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15may16


La historia maldita de la Hacienda Bellacruz


Otra vez la misma historia de la misma maldita hacienda. Eso fue lo que pensé cuando vi su nombre en las primeras páginas de los periódicos. Hablo de la Hacienda Bellacruz. La misma gran hacienda del sur del Cesar cuya historia es tan larga, embrollada y sangrienta como nuestra guerra.

Su nombre quedó grabado en mi memoria desde que era un adolescente por los debates promovidos en el Senado por José Ignacio Vives Echeverría contra el gobierno del presidente Carlos Lleras Restrepo. Estos fueron transmitidos en directo por la radio, como si fueran partidos de fútbol o etapas de la Vuelta a Colombia en bicicleta.

Vives acusó al ministro de Agricultura de la época y al director del Instituto de Fomento Industrial de tráfico de influencias durante la negociación de un predio de 2 mil hectáreas de Bellacruz para entregarlo a campesinos sin tierra de las llanuras de la costa Atlántica. Según Vives, el terreno fue vendido al Estado con un sobreprecio de más del doble del avalúo legal.

Esta semana Bellacruz volvió a ser noticia. La Corte Constitucional falló a favor de una asociación de campesinos desplazados una tutela presentada por ellos en la que pedían la restitución de casi 2.000 hectáreas de la hacienda que el Incora había comprado para adjudicarles y que los paramilitares les arrebataron a sangre y fuego poco antes de que les otorgaran los títulos. La Corte dijo que por lo menos 2.000 hectáreas de Bellacruz son terrenos baldíos y que los campesinos son sus poseedores por haberlos trabajado durante décadas.

Con esta decisión, los campesinos ganaron una batalla legal de varios años con el empresario Germán Efromovich, presidente de Avianca, quien alegó durante el proceso ser dueño de la hacienda a través de la empresa de palma africana La Dolce Vista Estate. Efromovich y sus socios compraron las tierras a los herederos de Alberto Marulanda Grillo, su primer propietario, presumiendo que sobre ellas no existía ninguna disputa legal.

"Baldíos que nunca se incluyeron en el censo de baldíos de la Nación, tierras propias que nunca el Estado registró oficialmente, oídos sordos al clamor de campesinos sin tierra durante años, oficinas de registro y notariado que certificaban sin revisar, funcionarios que cometieron errores...". Así resumieron los periodistas de Verdad Abierta la historia de la hacienda.

Los líos de Bellacruz se remontan a 1945, cuando el negociante Alberto Marulanda Grillo se estableció en lo que hoy es el sur del Cesar y compró menos de 100 hectáreas en los municipios de La Gloria, Tamalameque y Pelaya. Después de la violencia de los años cincuenta, la hacienda ya tenía 22.000 hectáreas, muchas de ellas tierras baldías de propiedad de la Nación. A partir de 1970, colonos provenientes de distintas regiones del país se asentaron en algunas de esas tierras sobre las que Marulanda jamás pudo acreditar títulos legales. Los colonos pidieron al Gobierno que se las titularan. Entonces empezaron los problemas.

Lo que viene después es la misma historia de nuestra maldita guerra: una cadena interminable de amenazas, crímenes, violaciones y líos judiciales que se intensificaron cuando los principales bloques paramilitares de esa región aceptaron desmovilizarse. En 1996, más de 40 personas fueron asesinadas y 280 familias sacadas por la fuerza de sus casas. Los paramilitares quemaron por lo menos 250 ranchos.

Esta vez la historia de la maldita hacienda no es, pues, la misma. Lo que no fueron capaces de hacer los gobiernos de Colombia, sus presidentes, sus ministros y sus institutos de reforma y contrarreforma agraria durante más de 30 años lo hizo la Corte Constitucional: devolver a los campesinos las 2.000 hectáreas de tierra de la Hacienda Bellacruz porque ellos son sus verdaderos dueños.

[Fuente: Por Juan José Hoyos, El Colombiano, Medellín, 15may16]

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