Muertos en Falsos Enfrentamientos
23 de Agosto de 1984

LUCIANO AEDO ARIAS

De carácter inquieto, alegre, comunicativo, travieso, la infancia de Luciano transcurre en el campo, cerca de Santa Bárbara, donde su padre era administrador del Fundo La Perla. Nació el 7 de julio de 1950, en Los Angeles, ciudad del sur de Chile, uno de los 14 hijos de esta pareja de campesinos.

Sus primeros años de escuela los hace en el campo, sensibilizándose ya allí a los problemas sociales: el ejemplo de su padre, trabajador incansable, explotado, con poco salario, que debió educar con gran sacrificio a sus hijos.

Cuando tenía 9 años la familia se traslada a Los Angeles y allí continuó sus estudios. Fue excelente alumno, combinaba fácilmente los estudios con las entretenciones propias de la juventud. Interrumpió sus estudios en el Instituto Comercial de Los Angeles y se trasladó a Concepción donde terminó la enseñanza media en el año 1971. Militante de organizaciones políticas juveniles, en Concepción se vincula más estrechamente a la izquierda universitaria y pronto se incorpora al MIR.

Por su origen campesino y su conocimiento acabado de ese sector social, su trabajo se centra en esa zona, ya conflictiva durante los años 1971-1972. Se destaca por su audacia, osadía y compromiso. El golpe militar lo encuentra trabajando en la zona de Cautín. Es buscado intensamente. El sector campesino y los mapuches son fuertemente reprimidos y sólo consigue salvarse por su gran capacidad de mimetización con el campesinado y por la ayuda y solidaridad de éstos para con él.

Su familia nada sabe de él por varios meses, cuando aparece está muy afectado por lo sucedido, pero -decidido a continuar la lucha. "..Tenía un carácter muy fuerte, estaba siempre seguro de lo que hacía...", recuerda una de sus hermanas.

"..Pichihuentru, (así lo habían apodado los campesinos, que en mapuche significa "hombre chico"), era la carta de presentación para llegar a un viejo contacto. Le correspondió construir una, dos y muchas veces. Había sobrevivido a la represión en Valdivia y Temuco, a golpes en Santiago y en la zona del carbón..", recuerda un compañero de esa época.

Conoce a Nora Campos, en Santiago en 1975, quien será su esposa y lo acompañará permanentemente. Ella lo recuerda como "un hombre entregado completamente a sus tareas revolucionarias, gran lector, estudioso de la política, entretenido, cariñoso, amante de sus hijos; su trabajo con los campesinos lo apasionaba, confeccionaba él mismo los boletines, reflexionaba como un campesino más...".

Tuvieron 3 hijos: Mariela, Patricia y Nicolás Enrique "...Luciano tuve siempre un gran amor escondido: sus hijos. Cuántas veces no lo escuchamos hablarnos de su Mariela, de su "Pichicha", de los paseos y caminatas en el bosque o en el campo, de sus progresos escolares increíbles, que no era sino reflejo de ese cariño inmenso...", recuerda un amigo y compañero.

"Nunca durante todos estos años claudicó, "...era un cuadro hecho a golpes, irreductible en su pertenencia al Partido, celoso de su unidad, fraterno en los momentos difíciles", incisivo consigo mismo en la autocrítica y dedicado a sus tareas como pocos: un activista en esencia...", rememora un camarada de Luciano, hoy preso político recluido en la Cárcel de Concepción.

Una vida joven y plena, una convicción y práctica revolucionaria segada un 23 de agosto de 1984, en Hualpencillo. Una canción popular circuló a poco de su muerte:

"Había un compañero
que luchaba por mi libertad
había un compañero
que luchaba por la justicia y la paz
Luciano, Luciano
¡Recuérdalo!

Buscaba un buen futuro
para nuestros niños
y un 23 de agosto
lo balearon en Hualpencillo
Luciano, Luciano
¡Recuérdalo!

Tu muerte compañero
no ha sido en vano
nos da fuerza compañero
para luchar contra el tirano
Luciano, Luciano
¡Recuérdalo!


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 18mar02
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