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DERECHOS


20sep02


ˇViva la justicia!

Por Humberto Tobón.


Ahí estaba Juvencio Grueso en la jaula de un carro de la Policía. Había sido reducido por un grupo de 50 hombres del Gaula. «El peligroso secuestrador y terrorista había caído». Su endeble cuchillo de cocina, el cual nunca pudo utilizar para cortar un pedazo de carne ni para untar el pan con mantequilla, no fue capaz de contener el vigor de las armas de asalto que llevaban en sus manos los militares, cuando entraron a la oficina de la Red de Solidaridad a liberar las catorce personas retenidas por el delincuente.

Ese fue el hecho de mayor importancia para abrir los noticieros. La segunda noticia, daba cuenta de que un Juez de la República había concluido que el asesinato del periodista Jaime Garzón no fue un acto de terrorismo, sino un hecho callejero, con lo cual se salvaron sus autores de las circunstancias de agravación que contempla del Código Penal.

Para los administradores de la justicia, el terrorista y secuestrador es Juvencio Grueso, pero no los responsables intelectuales y materiales que balearon mortalmente a Garzón.

En la recomposición de los valores éticos y la razón jurídica, el hombre a quien hay que hacerle caer todo el peso de la ley es a este padre de ocho hijos, desplazado del Cauca, desempleado, hambriento y quien sólo recibió del gobierno colombiano 84 dólares en dos cuotas para que pagara un arrendamiento.

Los otros, que no resistieron la irreverencia y la crítica mordaz del humorista, están resguardados por un ejército de hombres fuertemente armados, y no tienen porqué ser juzgados como terroristas, ya que sus acciones las cometieron, según el Juez Séptimo Especializado de Bogotá, en un hecho callejero, lo cual los convierte, si es que los juzgan algún día, en responsables de un homicidio simple.

La espectacularidad noticiosa de los medios condenaron anticipadamente a Juvencio, un hombre negro, quien cansado de suplicar y humillarse, cedió al impulso de la violencia ante la pérdida de argumentos para llamar la atención del Estado y de unos burócratas displicentes e indiferentes que, como Guillermo Casasbuenas subdirector de la Red de Solidaridad, le mienten al país asegurando la ocurrencia de acciones gubernamentales en favor de los desplazados que nunca pasaron. Qué más se le puede pedir a un correveidile del parlamentario Telésforo Pedraza.

Juvencio Grueso, enfrenta ahora la posibilidad de pasar más de 30 años en la cárcel por retener durante dos horas a funcionarios públicos y amenazarlos con un cuchillo de mesa, porque como dice su esposa Natalia Solis, «eso es lo que la ley dice»

Ese hombre que peleaba por su libertad y por el derecho a ser escuchado, y que mendigaba una ayuda que el Estado obligatoriamente tiene que entregar, es el mismo que ocho meses antes era un comerciante en El Tambo - Cauca, donde junto con su mujer trabaja su propia finca, producía frutas y hortalizas y criaba gallinas. Los ocho niños que hoy perdieron el norte de su vida en Cali y que sólo pasan el día con un mendrugo de pan y gaseosa en un albergue temporal, ayer corrían libremente por la tierra de sus padres y accedían a un alimento digno. Sin embargo, todos debieron abandonar lo que construyeron durante años de sueños y sacrificios, porque el Estado que ahora quiere castigar ejemplarmente a Juvencio, no fue capaz de defenderle su bienes y su dignidad.

Estamos frente a una familia, que huyendo del terror e implorando la piedad y la comprensión de los funcionarios públicos, terminó viendo cómo a su padre lo acusan de secuestrador y terrorista. Mientras Juvencio aguarda en la cárcel la decisión de un fiscal, en los barrios de las grandes y pequeñas ciudades colombianas se encuentran 1.1 millones de desplazados por la violencia. Para ellos la respuesta oficial es siempre la misma: 125 dólares para que paguen tres meses de arrendamiento, tres mercados, y pequeños paquetes con elementos de aseo personal. Cuando exigen condiciones de vida dignas, empleo, acceso a la salud y la educación, entonces la respuesta cambia y los argumentos son: El déficit fiscal es de 4.2% del PIB, el desequilibrio de la balanza de pagos sigue aumentando, los TES están en crisis, la evasión es de $3 billones, la deuda externa llega al 48 por ciento del Producto Interno, la devaluación se ha acelerado, la producción sólo crece el 2% y la tasa de intermediación está muy alta. «Por todas estas razones no les podemos ayudar. No tenemos plata. Váyanse».

En este momento una mueca de frustración debe estar dibujándose en el rostro de los amigos y familiares de Jaime Garzón, observando cómo esta «zoociedad» determina a través de un juez que a él no lo mataron por periodista y que sus asesinos no son terroristas. Mientras tanto, otros jueces se aprestan a indilgarle ese calificativo de terrorista a un hombre que actuó equivocadamente, embargado por la desesperación y el hambre.

ˇViva la justicia!

Humberto Tobón y Tobón es Comunicador Social y Economista. Especializado en Finanzas y Educación Ambiental.

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Este documento ha sido publicado el 24sep02 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights