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17feb07


Caramagna dice que sólo la verdad evitará que la historia se repita.


Verdad. Narcotráfico. Amnistías. Reparación a las víctimas. Según el argentino Sergio Caramagna, jefe de la Misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) para el proceso de paz que el gobierno colombiano lleva a cabo con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, derecha), estos son los cuatro aspectos que hacen único al conflicto que desangra a este país desde hace cinco décadas.

Y ahora, con el nuevo cimbronazo que produjo la orden de detención de seis legisladores por el escándalo de la "parapolítica", sobre uno de esos elementos habrá que poner todo el énfasis. "La verdad es la prioridad; sin ella no podremos evitar que la historia se repita", dijo Caramagna.

Sobre el polémico proceso de desmovilización de casi 32.000 paramilitares que se inició en 2004 y sobre su experiencia en este conflicto y en otros, LA NACION habló con Caramagna, un sociólogo de 55 años que antes de conformar las misiones que la OEA ha enviado a países como Colombia y Nicaragua, fue docente universitario y agricultor en la provincia de Río Negro .

-¿Cómo afecta al proceso de paz con los paramilitares el escándalo de los nexos con la política?

-Por la desmovilización de más de 31.000 hombres se comenzaron a conocer detalles de su naturaleza como grupos de autodefensas y también los vínculos que tienen con actores políticos, sociales y económicos de primer nivel. Lo importante ahora es no olvidar que la prioridad es la verdad. Ya que se destaparon todas estas relaciones, hay que vivir lo que ha pasado como un hecho positivo. Si no llegamos a la verdad, no podremos evitar que la historia se repita.

-¿Qué papel representa la OEA en el proceso con los paramilitares?

-La OEA tiene un mandato amplio para apoyar no sólo este proceso, sino todas las iniciativas de paz de las instituciones y del pueblo colombiano y acompaña a las comunidades afectadas por la violencia. También somos el único organismo internacional que realiza esa tarea de verificación de la desestructuración de estos grupos ilegales y velamos por la correcta aplicación de la ley de justicia y paz, la herramienta que concibieron los colombianos, en medio de una gran controversia, para solucionar esta situación tan compleja.

-¿Puede este proceso con los grupos de ultraderecha motivar diálogos y acercamientos con las guerrillas de las FARC y el ELN?

-Se han vivido crisis muy complejas, pero creemos que si las dos últimas fases del proceso (judicialización y reparación a las víctimas) se llevan a cabo razonablemente en términos de reinserción de los desmovilizados, recuperación de los territorios y encausamiento de los responsables de crímenes atroces, se facilitarán los diálogos con los grupos guerrilleros. De hecho, eso ya está ocurriendo con el ELN. El proceso de paz con los paramilitares no puede ser causa y efecto, pero ayuda a abrir espacios y agendas que no se imaginaban hace tres años.

-Usted dirigió la oficina de la OEA en Nicaragua desde 1997 hasta 2004, siete años después del fin de la guerra civil que dejó unos 30.000 muertos. ¿Cómo fue ese proceso?

-Todo era distinto; terminaba la Guerra Fría, caía el muro de Berlín, y eso abrió las posibilidades de terminar la guerra civil en Nicaragua, El Salvador y luego Honduras. Durante estos años, los nicaragüenses han construido con mucho sacrificio un proceso de desmovilización, reinserción y posconflicto diferente del colombiano. En Nicaragua, vi las dificultades para la reinserción de más de 25.000 hombres y cómo el pueblo aplacaba su dolor solo y muy lentamente, pues no hubo investigación ni comisión de la verdad como acá; sólo hubo una amnistía.

-¿Qué otros elementos los hacen tan distintos?

-En Colombia, son otras las condiciones. En el caso del proceso con los paramilitares, hay una agenda de reparación a las víctimas que no existió en los conflictos centroamericanos. Sólo en Guatemala se comenzó a hablar muy tímidamente del tema, pero ocho años después de firmar los acuerdos de paz. Y hay más: Colombia tiene la opción de lograr la paz sin necesidad de amnistías; su conflicto tiene un combustible único que es el narcotráfico, y aquí no habla de un proceso de paz entre el gobierno y un grupo guerrillero con ideas de izquierda, sino entre el Estado y una estructura ilegal de derecha muy poderosa desde el punto de vista militar, que tiene fuertes vínculos con varias instituciones políticas, sociales y empresariales.

[Fuente: Por Laila Abu Shihab, La Nación, Bs As, Arg, 17feb07]

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