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18abr01


La masacre de Naya puede superar las cien víctimas, aunque el método usado por los paramilitares permite al ejército decir que sólo ha habido diecisiete cádaveres recuperados.


Luego del siniestro recorrido por doce veredas durante la Semana Santa, los paramilitares brindaron con champaña. Hubo gente que se salvó de milagro. En Timba (Cauca), viudas y huérfanos esperan que alguien vaya por los cadáveres.

Las polvorientas calles de Timba están de luto. La gente anda con la desesperanza a cuestas. Viudas y huérfanos de la 'caravana de la muerte' que recorrió las veredas de la región El Naya, lloran de rabia, por la forma en que los paramilitares descuartizaron a los campesinos, y la impotencia al no poder regresar a sus tierras.

Rufina Yule llegó desde Suárez (Cauca) a saber de su esposo Jorge Valencia, un jornalero con quien tuvo seis hijos. Sabe que lo mataron en Río Mina, una de las doce veredas hasta donde el Bloque Farallones de las autodefensas llegó blandiendo cuchillos sobre los cuellos y disparando fusiles galil a todo el que se asomara.

Doris no quiere saber de nada ni de nadie. Junto a su hijo se aferra a uno de los camiones del Ejército en Timba y le dispara interrogantes a un oficial que también se siente impotente ante el drama. "¿Cuándo van a recoger lo que quedó de mi marido? ¿A quién le digo que lo traigan? ¿Por qué no llevan helicópteros y los sacan?".

Las dos mujeres hacen parte del grupo de 130 personas que se desplazaron forzosamente desde el jueves pasado hasta Timba, donde viven de la solidaridad del pueblo y el apoyo moral del padre Jorge López, en la escuela mixta. Otros 370 desplazados se encuentran en Santander de Quilichao (Cauca), Buenaventura y Jamundí, en el Valle del Cauca.

Por 25 veredas

En el centro educativo el drama es igual. Todos cuentan una historia diferente, pero coinciden en que más de 200 paramilitares irrumpieron el lunes de Semana Santa, que son más de cien los muertos y que los asesinos anunciaron que llegaron a quedarse en 25 veredas del Cauca y el

Valle.

José Leandro Guetio, un hombre de 37 años, recuerda que el Martes Santo, en la vereda El Sedal, asesinaron a una joven. "Luego siguieron derramando sangre en Patio Bonito, La Mina, Río Mina,

Altoserena, Aguapanela, La Paz, El Placer, El Porvenir, La Silvia, Palosolo, El Saltillo y El Playón, entre otras veredas".

"Yo me los encontré cuando bajaba de La Silvia. Nos preguntaron que si habíamos visto guerrilla y contestamos que no. Después nos dejaron seguir y estamos esperando a que el Gobierno nos dé ayuda", agregó José Leandro, un indígena paez que está organizando al resto de víctimas: afrocolombianos y colonos.

Leocadio Dagua, uno de los 30 miembros de la iglesia evangélica Misioneros de la Nueva Jerusalén, también se encontró a los paramilitares el Martes Santo. Lo interrogaron en el sitio La Fatigosa.

Lo hicieron sentar en el piso y le sentenciaron: "Lo único que falta es fusilarte. Vos te ves como muy guerrillero".

Leocadio tomó un respiro profundo después de la condena a muerte. Se paró del suelo valientemente a esperar que lo mataran y, antes de que el galil sonara, rezó unos apartes de la Biblia para que lo escucharan: "En este momento me cubro con la sangre de Cristo". Tuvo suerte. Uno de los paramilitares que detuvo al resto de evangélicos dio la orden de seguir.

Y lo picaron

Pedro Díaz, otro de los que se salvaron, también recuerda con memoria fotográfica. "Un vecino se lanzó sobre un paramilitar que lo iba a fusilar y le arrebató el arma, con tan mala suerte que tomó el fusil y no supo dispararlo. "Se lo llevaron, lo arrastraron, lo abrieron con motosierra y lo picaron".

El Miércoles Santo, cuando la 'caravana de la muerte' concluyó, regresaron hacia El Playón, cerca de la casa de Saúl Dagua, y botella en mano dijeron: "Díganle a la guerrilla que por aquí pasó Bocanegra". Pero no se retiraron a Buenaventura. Regresaron a las montañas de la Cordillera Occidental, en la misma ruta en que los pescadores huían despavoridos.

En la zona están atrapadas unas 4.500 personas. Corren el riesgo de morir en el fuego cruzado de las Auc y la guerrilla. Los demás engrosan el río de desplazados que comienza a tomarse la escuela mixta de Timba, mientras esperan que alguien pueda ir a recoger los pedazos de cuerpos que quedaron en la zona.

Defensor culpa al Estado

El defensor del Pueblo, Eduardo Cifuentes, responsabilizó ayer al Estado de la masacre ejecutada durante la Semana Santa por paramilitares en el Cauca. "Fue una masacre anunciada", dijo, y recordó que desde diciembre los campesinos del Alto Naya reclamaban la protección oficial.

"Cuando se presenta una situación de esta naturaleza, una masacre de un pueblo que fue desplazado, obviamente que allí hay una falla en la actuación del Estado y por ello exigimos una presencia permanente y activa de todas las instituciones en el Cauca", manifestó Cifuentes.

Por su parte, el fiscal Alfonso Gómez dijo que todavía no se tiene una cifra exacta de los muertos que dejó la masacre en el Naya, "porque no hemos podido llegar a la zona", y reclamó que cese la indiferencia frente a estos hechos.

[Fuente: Enrique Rivas Gordillo para el diario El Espectador, Colombia, 18abr01]


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Este documento ha sido publicado el 19abr01 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights