Serie Opinión y Perspectiva
Sociedad Global y Derechos Humanos. Causas, efectos y desafíos.

Fabiola Letelier del Solar. Abogada (1)
Presidenta de Codepu

Globalización y Derechos Humanos

El siglo XX, que está pronto a terminar, se ha denominado el siglo de los derechos humanos. Y se ha calificado así no porque haya sido un período de la historia de la humanidad en que los derechos de las personas se han respetado efectivamente, sino porque ha crecido la conciencia de que todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos. La Declaración Universal de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobada en 1948, junto a otros acuerdos internacionales, ha contribuido enormemente a esa toma de conciencia. Es la primera vez que se proclaman derechos universales que les corresponden a todos los seres humanos por el hecho de ser tales. Es la propia Declaración la que en su Preámbulo reconoce como la aspiración más elevada del ser humano "el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias".

La aspiración contenida en la Declaración Universal comprende tanto los derechos denominados "civiles y políticos" como también los "económicos, sociales y culturales". Es la misma Declaración Universal la que comprende -y considera como interdependientes y complementarios- estos dos tipos de derechos. Es por ello que en su artículo 22 la Declaración afirma que toda persona tiene derecho a obtener "la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad".

En nuestro siglo, la aspiración de un mundo con justicia social se ha venido desarrollando fuertemente: es lo que se manifiesta en la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). fundada en 1919 -actualmente institución asociada a las Naciones Unidas- que señala:

"La paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social (...) Existen condiciones de trabajo que entrañan tal grado de injusticia, miseria y privaciones para gran número de seres humanos, que el descontento causado constituye una amenaza para la paz y armonía universales... Es urgente mejorar dichas condiciones, por ejemplo, en lo concerniente a la duración máxima de la jornada y de la semana de trabajo, contratación de la mano de obra, lucha contra el desempleo, garantía de un salario vital adecuado, protección del trabajador contra las enfermedades, sean o no profesionales, y contra los accidentes del trabajo, protección de los niños, de los adolescentes y de las mujeres, pensiones de vejez y de invalidez, protección de los intereses de los trabajadores ocupados en el extranjero, reconocimiento del principio de salario igual por un trabajo de igual valor y del principio de libertad sindical..."

En este párrafo se expresan muchas de las reivindicaciones -de ayer y de hoy de los trabajadores, que son a su vez derechos humanos consagrados, como el principio de no discriminación y el del salario igual por igual trabajo. A nivel de acuerdos internacionales el avance en este sentido ha sido importante y se ha manifestado, por ejemplo, en múltiples Convenios establecidos por la OIT. Entre ellos, el Convenio sobre el trabajo forzoso de 1930. el Convenio sobre el derecho de sindicación y negociación colectiva de 1949. el Convenio sobre igualdad de remuneración de 1951, y el Convenio sobre la discriminación, (empleo y ocupación) de 1958.

Sin embargo, el respeto a los derechos humanos, y en particular a los Derechos Económicos Sociales y Culturales, continua siendo un anhelo para la humanidad.

Hace algunos meses, el filósofo francés Jacques Derrida entregaba en una entrevista en la revista alemana DIE ZEIT (5/3/98) las siguientes megaestadísticas que hablan por sí solas: 60 millones de mujeres desaparecidas (sus familiares más cercanos no saben nada de ellas); 30 millones de mujeres mutiladas; 23 millones de enfermos de SIDA. El 90% de ellos radican en África y para su atención se destinan sólo el 5% de los recursos destinados para atacar en el mundo la enfermedad; en India se producen cientos de miles de casos de asesinatos selectivos de mujeres recién nacidas; 1.000 millones de analfabetos en el mundo; 140 millones de niños que nunca han visto una escuela.

Frente a estas estremecedoras cifras es urgente cuestionar: ¿se están respetando los derechos humanos de estas personas?, ¿se está respetando el derecho de las personas a tener una mejora continua de las condiciones de existencia como establece el artículo 11 del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales?, ¿cuál es la situación de los derechos económicos, sociales y culturales en el actual contexto económico internacional? Pero, antes de enfrentar estas interrogantes es necesario referirse a la actual realidad económica.

Las dos décadas pasadas han sido testigo de modificaciones fundamentales de largo plazo en la estructura de la economía mundial. Estas transformaciones responden a un intento de salida de las crisis que, periódicamente, sufre el actual sistema económico mundial. Desde que éste emergió sobre la base de la revolución industrial y el mercado mundial, ha sido un sistema atravesado por contradicciones económicas y sociales periódicas.

Actualmente, en el plano económico, se han sentado las bases objetivas para una acumulación del capital a escala planetaria. Ese es el trasfondo esencial de lo que se ha dado en llamar globalización o transnacionalización: la etapa de desarrollo del capitalismo en que el ámbito más dinámico de acumulación pasa a ser el mercado mundial. Esto ya es así en el plano del capital financiero, especialmente el de carácter especulativo.

La economía mundial va dejando de ser sólo un agregado de economías nacionales vinculadas por flujos de comercio e inversión, para convertirse progresivamente en una red única de mercados y producción.

El "proceso de globalización" podría definirse como un sistema de producción en el que una fracción cada vez mayor del valor y de la riqueza es generada y distribuida mundialmente por un conjunto de redes privadas relacionadas entre sí y manejadas por las grandes empresas transnacionales, aprovechando plenamente las ventajas de la globalización financiera, núcleo central del proceso. Así pues, la globalización consiste en que las relaciones de comercio y circulación de los capitales abarcan el mundo entero, y en la apertura de las economías de cada país.

En América latina, y en Chile en particular, este proceso ha producido una mayor llegada de bienes y servicios, e inversiones. Pero también ha producido, mediante la desregulación laboral, una disminución de los derechos de los trabajadores como forma de incentivo para atraer a los capitales internacionales y asegurarles a las empresas grandes ganancias. Así pues, la desregulación laboral perjudica las condiciones de vida y laborales de los trabajadores. Por ejemplo, la inestabilidad laboral y el aumento del empleo precario (con contratos de trabajo a plazo fijo o simplemente trabajadores sin contrato) perjudica notablemente a los trabajadores, arrojándolos a la inseguridad y al desamparo, (2) lo que por ejemplo, fue ratificado por el último estudio desarrollado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre Chile, al constatar la anomia psico-social que vive el hombre chileno reflejo del hombre contemporáneo: con un fuerte sentimiento de inseguridad y precariedad, el hombre se siente solo, vaciado de sentido y desesperanzado.

Para justificar ideológicamente estas transformaciones y presentarlas no sólo como convenientes, sino también como inevitables, se desarrolla el discurso del Neoliberalismo, que invade el planeta en los últimos 15 años. Como recurso propagandístico se utilizan las nociones de modernidad y modernización para conseguir la anuencia de los pueblos a estas políticas. Se pretende hacer pasar a cualquiera que intente una visión crítica al neoliberalismo como contrario a la modernización, como tradicionalista, conservador y retardatario. Por el contrario, en verdad, "el neoliberalismo es un totalitarismo, ya que pretende imponer un modelo único, pero es también un dogmatismo pues sus principios oscuros y contradictorios se presentan como verdades incuestionables". (3)

En los hechos es el neoliberalismo de acumulación capitalista el que significa una vuelta atrás, un regreso hacia épocas pretéritas de mayor desprotección de los derechos de las personas que olvida la regla básica de reciprocidad necesaria para que la sociedad humana pueda existir como tal. (4) Esto se expresa en algunas de las nociones más centrales de la ideología liberal: las Privatizaciones y el Estado mínimo o subsidiario, y la Desregulación y Mercantilización de las relaciones laborales y el mercado del trabajo. Todo esto afecta enormemente la vigencia de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Los resultados para la vigencia de estos derechos han sido muy graves. La Comisión Económica para América Latina, (CEPAL), ha señalado certeramente que "...los avances tecnológicos que deberían permitir a los hombres y mujeres tener mejores empleos y recibir salarios más altos, dejando a las máquinas las tareas rutinarias, insalubres y peligrosas, se reflejan en elevadas tasas de desempleo de largo plazo, reducción sostenida de los puestos de trabajo y creación de nuevos puestos mal remunerados, concentración del ingreso y de la riqueza, acentuación de la heterogeneidad salarial, eliminación de los beneficios sociales de los trabajadores y aumento de la carga de trabajo para los que tienen el privilegio de no haber sido despedidos en el proceso de reducción de costos de las empresas". (5)

El balance es lamentable. La concentración del ingreso se ha acentuado en forma dramática en los últimos años. En 1960, el 20% más rico de la población mundial registraba ingresos 30 veces más elevados que los del 20% más pobre. A principios de los 90, el 20% más rico estaba recibiendo 60 veces más. Esta comparación se basa en la distribución entre países ricos y pobres. Si, además, se tiene en cuenta la distribución desigual en el seno de los distintos países, el 20% más rico de la gente del mundo registra ingresos por lo menos 150 veces superiores a los del 20% más pobre. (6)

La desigualdad estos últimos años tiende a agravarse, especialmente si se tiene en cuenta que las disparidades en tecnología y en sistemas de información también han aumentado. Si la riqueza material está concentrada en este planeta, más aún lo están los conocimientos científicos. La distancia entre el Norte y el Sur no desaparece.

Los partidarios de la perspectiva neoliberal argumentan que a través de este "proceso de internacionalización y modernización", muchos países han logrado crecimiento. En mi país, por ejemplo, se habla de una docena de años de crecimiento sostenido, con bajos niveles de desempleo, inflación baja y decreciente, menores niveles de pobreza y un alza en el bienestar material de la población. Esa es la cara bonita del modelo, que se difunde nacional e internacionalmente en todos los espacios, como ejemplo a seguir por otros países pobres y dependientes.

Existe, sin embargo, otro balance de esta historia, otra cara del modelo, que es la que sufren los trabajadores de América Latina y también, muchas veces, los de los países desarrollados.

Lo que no se dice es que bajo este modelo, los pueblos pierden por completo su capacidad para gobernar su desarrollo económico-social, pierden su libertad y su soberanía. Los países se vuelven esclavos de las decisiones de inversión del capital transnacional que controla las mayores fuentes del poder económico. Cada vez más se acrecienta la concentración del ingreso, fomentando la desintegración social y la generación de "dos mundos" al interior de muchos países. El crecimiento de muchos países se está logrando a costa de una enorme destrucción del medio ambiente y de la calidad de vida de toda la población. La violencia en las ciudades, la corrupción en los negocios y en la política, son realidades crecientes con las cuales en muchos países lamentablemente se convive.

En definitiva, cada vez más se mercantiliza la vida, no escapando a esto ni la salud ni la educación, derechos básicos proclamados por la Declaración Universal y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Quien no tiene dinero no puede estudiar y literalmente se muere si sufre la desgracia de enfermarse seriamente. Hoy por hoy, la vigencia de los derechos de las personas está en función del dinero que posean.

Hoy por hoy, se pretende hacer creer que es normal que el ejercicio de los derechos dependa de los recursos que cada persona tenga; se pretende hacer creer que no se puede aspirar a nada más, o que hay que esperar a que los frutos del modelo se desparramen entre los pobres. Pero, sabemos que con este modelo lo que realmente se desparrama son la pobreza y la desigualdad.

Esta es la paradoja de un mundo que jamás ha creado tanta riqueza y vivido tanta pobreza al mismo tiempo. La verdad es que en la conculcación de los derechos de los más pobres lo que está en juego es una concepción inaceptable del ser humano. El no respetar los derechos de todos obedece fundamentalmente a que no se les reconoce realmente a algunos -a la mayoría que constituyen los pobres del mundo-, la condición de seres humanos. Lo que está en juego, entonces, es la escisión del género humano en categorías diferentes, unas superiores a otras, unas dominantes y otras dominadas. La conculcación de los derechos de los más pobres tiene, por tanto además de una dimensión económica de expoliación-, una dimensión política: acostumbrar a la injusticia, promover la resignación y el desaliento. En definitiva, esa es su función política: mantener la dominación de unos sobre otros.

El mundo de hoy y la Impunidad

El mundo de hoy, al iniciarse un nuevo Milenio, no sólo exhibe la desprotección
de los derechos económicos, sociales, culturales y de medio ambiente causada por el imperio de un modelo neoliberal de acumulación capitalista, sino que agrega a lo ya expresado, la existencia de la Impunidad; es decir, la no sanción penal personal de los crímenes de genocidio, los crímenes de guerra cometidos no solamente en conflictos internacionales sino aquellos ocurridos dentro de los propios países, y los crímenes contra la Humanidad (desapariciones forzadas, torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes y ejecuciones extra legales). Estos últimos de acuerdo con la doctrina internacional de derechos humanos son inamnistiables e imprescriptibles.

La Impunidad -tal como señaláramos en el u Seminario Internacional sobre la Impunidad y sus Efectos en los Procesos Democráticos", realizado en Santiago de Chile en diciembre de 1996- desconoce la igualdad ante la ley, resistiéndose de esta forma uno de los principios básicos del Estado de Derecho. Conspira en contra de la orientaciones éticas y los valores más preciados por los seres humanos, socializa la perversa idea de que, para algunos todo está permitido, que los delitos más graves no merecen castigo y dificulta la tarea de sanar y reparar lo dañado.

Es la institucionalización de la injusticia por los Estados, quienes son los que están precisamente llamados a hacer justicia. En definitiva, la Impunidad es en sí misma, una violación a los Derechos Humanos ya que agrega a la violación cometida, un nuevo crimen. La Impunidad afecta no sólo a los familiares de las víctimas sino a la sociedad toda.

Naciones Unidas y su lucha contra la Impunidad

Naciones Unidas, desde la aprobación de los principios de Nuremberg, (7) ha ido involucrándose cada vez con más fuerza en la lucha contra la Impunidad. Prueba de ello ha sido la creación, mediante aprobación del Consejo de Seguridad, del establecimiento de Tribunales Ad-Hoc para investigar y juzgar los graves crímenes cometidos en Yugoeslavia y Ruanda.

Por su parte la "Comisión de Derechos Humanos" de Naciones Unidas, a través de la "Sub Comisión de Prevención y Discriminación y Protección a las Minorías"
está realizando estudios sobre esta materia.

En su 47º Período de sesiones, de agosto de 1996, el jurista francés Louis Joinet, dio a conocer un conjunto de principios para la protección y promoción de los derechos humanos, los cuales por su valor jurídico y ético vale la pena, al menos, enunciar.

Principio Nº 1
El derecho inalienable a la verdad

"Toda sociedad tiene el derecho inalienable a conocer la verdad acerca de los acontecimientos sucedidos y las circunstancias y los motivos que llevaron mediante la violación masiva y sistemática de los derechos humanos, a la perpetración de crímenes aberrantes. El ejercicio pleno y efectivo del derecho a la verdad es esencial para evitar que en el futuro se repitan tales actos".

Principio Nº 2
El deber de recordar

"El conocimiento por un pueblo de la historia de su opresión forma parte de su patrimonio y, por ello, se debe conservar adoptando medidas adecuadas en aras del deber de recordar que incumbe al Estado. Estas medidas tienen por objeto preservar del olvido la memoria colectiva, entre otras cosas para evitar que surjan tesis revisionistas y negacionistas".

Principio Nº 3
El derecho de las víctimas a saber

"Independientemente de las acciones que puedan entablar ante la justicia, las familias de la víctimas tienen derecho a conocer la suerte que corrieron sus parientes. En caso de desaparición forzada o de secuestro de menores este derecho es imprescriptible".

Principio Nº 4
Garantías para hacer efectivo el derecho a saber

"Para hacer efectivo el derecho a saber, los Estados deberían adoptar las medidas... a fin de crear comisiones extrajudiciales de investigación y para asegurar la conservación de los archivos y su consulta".

Pero, sin duda alguna, uno de los pasos más significativo de Naciones Unidas ha sido la realización de la Reunión Plenipotenciaria Diplomática, llevada a cabo recientemente entre el 8 de junio y el 17 de julio de 1998 en Roma, Italia. En ella participaron 160 países provenientes de Asia, África, Europa, América Latina y El Caribe, los que oficialmente representados, aprobaron por una amplia mayoría formada por 120 Estados, -entre ellos el Vaticano y 16 países de América Latina- un estatuto destinado a la creación de una Corte Penal Internacional que juzgará a los autores de Genocidio, Crímenes de Guerra, Lesa Humanidad y de Agresión. Esta Corte contará con un fiscal que podrá iniciar una investigación de motu propio, acogiendo denuncias que provengan de familiares de las víctimas e, igualmente, de organismos no gubernamentales.

Votaron en contra de la creación de este Tribunal siete países, Estados Unidos, China, Israel, India, Turquía, Filipinas y Sri Lanka, y 21 Estados se abstuvieron.

El enérgico y sostenido rechazo de los Estados Unidos estuvo basado en dos puntos fundamentales:

  1. La oposición a que la Corte Penal Internacional tuviera una competencia universal; defendió, en cambio, los poderes y atribuciones del Consejo de Seguridad.
  2. Argumentó, así mismo, que la Corte podría ser usada políticamente en contra de los soldados estadounidenses que sirven en misión especial de la ONU.

Jesse Helmes -Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los EEUU- llegó a sostener que "la CPI es una amenaza para los intereses nacionales de los Estados Unidos... es de hecho un monstruo, y tenemos la responsabilidad de descuartizarlo antes de que crezca y acabe devorándonos".

El estatuto de la CPI excluyó la pena de muerte y estableció como pena máxima la cadena perpetua. Entrará en vigor cuando sea ratificado por los parlamentos respectivos de los Estados en un número mayor de 60 países, y su sede estará en La Haya.

Esta reunión internacional de Naciones Unidas -calificada como la segunda en importancia por su contenido, después de la que aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos- contó con la organización y el apoyo durante los últimos años de los Organismos No Gubernamentales, representativos de la Sociedad Civil del mundo entero y, en forma especial, de la "Coalición Internacional de Organismos No Gubernamentales" con sede en Nueva York, Estados Unidos, la cual logró aglutinar más de 200 ONG de derechos humanos, incluidas las de América Latina.

Este apoyo fue reconocido ampliamente en la Sesión Final celebrada en Roma, comprometiéndose la Coalición a seguir participando en las etapas futuras de lobby, organización y coordinación, que permitan la instalación definitiva del Tribunal Penal Internacional.

Desafíos del presente

Ciertamente, el gran desafío que enfrentamos continúa siendo la necesidad de construir sociedades más justas, igualitarias y solidarias. La Doctrina Internacional de los Derechos Humanos entrega un marco valórico-ético que constituye un paradigma para cualquier sociedad que se pretenda humana: que incorpore a modo de articuladores estratégicos la igualdad, la no discriminación, la autodeterminación de los pueblos y la participación ciudadana; donde se le reconozca a las personas y a los pueblos su condición de sujetos protagonistas de su propia vida e historia.

Para lograrlo se hace urgente y necesario:

Lograr que los organismos internacionales y regionales se hagan más operativos y eficaces en sus propias labores.

Que los Estados nacionales no sólo suscriban y ratifiquen Instrumentos Internacionales, sino que procedan a adecuar sus normativas internas a las internacionales.

Pero, sobre todo es fundamental que sean los propios ciudadanos, hombres y mujeres conscientes de sus derechos, quienes, desde la sociedad civil, exijan a los Estados la participación que les cabe en la definición de las políticas económicas, sociales y de toda índole; tomando así en sus manos la construcción y decisión de sus propios destinos.

Sólo de esta manera seremos capaces de cambiar este mundo injusto e insatisfactorio, por otro en que imperen los valores de verdad, libertad, justicia, tolerancia, solidaridad y paz. En esta labor de construcción de un nuevo mundo, todos y cada uno de nosotros tiene una tarea que cumplir.

Santiago de Chile, septiembre de 1998


Notas:

1. Ponencia presentada en ocasión de recibir el Premio a la Excelencia Albert Schweitzer que le otorgó la Universidad Chapman, California, Estados Unidos, el 8 de septiembre de 1998.

2. Para una profundización sobre el tema democracia política y economía en Chile, véase Leiva, Femando y Petras, James: "Democracy and Poverty in Chile. The limits to Electoral Politics". Westview Oxford. 1994.

3. Chomsky, Noam y Dieterich Heinz. "La sociedad global". Ediciones LOM, Santiago, Chile, 1995.

4. Ossa, Manuel. "Consenso ético global en vez de globalización neoliberal". Ediciones Taller PIRET, Servicio de Estudios Regionales, Centro Ecuménico Diego de Medellin, Santiago, Chile, 1998.

5. CEPAL. Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe, Santiago, Chile, diciembre de 1996.

6. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. PNUD. Informe sobre el Desarrollo Humano. 1992.

7. La Resolución 95, del 11 de diciembre de 1946, de la Asamblea general de la ONU.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 27feb02