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30jun05


Odios para mañana.


La ley de justicia y paz dejó la verdad en la puerta y reservó los odios para mañana. En un proyecto descartado, la verdad y la reparacion entraban por la puerta grande del título, cuando aún no se había impuesto la idea de hacer la paz a cualquier costo. Y esto es más grave de lo que imaginan los que, exagerando, afirman que o la ley aprobada a las patadas, o la continuación de las matanzas.

"Tantas heridas no podrán cerrarse ignorándolas. Esas llagas deben descubrirse por más que apesten" decía monseñor Oscar Romero, el sacrificado arzobispo de San Salvador. Siguiendo la misma figura habría que afirmar que una reconciliación sin verdad es una herida mal curada que, lejos de sanar, se infecta. La verdad hace ese trabajo, piadosamente cruel, de quien abre y limpia una herida, antes de curarla. Es impiadoso, en cambio, volver los ojos al otro lado y echar mano de la expresión común de "hacer borrón y cuenta nueva." Goethe pone en boca del diablo una afirmación parecida: "todo está bien, sigamos como si nada." Es diabólico destruir la memoria e invisibilizar los hechos. Hoy tenemos una referencia ejemplarizante en Argentina en donde una ley de Perdón y Olvido, impulsada por los militares, sólo logró cubrir, sin limpiarla ni cerrarla, la llaga de la guerra sucia. La nueva ley argentina reabre los procesos contra los militares secuestradores y asesinos y aplica la verdad y la justicia, como bálsamos para un dolor que nunca desapareció.

Cerrar los ojos ante lo que pasó tiene un inequívoco aire de complicidad con el horror del pasado y con su prolongación en el futuro. Para decir con eficacia, Nunca Más, es necesario recordar. Se trata, por tanto de una operación compleja: abrir la memoria, sanearla de odios y convertirla en maestra de la vida.

En 1995 Alberto Fujimori promulgó una ley de amnistía " para consolidar la pacificación a través de la reconciliación." El sacerdote Gustavo Gutiérrez comentó en Lima: "es la impunidad trasvestida de reconciliación.

Esa solución fácil de darle la vuelta a la hoja de los crímenes es una afrenta a las víctimas sometidas así a una ofensa similar a la que se hace con los cadáveres insepultos, dejados a merced de las aves carroñeras y de los perros mientras a los deudos se les impide el duelo. La sociedad, en cambio, hace el aprendizaje de la justicia cuando recuerda a sus víctimas; y en vez de anclar el tiempo en el pasado del rencor, se estimula para hacer otro futuro, borrado el sello de los asesinos. Es liberar el porvenir, de la desesperanza del pasado.

La verdad transforma porque entrega el control del presente y del futuro. Esas víctimas que no saben lo que pasó, ni por qué sucedió lo que sucedió, que ignoran, incluso, dónde están sepultados sus muertos, son como ciegos que no tienen el control de sus pasos.

La verdad de lo que sucedió lleva consigo una verdad paralela: lo que pudo y debió haber sucedido y la indicación de lo que tendrá que suceder. Cuando se desconocen esas verdades desaparece la garantía de que lo abominable no volverá a suceder. Es posible que la ley de justicia y paz se convierta en un argumento para una desmovilización que producirá dividendos políticos en el inmediato futuro; pero a largo plazo solo será una incubadora de odios y de violencia. Juan Pablo II escribió una frase que puede leerse aquí como filosofía de oposición: "la primera exigencia del perdón es el respeto de la verdad y el perdón, lejos de excluir la búsqueda del mal, la exige."

[Fuente: Por Javier Dario Restrepo, El Colombiano, Medellín, Col, 30jun05]

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