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07oct18


Persecución


El 16 de mayo de 2005 a las 7:50 p.m. llegaron a la sede de Noticias Uno dos coronas mortuorias. La primera a nombre de Daniel Coronell y la segunda lamentando el fallecimiento de su esposa, María Cristina Uribe, y de su hija Raquel, en ese momento de seis años de edad.

Con unos lapsos de 15 minutos se entregaron, en diferentes partes de Bogotá, otras coronas fúnebres con amenazas de muerte en contra de otros dos periodistas.

Las intimidaciones se tornaron tan violentas y creíbles que el 8 de agosto de ese año Coronell se mudó con su familia a Buenos Aires, Argentina, luego de descubrir que varias amenazas en su contra provenían del computador del señor Carlos Nader Simmonds, amigo cercano del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. (Ver Descubriendo al verdugo)

Nader estuvo preso en Estados Unidos por narcotráfico y conspiración y, si eso no fuera suficiente, celebró con Pablo Escobar el asesinato de Luis Carlos Galán diciendo que era “más buen muerto que un hijueputa”.

Dos años después, el viernes 29 de junio de 2007, un avión proveniente de Estados Unidos aterrizó en el aeropuerto internacional El Dorado de Bogotá, en el que regresaba a Colombia la familia Coronell Uribe.

Pero sus problemas no habían terminado. Por el contrario, hasta ahora empezaba lo peor.

Coronell retornó para volver a la dirección de Noticias Uno y continuar con su valiente trabajo investigativo. Ese día la producción del noticiero le entregó un celular, cuya existencia y abonado telefónico solamente lo conocían sus familiares y los reporteros del informativo.

Dos días después, es decir, el 1º de julio de ese año, el periodista recibió una llamada de un número que no aparecía registrado en su libreta de contactos y del cual él no sospechaba de quién era.

Al contestar la llamada la voz en el otro lado de la línea era, nada más y nada menos, del señor Santiago Uribe Vélez, hermano del entonces presidente. En la comunicación el hacendado le expresó su molestia por una columna que Coronell publicó en la revista Semana el 29 de abril de 2007, titulada “Guacharacas y autogoles”, en la cual revelaba los negocios que la familia Uribe Vélez sostuvo con los hermanos Gallón Henao, conocidos por el asesinato del futbolista Andrés Escobar.

No era difícil adivinar de dónde había sacado el privado número el hermano del presidente.

Lo que no sabía el reportero era que el mismo Uribe Vélez le había ordenado al entonces director del DAS determinar quiénes eran las fuentes que le suministraban la información sobre los hechos que la familia presidencial quería mantener en el anonimato, según manifestó la subdirectora de Operaciones, Martha Inés Leal Llanos.

El número celular de Coronell en ese tiempo, que le habían entregado en Noticias Uno cuando regresó del exilio, era el 314 237 3876 y ese teléfono apareció en un archivo llamado “60949.html” que fue incautado en el computador de Leal Llanos cuando la Fiscalía allanó el DAS. (Ver 60949.html).

Según el informe de la Fiscalía, Leal Llano envió un correo electrónico el 25 de febrero de 2008 a las seis de la mañana solicitando como información “urgente” interceptar los abonados telefónicos 314 237 3876 y 310 850 1357 a nombre, supuestamente, de Miguel Ángel Mesa Cuadros. (Ver Procuraduría).

Esa era una estrategia para no poner el nombre de Coronell en la solicitud de una chuzada de un teléfono ya que no había bases legales para hacerlo, sino pedirlo para una persona que sí reunía los méritos jurídicos para una interceptación legal.

Una fachada.

Pues bien, el 12 de septiembre de 2007 hubo una reunión en el Metropolitan Club citada por Bernardo Moreno Villegas, secretario general de la Presidencia de la República en ese momento, con María del Pilar Hurtado, directora del DAS, y el capitán Fernando Alonso Tabares Molina, quien fungía en ese entonces como director de Inteligencia del mismo organismo.

La cita de trabajo tenía el propósito de escuchar, a través del secretario Moreno Villegas, las instrucciones que el jefe de Estado le impartiría a la nueva administración del DAS.

Durante el desayuno, Moreno Villegas tomó la palabra la mayoría del tiempo y les manifestó a Hurtado y a Tabares, quienes atentamente tomaban apuntes de las órdenes del secretario del presidente Uribe, que el “interés del señor presidente de la República” era que el organismo de inteligencia lo mantuviera informado sobre cuatro temas o aspectos principales: la Corte Suprema de Justicia, los congresistas Piedad Córdoba y Gustavo Petro, y el periodista Daniel Coronell.

La constancia de dicha reunión quedó registrada en los cuadernos de contabilidad del Metropolitan Club en el acta de reserva No. 9839 y la factura No. 001-0032737, que fue pagada por el Fondo Rotatorio del DAS.

Como establece el fallo que condenó por esos hechos a la exdirectora del DAS, “se acreditó que para los meses de abril y mayo de 2008 María del Pilar Hurtado presionó a sus subalternos para que obtuvieran información de Coronell, debido a la molestia que le generaban al presidente de la época los artículos publicados por dicho periodista, razón para que se fijara como objetivo identificar sus fuentes en pro de lo cual se realizaron actividades de seguimiento y vigilancia sobre este comunicador”.

El togado concluyó que, a pesar de que no había una razón legítima para activar el aparato de inteligencia del Estado, se comprobó que “el interés de la Presidencia en obtener esos datos se fincó en la postura crítica al Gobierno desplegada por el periodista. Así las cosas, es claro que los acusados impartieron instrucciones para que se adelantaran actividades de inteligencia contra este comunicador, las cuales son ilegales”.

Se pone peor.

El coordinador de Operaciones del DAS, Fabio Duarte Traslaviña, confesó que, por órdenes de Leal Llanos, se designaron a los detectives David Alejandro Marín Avendaño y Andrés Felipe Sánchez Andrade, para que realizaran el espionaje contra Coronell, su familia y el equipo periodístico de Noticias Uno, entre ellos a su subdirector, Ignacio Gómez.

“Dichos detectives implementaron una fachada relacionada con venta de flores para poderse acercar al sitio de residencial del referido periodista”, le narró Duarte a la Fiscalía. El agente de inteligencia agregó que tanto Marín como Sánchez se desplazaban todos los días al centro comercial Dorado Plaza en Bogotá, en donde están las instalaciones de Noticias Uno, para realizar labores de verificación de las actividades de Coronell.

Duarte también reveló que él mismo autorizaba la asignación de un vehículo del DAS para hacer la persecución al director de Noticias Uno y su esposa, María Cristina Uribe, especialmente los fines de semana cuando se emitía el noticiero. “Trataban de seguir la caravana o el esquema de protección tanto del señor Coronell como el de ella”, exclamó el agente del DAS.

Por su parte, Martha Leal también reveló que se verificaron los registros migratorios de Coronell y su esposa y, no siendo suficiente, le solicitaron a la UIAF “información de los movimientos bancarios de ellos” para determinar si estaban haciendo transacciones en Colombia, “en qué ciudad, por qué sector, a fin de dar con su ubicación de domicilio”.

Fuera de eso, con el fin de lastimar su reputación, fabricaron un documento falso de inteligencia, en el que un testigo asegura que recibió $500 millones de Daniel Coronell, Gustavo Petro y Piedad Córdoba para testificar en contra de Uribe Vélez. Cuando se investigó este tema, se descubrió que fue un informe fabricado por el DAS por órdenes de Presidencia.

Bastante similar al modus operandi por el que investigan ahora al senador Uribe por manipular testigos en la Corte Suprema.

No siendo suficiente, como lo denunció el 2 de mayo de 2008 Felipe Zuleta en una columna de este diario, el entonces presidente Uribe, por medio de un cercano, contactó a un grupo de comunicadores para que escribieran un libro en contra de Coronell.

El encargado de lograr esa tarea fue el señor Juan Gonzalo Ángel, histórico amigo del expresidente y hermano de Luis Guillermo Ángel, mejor conocido como “Guillo” Ángel, uno de los 12 narcotraficantes que fueron indultados en 1993 a cambio de su colaboración con la justicia en el desmantelamiento del Cartel de Medellín.

Guillo Ángel está relacionado con la empresa Helicargo, dueña del helicóptero Bell 2006 B donde murió el empresario Pedro Juan Moreno Villa. Esa empresa fue la misma que escogió, años más tarde, el entonces presidente Uribe Vélez para transportar en sus helicópteros a los paramilitares que se desmovilizaron en la zona de Ralito.

Juan Gonzalo Ángel es tan cercano a Uribe que ha sido constante invitado a los eventos sociales de la familia, incluso al matrimonio de los hijos del ahora senador.

Pese a todos estos ataques, Coronell nunca ha renunciado a su labor de investigar e informar, como lo hizo al no constituirse como víctima en el proceso por las “chuzadas” del DAS, para poder seguir cumpliendo con su labor periodística. Aunque la justicia comprobó que su actividad como reportero y columnista de opinión lo convirtió en “blanco” de la policía secreta de la Presidencia de Uribe Vélez, los ataques en su contra con mentiras nunca se han detenido.

Hace unas semanas hubo un nuevo artículo difamatorio en contra de Coronell, esta vez en el portal Kienyké, escrito por un excomisionado de televisión llamado Fernando Álvarez. Este señor, como lo establece El Tiempo el 11 de febrero de 2008, es amigo y una ficha del señor Juan Gonzalo Ángel. Tan cercanos son que Álvarez terminó en la junta directiva de la compañía de televisión por cable de Ángel justo después de ser comisionado.

Una coincidencia.

Las mentiras y falsedades son repetidas una y otra vez para tratar de volverlas verdad, y con eso acabar con la reputación de los que informan e investigan. Eso hace parte de una campaña sistemática de amenazas, descrédito y desprestigio que fue reactivada recientemente en contra de Coronell, y en contra de otros periodistas y columnistas de opinión entre los que me cuento. Sobre eso únicamente puedo decir que no tengo nada que ocultar, no me da miedo, no le temo a las agresiones que vienen y seguiré informando e investigando.

[Fuente: Por Yohir Akerman, El Espectador, Bogotá, 07oct18]

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