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09dic18


La herencia impune del Bloque Capital


El pasado 9 de noviembre, la Fiscalía y la Policía anunciaron el resultado de lo que calificaron como una de las investigaciones más importantes de las últimas décadas. Se trató de la captura de 21 personas que estarían vinculadas a una organización criminal que hoy se conoce como oficina de cobro San Andresito de la 38 de Bogotá. El prontuario de los capturados se conoció ese día. Según las autoridades, los sindicados participaron en operaciones de tráfico de estupefacientes, hurto a bancos, tráfico de divisas, cobros extorsivos y hasta secuestros y asesinatos. Por la magnitud del operativo, la noticia ocupó titulares de prensa. Pero hubo una historia que se quedó sin contar relacionada con la génesis de esta oficina.

En las pesquisas para entender esta estructura criminal, los investigadores dieron con un dato crucial para su trabajo. La referida oficina de cobro no es otra cosa que un eslabón del Bloque Capital, una estructura paramilitar que fue protagonista de uno de los capítulos más oscuros e impunes en la historia de la guerra en Colombia. Así lo dejaron consignadas las autoridades en el informe que resultó clave para la operación de hace cuatro semanas, aunque se quedó corto para la dimensión que representa este grupo de paramilitares que se consolidó a finales de 1997, tras la masacre de Mapiripán (Meta), cuando Carlos Castaño dio la orden de expandir el poder paramilitar desde los Llanos Orientales hasta la capital del país.

Si bien el paramilitarismo ya hacía presencia en esta región del país desde los años 80, fue a finales de los 90 cuando cobró mayor importancia dentro de la misión global de tomarse las principales capitales de Colombia. Esa fue su respuesta a la estrategia que las Farc habían planteado en su Octava Conferencia, en la que quedó claro que su siguiente paso era llegar a Bogotá. Miguel Arroyave, recién salido de la cárcel La Modelo, y con respaldo de Carlos Castaño, jefe máximo del paramilitarismo de la época, consolidó una organización de más de 4.000 hombres que se tomaron el control de los departamentos de Meta, Guaviare, Casanare y parte de Cundinamarca. Pero para llegar a la capital necesitaban algo más.

Fue entonces cuando Castaño dio la orden de estructurar el denominado Bloque Capital, que quedó bajo el control de Arroyave, quien a su vez entró a comandar el Bloque Centauros en los Llanos Orientales. Según registros que existen en juzgados de Justicia y Paz, los paramilitares ya habían perpetrado ataques en Bogotá desde mediados de los años 90 en urbanizaciones populares de Bosa y Soacha. Pero a comienzos de 1997 empezaron a operar en Suba y Ciudad Bolívar, en donde, aseguran los investigadores de la Dijín, se registraron los índices de violencia y homicidios más altos de la historia de este barrio al sur de la capital. Con más hombres en sus filas, la estrategia para seguir creciendo cambió.

De acuerdo con la investigación, el Bloque Capital decidió apoderarse de los principales puntos de acopio de Bogotá. La central de abastos y sectores comerciales, precisamente como el San Andresito de la 38, fueron lugares de su elección. Para quedarse en el sitio, vendieron la idea de cobrar lo que denominaron una cuota de seguridad, pero que resultó siendo en realidad una organización para realizar cobros extorsivos. Los investigadores aseguran que esa fue su principal fuente de financiamiento, además del apoyo de la Casa Castaño. Por eso, se aprovechó este brazo armado para perpetrar una serie de asesinatos que ya la Fiscalía aclaró que tuvieron un carácter sistemático y características de lesa humanidad.

La orden de Castaño a sus hombres fue asesinar a militantes o simpatizantes de izquierda, en especial de la Unión Patriótica y, en general, a todas aquellas personas que se consideraran cercanas a la guerrilla. Por esta estigmatización criminal, el 19 de mayo de 1997, un comando asesinó a Elsa Alvarado y Mario Calderón, investigadores del CINEP. El hecho se presentó en su apartamento en el sector de Chapinero Alto. La razón: su supuesta ayuda a las Farc en el Sumapaz. Luego, el 18 de abril de 1998, los paramilitares ejecutaron al defensor de derechos humanos Eduardo Umaña Mendoza en su oficina. El 13 de agosto de 1999, la víctima fue el periodista Jaime Garzón, cuyo crimen fue declarado por la Fiscalía como crimen de Estado.

Según el Tribunal Superior de Bogotá, que en julio de 2006 condenó a alias Jorge Pirata a ocho años de prisión y a otros jefes del Bloque Centauros y del Bloque Héroes del Llano y del Guaviare, en el año 2002 los jefes del Bloque Capital se convirtieron en patrones del San Andresito. Arroyave puso como jefe en las calles a Henry de Jesús López Londoño, alias Mi Sangre, en marzo pasado, condenado por narcotráfico en Estados Unidos. Según el fallo, fue él quien lideró las oficinas de cobro que se tomaron el control del sector de San Andresito de la 38 y extorsionaron a los comerciantes que se negaron a colaborar con su “cuota” de seguridad.

Fue entonces cuando las autoridades registraron más de 600 muertes en Ciudad Bolívar durante un solo año. Estos crímenes, según el Tribunal, estaban relacionados con “la fase de entrenamientos de los escuadrones de la muerte en Bogotá”, de donde salieron los principales hombres del Bloque Capital, aunque muchos provenían de la cárcel La Modelo, en donde habían hecho contacto con Miguel Arroyave. Su asesinato, en septiembre de 2004, aclara la sentencia, provocó la fragmentación del Bloque Capital y la división en el Bloque Centauros. El Tribunal en ese mismo fallo, además del detallado recuento de las acciones criminales del paramilitarismo en Bogotá, hizo un llamado de atención a las autoridades por la nula investigación de este capítulo de la historia de una guerra, que revive con la captura de 21 personas.

[Fuente: El Espectador, Bogotá, 09dic18]

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