía, a partir del desarrollo intelectual, que el joven "había desarrollado la capacidad de reflexionar y la ejercía en la contradicción del universo de ideas que se le proponía y en la construcción de otro". (14) E. Erickson centraba el devenir adolescente en torno a la búsqueda de sí mismo "el adolescente era fundamentalmente alguien en busca de su identidad. La pregunta ¿quién soy yo? era la más angustiante y también la más importante que podía hacerse... la adolescencia constituye un regenerador vital en el proceso de evolución social, porque la juventud puede ofrecer su lealtad y sus energías, tanto para la conservación de lo que continúa considerando verdadero como para la corrección revolucionaria de lo que ha perdido su significación regenerativa". (15)

Según algunos teóricos hoy en día la noción de adolescencia quedaría puesta en revisión; dados los cambios culturales y políticos ocurridos en las últimas décadas y por la influencia de una "cultura postmoderna", que impone a los jóvenes "un collage en lo referente a la identidad, crisis en los valores, ambigüedad sexual, hedonismo...". (16)

Sin duda el momento histórico influye en las formas, en las manifestaciones que adquieren los procesos internos que se generan. Podemos ver "hedonismo" o "crisis de valores" como se refiere, pero también cabe preguntarse si éstas no son una de las tantas formas que tienen los adolescentes para expresar su disconformidad.

Sin olvidar que el contexto particular y los cambios socio-culturales incidirán en las formas que adquieren las dinámicas en despliegue; pensamos que las profundas e importantes transformaciones que se generan al iniciarse la pubertad (cambios hormonales, adquisición de nuevos niveles cognitivos, variaciones físicas) y todo el proceso que se deriva de éstas hasta llegada la adultez, contienen procesos similares a los ocurridos históricamente, en términos de contenidos, aunque sus expresiones varíen.

A pesar de las conductas muchas veces inexplicables de los jóvenes en cuanto a comportamientos, gustos, vestimenta y actitudes (influidos por el entorno cultural), éstas caminan en búsqueda del sentido de pertenencia, de la constitución de una identidad propia, de la adquisición de una moral autónoma, la que alcanzarán luego de un cuestionamiento de los parámetros establecidos y las normas sociales. Estamos conscientes que la sociedad actual dificulta enormemente estos procesos, sobre todo por las nuevas influencias que llegan, desde la "cultura postmoderna", como sostienen algunos autores. Sin embargo, en nuestro país esa influencia aún no es internalizada absolutamente. Más bien se observa un debate interior en los jóvenes en el cual, por una parte buscan la imitación fácil sin cuestionamiento, adoptando patrones culturales ajenos y por otra parte, intentan desesperadamente encontrarse a sí mismos, en un sistema que los mueve a sentirse solos, sin referentes y sin sentidos.

Por lo mismo es que consideramos que ese proceso de reflexión, que implica un profundo análisis interior, un encuentro consigo mismo y con la realidad que lo circunda -y que debiera concluir en el establecimiento de ciertos principios y valores autónomos, a la manera de lo que Kolberg denominaba "moral post-convencional"-es indispensable para potenciar las plenas capacidades con que cuenta el ser humano.

La dificultad de vivenciar esta dinámica auténtica se refleja toda vez que, frente a ciertos intentos de oposición a lo que experimentan contrario a su sentir, la presión o re-presión social (principalmente por los medios de comunicación) los lleva a transformar su crítica en simples expresiones de rebeldía pasajera. En general podemos apreciar que los jóvenes ingresan a la adultez asumiendo conductas adaptadas y adquiriendo las responsabilidades propias de los adultos sin grandes dificultades aparentes, coherentes con lo actuado por la mayoría.

En el caso inverso, cuando producto de un acto de conciencia y en búsqueda de su propia coherencia, los jóvenes expresan esta dinámica interna y la defienden, opera la represión (simbólica o real) que buscará someter su voluntad.

Hasta hace un tiempo atrás los agentes socializadores que rodeaban al sujeto en los años previos a la adolescencia eran quienes imponían las normas, dictaban lo correcto y señalaban el modelo ideal al que debían llegar. Los padres primero y luego los educadores eran los encargados principales de efectuar esta labor. Por ello en la juventud el enfrentamiento era hacia esos agentes y sus pautas.

Los cambios culturales y económicos acaecidos en los últimos tiempos han llevado a un debilitamiento de la familia y a una inoperancia del sistema educativo. Así, los jóvenes quedan expuestos principalmente a la influencia de los medios de comunicación. "La organización represiva de los instintos parece ser colectiva y el ego parece estar prematuramente socializado por todo un sistema de agentes y agencias extrafamiliares. Desde el nivel preescolar, las pandillas, la radio y la televisión; las desviaciones del modelo son castigadas no tanto dentro de la familia como fuera de ella y en su contra". (17)

En esta etapa de la vida, con las transformaciones y cambios internos del sujeto, en un contexto social ambiguo, complejo y contradictorio, que le dificulta encontrar referentes, el joven es obligado a someterse a un sistema: el Servicio Militar, que justamente actúa en oposición a esa dinámica natural y que, además, se erige como el sostenedor de valores que en la práctica social no ha encontrado.

Todo este entorno de contradicción e incoherencia en que ha crecido, que culmina con su ingreso a una institución armada, más allá de las prácticas de violencia que se le pudieran imponer, lo llevan a un profundo quiebre, a una confusión interna, a una desestructuración de su sí mismo. Así lo hemos podido constatar en los casos que hemos atendido como institución.

La dominación material y objetiva a la que se les somete es sostenida por la subjetividad. Es en el aparato psíquico donde se instauran condiciones que permitirán la reproducción de las condiciones existentes; es decir, las condiciones subjetivas sostienen las objetivas, "...la represión desde afuera ha sido sostenida por la represión desde dentro: el individuo sin libertad introyecta a sus dominadores y sus mandamientos dentro de su propio aparato mental". (18) Por su parte, Freud ya sostenía que "la fortaleza con la que el Poder nos contiene no está afuera sino sitiándonos desde dentro de nosotros mismos, instalada en el dominio llamado 'interior', organizando con su aparato de dominación nuestro propio aparato psíquico". (19)

Por tanto, este análisis que se inicia a partir de la experiencia, nos lleva a pensar que la acción de la sociedad sobre el joven, a través de sus instituciones, no es casualidad. No es aleatorio el que personas, en una etapa de transformaciones tan fundamentales para todo su desarrollo posterior, sean sometidos justamente a este adiestramiento con las características descritas. En la eventualidad que la socialización haya actuado débilmente en la instauración de las normas sociales, el ejército reforzará lo que falte.

Hay que recordar además lo que ya hemos señalado: para quienes ha devenido una obligación el Servicio Militar es para los jóvenes de los sectores de más bajos ingresos. ¿Será casual también que a las Instituciones Armadas no les preocupe la "falta de patriotismo" de los sectores altos y medios altos?, ¿o será que ellos no requieren de este adiestramiento?

Pues bien, este adoctrinamiento militar, esta búsqueda de homogenización y domesticación de los jóvenes, constituye el último eslabón de una serie de actos destinados a formar en un determinado sentido a la población. Con ello se busca moldear, estatuir, fijar las normas que el sistema ha establecido como correctas, dejando en la interioridad del sujeto una huella de sometimiento al poder que permitirá, ahora desde la propia persona, el mantenimiento de un modelo político-social.

Así, la instrucción militar entra a este circuito para culminar la labor o para reafirmarla. Ahora el poder se manifiesta abierta y explícitamente, y con todo el rigor se instaura la Ley. El ejército, como un gran padre, termina el trabajo de adoctrinamiento que necesita el joven para luego actuar como el ciudadano que el sistema necesita.

De esta forma, el entrenamiento militar permite la articulación y organización del "aparato psíquico". La transformación del sujeto en objeto, sometiéndolo a practicar respuestas mecánicas, a aceptar sin cuestionamientos, a formarse y uniformarse de una cierta manera. Terminará por provocar que la persona humana exprese en sus acciones cómo "la sociedad se ha interiorizado hasta tal punto en él (sujeto) que éste aparezca congruentemente integrado dentro de la re-producción del sistema que lo produjo". (20)

Visualizamos como fundamental, por tanto, que los sujetos jóvenes vivencien lo más plenamente posible este proceso de autonomía, de independencia y de cuestionamiento a lo establecido; potenciando sus capacidades de creatividad, innovación y constitución de su propio marco valorice.

No ocurriendo, o siendo obstaculizado el proceso de desarrollo, u obligándolos a actuar contrariamente a sus necesidades, podríamos aventurarnos a señalar que estaremos en presencia de una "patología" individual o social. "Es patológica la conducta donde el obstáculo que la desvirtúa y le sustrae su expansión libidinal aparece oculto, no visualizado, no comprendido, y por lo tanto donde los poderes del propio cuerpo o del 'cuerpo común', son desconocidos para sus sujetos, los cuales dirigirán la violencia contra sí mismos pero no contra el dominador exterior". (21)

De este modo, pensamos que no es casualidad que conscientes de que la eficacia para una guerra camina por otras soluciones, o incluso la inexistencia de esa posibilidad dado el contexto mundial actual, se siga forzando el ingreso de jóvenes a la instrucción militar.

En este mismo sentido, consideramos trascendente el que hoy existan grupos de jóvenes que planteen su derecho a la Objeción de Conciencia. Más allá de que constituya la solución al problema -pues creemos que ella debiera avanzar por cuestionamientos más globales y profundos- el acto humano de reivindicar sus convicciones y creencias apunta precisamente a fortalecer la identidad y la autonomía moral, paso indispensable para la conformación de un futuro adulto sano.

En consecuencia, como organismo de derechos humanos, Codepu ha venido impulsando y apoyando las iniciativas juveniles que reivindican el derecho a la libertad de pensamiento y conciencia, libertades fundamentales de la persona humana que constituyen los cimientos de una sociedad verdaderamente democrática, pluralista e igualitaria.


Notas:

1. Michel Nash cumplía con su Servicio Militar Obligatorio en septiembre de 1973, cuando se produjo el Golpe Militar. Fue asesinado por negarse a matar prisioneros políticos en el Campos de Concentración de Pisagua. Hasta hoy su cuerpo no ha sido encontrado.

2. Encuesta Flacso. Revista Flacso, Volumen IX, Nº 1, pág 31, Chile 1994.

3. Op cit, Pág 3.

4. Seminario sobre el Servicio Militar en Chile, "Fuerzas Armadas y Sociedad", pág.5, Revista Flacso, Vol. IX. No.1. Chile 1994.

5. Raúl Sohr, "Seminario Militarismo, Modernidad y Democracia", en Segundo Encuentro Latinoamericano de Objetores de Conciencia, pág. 88, Chile 1995.

6. Op. Cit. Pág. 20.

7. I. Kant, citado por Gonzalo García, Centro de Estudios del Desarrollo, Revista Flacso. Volumen IX, ?1, pág. 13. Chile 1994.

8. Para profundización de este tema véase: Trinquier, R. "Modern Warfare, a French view of Counterinsurgency". N. Y. Praeger, 1964. o. Golbery de Couto e Silva, General Brasileño en "Geopolítica de Brasil", Río de Janeiro, 1967.

9. Sohr, E. Seminario "Militarismo. Modernidad y Democracia", en Segundo Encuentro Latinoamericano de Objetores de Conciencia, pág. 86, Chile 1995.

10. Véase artículo Diario El Mercurio, 9 de noviembre de 1997, pág. D-22.

11. Montesquieu. "El Espíritu de las leyes", citado en Seminario sobre Servicio Militar en Chile, Revista Flacso, Volumen IX, nº1, Chile 1994.

12. Hunneus, Francisco y otros. "Estudio sobre el mal de grupo". Mimeo, Chile 1996.

13. Actualmente es muy discutida la noción de adolescencia ya que se cuestionan sus límites -los que sin duda se han extendido- y se señala además, que sus características son muy distintas a las mencionadas por los clásicos del desarrollo

14. Piaget, J. Seis Estudios de Psicología. España. Barral 1975. pág.83.

15. Erickson, E. Identidad, Juventud y Crisis. E. Paidós, Argentina, 1968, pág. 45.

16. Modernidad, Postmodemidad y Adolescencia, pág.56. Editorial Paidos, Buenos Aires. 1987.

17. Marcuse, H. "Eros y Civilización", pág.98. Editorial Sarpe. España 1983.

18. Marcuse, H. "Eros y Civilización", pág.31. Editorial Sarpe. España 1983.

19. Rozitchner, L. "Freud y el Problema del Poder", pág. 14. Folios Ediciones, S.A.. México 1987.

20. Rozitchner, L. pág. 14. op. cit

21. Las ideaciones suicidas manifestadas por los jóvenes que hemos atendido, a la cuales llegan al sentirse acorralados, solos y sin claridad de lo que les está pasando, son una muestra de esta vivencia.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 27feb02