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12jul15


Te detienen


Y de pronto te detienen porque necesitan detener a alguien, mostrar resultados, que la prensa diga y repita que su entidad actuó con celeridad y precisión, que fue efectiva. Te muestran a ti, te humillan ante cámaras y reporteros y difunden un montón de historias que ni siquiera tú conocías.

Te señalan y te acusan. Y te detienen porque pasabas por ahí, como tantos otros cientos a los que detienen porque pasan por ahí, y en este mundo en el que todos tenemos antecedentes, en el que estamos vigilados, casi controlados, deciden que tus antecedentes son peligrosos. Que eres sospechoso. Y te detienen, y te dicen que puedes guardar silencio, aunque sólo guardarás silencio cuando ellos lo determinen, porque después te pedirán que hables, te exigirán que hables y te torturarán para que hables.

Te detienen y se buscan testigos pagos que declaran que te vieron, y esos testigos y tus antecedentes de lucha por causas que consideraste honorables y justas son suficientes para enviarte a un calabozo. Y te encierran, y luego te llaman para hacerte la fotografía de rigor, de frente y de perfil, y te toman una declaración en la que escriben lo que se les antoja. Ellos escriben, tú ahora sí hablas, tienes que hablar. Te acusan de subversión, aunque ni ellos mismos sepan qué significa esa palabra. Te acusan de subversión, sí, porque al fin y al cabo, todo es y puede ser subversión, y tú siempre has querido subvertir el orden que ellos instauraron. No vivir la vida que todos viven es subversivo. Leer ciertos libros es subversivo. Escuchar a algunos músicos es subversivo, e incluso es subversivo amar por fuera de las leyes que ellos han impuesto.

Subversivo, sentencian, porque ellos se creen y son la verdad, amparados en otros tantos que los han encumbrado a ser la verdad. Luego sacan un sello y lo estampan sobre tu supuesta declaración, que nunca podrás ver, y más tarde lo guardan en un legajo con tu nombre y un número, el nombre y el número de tu expediente. Te devuelven al calabozo y días más tarde, o esa noche, para que la noche se lleve tus gritos, te interrogan de nuevo. Nombres, direcciones, reuniones. Tú no dices nada porque no sabes nada, pero ellos tienen que obtener nombres y direcciones. Un nombre puede ser un ascenso; una dirección, la primera cuota de una medalla.

Te golpean, te amenazan, y a la mañana siguiente un leguleyo te dice que tu proceder es una falta contemplada en el artículo x del código z, y tú sabes que en la legislación colombiana cualquier proceder puede ser una falta contemplada dentro de un código que es infinito y contiene infinitas prohibiciones, pues está diseñado por leguleyos como el que te explica tu falta y por sus jefes para poder incriminar a quien se les antoje de lo que se les antoje. Su estrategia es detonar la bomba, lo sabes muy bien, y luego culpar a los sospechosos de siempre.

[Fuente: Por Fernando Araújo Vélez, El Espectador, Bogotá, 12jul15]

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