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4sep02


Cien niños y 50 adultos perdidos en la Sierra Nevada huyen de matanza de doce indígenas


Un grupo armado incursionó en el caserío El Limón, zona rural de Riohacha (Guajira), y generó la masacre, según relató por celular Rafael Torres, uno de los sobrevivientes.

Según Torres, al menos 200 hombres vestidos con prendas de uso privativo del Ejército llegaron el sábado pasado al caserío, distante ocho horas del casco urbano más cercano, Tomarrazón, un corregimiento de Riohacha.

En el sitio, que estaba amenazado por los paramilitares desde hacía siete meses, empezaron a degollar y mutilar a víctimas escogidas y se robaron los animales.

El sobreviviente narró que él y quienes huyen fueron alcanzados por los rockets y cilindros cuando corrían hacia la selva, tratando de salvarse de la masacre.

La Fiscalía y el Ejército todavía no habían podido desplazarse al caserío El Limón.

De los muertos, cuatro serían niños. El caserío está a por lo menos nueve horas de la capital guajira. A pesar de que no hay ninguna confirmación sobre los hechos, la Fiscalía recibió denuncias de seis muertes. En esa zona de la Sierra, limitan San Juan del Cesar y Riohacha.

Éste es el corredor por excelencia para transportar los secuestrados de los grupos alzados en armas, los mismos grupos que, desde hace ocho meses, comenzaron a disputársela.

Las familias Loperena, Armenta y Díaz, residentes en Riohacha, informaron que son doce las víctimas de la etnia wiwa o arsarios, incluyendo a cuatro niños. El lugar es tan apartado que sólo ayer se tuvo noticia del hecho.

En la Fiscalía fueron denunciadas seis muertes. El comandante del Batallón Cartagena, coronel Víctor Vivas, asegura que sólo hay un cadáver. Ayer, cuando trataba de recuperarlo, tuvo un enfrentamiento con un grupo alzado no identificado, que frustó el rescate.

Pero en casa de la familia Loperena lloran a dos personas: los abuelos Rosa María Loperena, 76 años, y Luis Antonio Mendoza Montaño, 78 años, quienes murieron destrozados por granadas.

El ambiente de esta vivienda está entristecido por los llantos desgarradores de sus habitantes, que rezan una novena por los abuelos. Nurys Loperena, hija de los dos ancianos, narró los últimos momentos de vida de su madre:

"Mi vieja no pudo correr; 'vieja, vamos', le decía mi hermano, que se salvó de la matazón, y ella decía: 'mijo, yo no voy a correr, porque ese que viene ahí es el Ejército, a mi no me hacen nada'; 'entonces vieja, vámonos' y ella decía que no. Dice mi hermano que, al ratico, sintió las explosiones. Cuando regreso, al día siguiente, encontró a mi vieja muerta y la casa destrozada".

Las otras 15 viviendas también quedaron incineradas, según contó Luis Mendoza.

Jaime Díaz Mendoza Loperena, Dioselina Armenta y tres de sus hijos, menores de ocho años, una mujer llamada Gilma y tres de sus parientes y otro niño de 11 años completan la lista de asesinados.

Fuentes de la Policía y la Fiscalía seccional aseguran que, hasta enero, la zona montañosa era de las Farc. Días después de la creación del bloque Resistencia wayúu de las autodefensas, a principio de febrero, los paras empezaron a sacar a los guerrilleros a plomo. Hace dos meses, las Farc comenzó su contraofensiva. En los últimos 30 días, los 'paras' empezaron a responder y se intensifica la pelea por el corredor de la Sierra que comunica a San Juan con Riohacha.

Fuentes de policía judicial advirtieron a EL TIEMPO que investigan la relación en entre esta masacre y la emboscada del pasado 17 de las Farc a las autodefensas, en la vereda Anaimes del corregimiento de Matitas, despensa agrícola de Riohacha.

Los habitantes aseguran que todavía se siente la putrefacción de 50 cadáveres. El Ejército aseguró que sólo fueron seis. Hasta allí legó La Cruz Roja, ocho días después del combate.

Rosalina Loperena pide a las autoridades que le ayuden a recuperar los cadáveres y a rescatar a los desaparecidos, que el mismo Michel Kramer, delegado de La Cruz Roja Internacional, confirmó. Kramer tiene planeada una visita a la zona, que aún no se ha dado.

EN EL TERROR CASERÍO DE JUAN Y MEDIO

Los más afectados son los 158 alumnos de la escuela de la localidad, temerosos por los grafitis amenazantes que las Autodefensas escribieron en las paredes de la institución.

Johanis Mejía, miembro de la Asociación de Padres de Familia, denunció el martes que los niños tienen temor.

"A mi hijo le gustaba ir mucho a clases. Ahora inventa cualquier excusa para no ir", aseguró Mejía, madre del alumno de primero de primaria Leonardo Ochoa, de 8 años.

Juan y Medio es un caserío ubicado a 30 minutos de Riohacha, en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, en jurisdicción de Tomarrazón.

Precisamente, en esta zona, en la madrugada del martes, se volvieron a enfrentar, por tercera vez en los últimos 30 días, las Farc, el Eln y los paramilitares. De acuerdo con información del Ejército en los combates hubo 30 muertos.

Hace un año la disputa de la zona rural de Riohacha entre las Farc, el Eln y las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) comenzó en Juan y Medio y se extendió, en cuatro meses, a más de 20 veredas y caseríos de la zona de la Sierra Nevada.

Fuentes de inteligencia de la Policía y la Fiscalía aseguran que ese es el corredor ideal para pasar secuestrados del sur a la media y alta Guajira y viceversa.

En 1999, el frente 59 de las Farc puso una bomba en Telecom, a pocos metros de la escuela. Mejía recuerda que los niños estaban en clases y desde ese día perdieron su tranquilidad, aunque no hubo heridos. En marzo, las autodefensas utilizaron las paredes de la escuela de Juan y Medio para escribir grafitis que amedrentaban a los "sapos" colaboradores de los guerrilleros que merodeaban el pueblo. En la región, cerca de 2.000 estudiantes se han visto afectados por el conflicto.

La Asociación de Padres ha planeado echarle cal a las paredes llenas de grafitis, pero no se atreven a hacerlo por temor a represalias. Por eso decidieron que sea la misma Gobernación de La Guajira la que tome cartas en el asunto y, de paso, les resuelva dos problemas más: el plantel educativo, como el resto del pueblo de 800 habitantes, no tiene servicio de saneamiento básico, y los 158 alumnos tienen que llevar la silla de sus casas para poder estudiar.

[Fuente: Ginna Zárate, corresponsal de El Tiempo, Caribe, Riohacha, Col, 4sep02]

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