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DERECHOS


30nov03


Entre Bomberos.

Por Alfredo Molano.


Hace más de medio siglo Rojas amnistió e indultó a quienes por "exceso de celo" en defensa del Gobierno y del orden establecido hubiesen cometido crímenes. Se trataba, claro está, de correrles el piso a eventuales procesos contra militares, policías y colaboradores de la fuerza pública que las víctimas pudieran incoar. Una lavada general de fachada y de manos. Los miles y miles de colombianos muertos con esas mismas manos, muertos quedaron y, de paso, con esa ley se enterró la barbarie de los gobiernos conservadores. De ahí que, desde entonces, los operativos criminales hicieran carrera como procedimientos normales

Aunque ya no se invoca a Cristo y a Bolívar sino a Dios y al Gobierno, caben entre aquella época y esta algunas diferencias. Los jefes de la policía chulavita no salieron a pedir perdón por los excesos, ni los comandantes del ejército que empujaban llaneros desde los aviones dijeron que era "inevitable"; tampoco los detectives que sentaban a los próceres en bloques de hielo hasta que se les congelaran las nobles partes, dijeron pío. La discreción y el silencio fueron la regla. De todos modos primero se dictó la ley y después se les achacó el muerto, aunque, existiendo ya la justicia penal militar, se hubieran podido ahorrar tantas vueltas y revueltas.

No pasa así hoy con los paramilitares. Primero se les suelta en nombre de una ley que está por verse, y después, el día de San Blando, se les pedirá resarcir a las víctimas. żO será que esos 850 personajes -cuota inicial del perdón a los fejes- han sido engañados por un acuerdo entre las partes y empujados a un limbo jurídico? żO será que a esos sujetos, vestidos con uniformes nuevos por la noche para devolverlos por la mañana, se les permitirá regresar a las andadas para presionar la Ley de Alternatividad?

A pesar del descomunal ágape preparado por el Gobierno en el Centro de Exposiciones, el número de periodistas fue muy superior al del público asistente, dice Le Monde. De todos modos, el espectáculo fue bochornoso. Por algo Don Álvaro no se apareció como en el Gran Hermano; se le echó de menos. Muchos querían entregarle el arma personalmente como lo hizo el comandante R al Dr. 'Ternura'. Y en verdad, daba ternura verlo tan ingenuo creyendo en el "curso de valores" y en el "tratamiento sicoafectivo" que dictarán en La Ceja sus colegas. Condiciones ambas que serán más efectivas que el efectivo que le enredó el Tribunal de Antioquia al alcalde saliente, quien siente una debilidad inevitable por las cachuchas. Sin duda, terminarán rebajándole la soldada a los reinsertados, y asunto arreglado. Al fin y al cabo, ya estarán suficientemente instruidos por el ex teniente de fragata al mando del campamento de Pro-social, sobre los beneficios laborales ofrecidos por el Gobierno a los soldados profesionales, que será la figura que aplica en el caso de las autodefensas del Cacique Nutibara. Porque los paramilitares de Cajibío, -un combo que no conocía ni la Policía ni el Ejército y que recibía recompensas de los ganaderos- ingresarán como soldados campesinos, y así ni siquiera tendrán que entregar armas. O mejor, se les cambiará el AK 47 de dotación por un Galil ibídem. Los buenos bomberos no deben pisarse las mangueras

Mirando desde lejos el "festival de impunidad", uno no puede dejar de pensar que si alguna prueba de los vínculos entre unos y otros se requería, lo sucedido el martes constituye la 'reina'. El show no fue difícil en cuanto el Gobierno aceptó el cuento de Don Berna, que juró haberse levantado en armas para acabar tanto con las milicias como con el narcotráfico (sic); y porque, para ser exactos, hostilidades propiamente dichas nunca hubo. Convengamos: el proceso no está amenazado, el Gobierno, por conveniencia propia, no usará lupas retrovisoras para no tener que mirarse las vigas que tiene entre el ojo.

Además, con perdón de las eminencias, yo sí veo factible que el Gobierno acceda a la solicitud de Castaño de homologar a los paracos con los marines, e impedir que el día de mañana, -a pesar de la impunidad colombiana, o mejor, precisamente por ella- les caiga la Corte Penal Internacional. Quien pondría cortapisas a la eventual aceptación que diere el Gobierno a la iniciativa tendría que ser Washington, por sentirse ofendido.

Por Alfredo Molano Bravo
Bogotá, 30 de noviembre de 2003

DH en Colombia

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Este documento ha sido publicado el 14dic03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights