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17nov07


El doctor Borbón


Hemos estado callados durante siglos. Sin palabras, que es la desposesión total. Sin tierras, que es como decir sin donde caer muertos. Sin esperanzas, que es lo que el poder realiza contra el oprimido para que no encuentre caminos de liberación.

Llegaron hace siglos con la cruz y la espada para imponer y asaltar y desfigurar. Se instalaron en territorio ajeno, ultrajaron al nativo, lo despojaron porque además era un desalmado (un tipo sin alma) y entonces podía ser aplastado. Como un insecto.

Impusieron a la fuerza su lengua, su corona, sus espermas. Su cultura, que era también la de la intolerancia, la de las inquisiciones, la de no permitir la diferencia ni respeto al otro. ¿Por qué no te callas? Ah, sí. Y entonces Manuela Beltrán no se calló. Ni el comunero Galán. Claro, ya habían acallado a Túpac Amaru. Pero la chispa de la rebelión, de las insurrecciones, ya había incendiado las praderas de América.

Y aparecieron Bolívar, el de las dificultades, y Santander, el de las leyes, y San Martín y el padre Hidalgo con un pueblo que gritaba "Viva la Virgen de Guadalupe, muerte al mal gobierno, abajo los gachupines". Y por qué no se callan, decía el opresor, inútilmente porque la voz de los rebeldes creció.

En el reciente grito del rey (¿reyezuelo?) de la España, el Borbón Juan Carlos, entronizado en 1975 por el generalísimo y dictadorsísimo Francisco Franco, digo que en esa voz de metrópoli extinguida que regañaba a un mandatario de estos contornos con un "¿por qué no te callas?", parece haber una nostalgia del reino extraviado, de la corona decaída.

Tal vez en la holgazanería borbónica parece haber una creencia de que aún hay súbditos. Que la pleitesía hay que rendírsela porque estos mestizos todavía son esclavos. Eso cree el reyecito. Como también parecen creerlo ciertas empresas hispanas que parecen en plan de reconquista.

Vamos a suponer que Chávez, el venezolano, es un populista y que aspira con sus reelecciones (como un Uribe pero de la otra banda) a perpetuarse en el poder. Pero, con todo, es un mandatario que en gran parte, sino en toda, tiene razón de señalar al Aznar de "fascista", de aplaudir la intentona golpista en Venezuela (como lo hizo Juan Manuel Santos). El Aznar que auspició la masacre del pueblo iraquí por la banda criminal de Bush y sus adláteres.

América ya no se calla. Y menos por la orden grosera de un rey de burlas. No puede ser en vano la lucha de Mariátegui, ni la gesta de los barbudos en contra de la dictadura, ni la voz de Sandino, ni el sacrificio de Arbenz, ni el levantamiento de Pancho Villa… América ya no es colonia y ahora, en muchas geografías, enfrenta la recolonización gringa, el nuevo ataque imperial.

El Borbón inculto, el rey incapaz de argumentar, tal vez creería que la cumbre Iberoamericana reciente era un coto de caza, como el que tuvo en Rumania, donde mató a escopetazos nueve osos y rememoró los días en que el tirano Ceaucescu lo invitaba para tales tropelías. Por estos lados, el Borbón no goza de inmunidad, ni la Constitución de España sirve para protegerlo fuera de sus fronteras.

La mentalidad de colonizados ya no es para los hombres libres de América, aunque el Juan Carlos crea que todavía se le deben sumisiones e hincamientos, que aún hay que hacerle besamanos y otras reverencias. No, señorito de la Hispania. No piense que porque todavía en estos solares hay mandatarios que fungen de príncipes y no falta alguno que se crea un mesías, usted puede mandar a callar a un presidente.

Claro, que como señaló algún humorista, usted por fin pudo pronunciar una frase que no le escribieron otros. Que entonces habrá que recordar que usted desciende de aquel cretino tiranuelo llamado Fernando VII, al que algunos lacayos criollos de entonces le gritaban vivas.

Tal vez pudo ser que Chávez no trató al rey de "Su Majestad", como lo hizo con exceso de zalema el presidente Uribe en otro espacio. Que aquí nuestro gobierno –y de ahí para atrás- está acostumbrado al peonaje y no sólo frente al Borbón, que sería lo de menos, sino, sobre todo, frente al gendarme universal, hoy representado por Bush.

No podemos acostumbrarnos a que nos manden callar. Por estos breñales mandan callar –a punta de bala- a sindicalistas y defensores de derechos humanos; a líderes populares y cantores y a los que se atreven a levantar la voz contra los atropellos.

En efecto, el escritor Fernando Vallejo tenía razón: al Juan Carlos de Borbón no hay que decirle rey. Hay que llamarlo doctor, que es como en estas tierras festivas le decimos a cualquier hijo de ramera. Y olé.

[Fuente: Por Reinaldo Spitaletta, El Espectador, Bogotá, Col, 17nov07]

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