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22may04


2.000 Indígenas Wayuu abandonaron 200 casas de Bahía Portete, en Alta Guajira y huyeron tras una serie de matanzas.


Los habitantes huyeron el pasado 18 de abril. Ese día, cuentan indígenas que ahora están desplazados en Uribia, un grupo paramilitar recorrió las rancherías de Bahía Honda, Way, Punto Fijo, Media Luna y Portete -a más de cuatro horas en carro de Uribia atravesando el desierto-, saquearon sus ranchos, quemaron un vehículo con una niúa adentro y atacaron a golpes de hacha y machete a mujeres y niúos.

Hoy, en Media Luna, un espejo atravesado por palos en las tumbas de Rosa Fince Uriana y Margoth Ballesteros Epiayú marca la declaratoria de venganza de familias indígenas wayuu contra paramilitares de Jorge Tovar Pupo, llamado 'Jorge 40' o 'El Papa Tovar', uno de los jefes del Bloque Norte de las Auc. A sus 200 hombres en La Guajira, que conforman el llamado Bloque Contrainsurgencia Wayuu, la gente y las autoridades les atribuyen la matanza.

Rosa y Margoth, de 40 y 60 aúos, son dos de las víctimas de ese día. Cayeron dentro de una guerra que se libra en La Guajira desde hace dos aúos, tras la llegada de los 'paras', traídos por capos y algunas familias locales comprometidas con negocios ilícitos.

Cuentan los wayuu que en su recorrido los 'paras' robaron 'tumas' (piedras preciosas para el trueque, el pago de dotes y deudas) y profanaron lo más sagrado para esta etnia: sus cementerios.

El relato lo corrobora una comisión de la Fiscalía Seccional La Guajira y la Brigada de Homicidios de la Sijín, al mando de Roberto Hernández Espelete, jefe de Policía Judicial del CTI de Riohacha, que halló los cadáveres el pasado 11 de mayo.

Las mujeres son las primeras víctimas identificadas de la incursión que, según los indígenas, dejó 12 muertos y 30 desaparecidos. La comisión estatal, que recorrió durante una semana el desierto, ha hallado tres cuerpos y parte de un cuarto. Hernández confirmó que hay dos desaparecidas más: Diana Fince Uriana y Reina Fince Pushaina.

María Isabel Smith, directora seccional de Medicina Legal, dijo que junto a una de las mujeres muertas se halló el brazo incinerado de una pequeúa, a la que se le tomaron muestras de ADN para identificarla.

La otra víctima identificada es Rubén Epinayú, de 19 aúos, a quien, cuentan los indígenas, lo arrastraron un kilómetro amarrado a un carro y luego le dieron un tiro en la cabeza.

"Es probable que los 'paras' hayan iniciado un recorrido por rabia, no selectivo sino indiscriminado para sembrar terror y demostrarles a los wayuu que ahora ellos tienen el poder", asevera una fuente de la Fiscalía.

Como sea, lo cierto es que con el espejo (que se ve acompaúado de galletas, gaseosas y algo de dinero que los deudos dejan a sus muertos), las familias de las víctimas les notificaron a los criminales que cobrarán venganza. Los palos, cuentan los wayuu, son para que no puedan correr mucho.

Lío por coca

Según los organismos de seguridad, estos crímenes estarían ligados a la pérdida de una tonelada de cocaína de 'Jorge 40', a quien seúalan como propietario de los cargamentos devueltos el aúo pasado a los 'narcos' por policías del Atlántico.

La droga habría desaparecido a comienzos de marzo de los centros de acopio en Bahía Portete y Maicao cuando iba a ser embarcada por 'Caúarete' y José María Barros, 'Chema Balas'. A este último, nativos, comerciantes y autoridades de la región lo seúalan como el capo wayuu que trajo a los 'paras'. Su familia, además, controla el puerto de Portete hace más de tres décadas.

Según fuentes oficiales, la cocaína habría sido robado por los 'Conoconitos', un grupo delincuencial integrado por indígenas que de tiempo atrás comete toda clase de atropellos en la zona y que no pudo ser sometido por los 'paras'. Dos días antes del ataque a las rancherías, ese grupo emboscó en Poropo, en pleno desierto, un convoy paramilitar y le produjo seis bajas.

Los 'Conoconitos' hicieron quedar mal a 'Chema Balas' con los 'paras', haciéndolo aparecer como el responsable de la pérdida, lo que desató la cadena de muertes en la Alta Guajira, pero también en Riohacha y Maicao. Esa seguidilla de crímenes aún no para y solo en la última semana ha dejado al menos una docena de muertos más.

Indígenas que dialogaron con este diario a condición del anonimato dijeron que el día de la matanza los 'paras' andaban tras Vicente Gutiérrez, a quien unos describen como simple trabajador y otros como jefe del clan Fince, una familia con tierras en los alrededores de los puertos. Gutiérrez, para vengar los desmanes de los 'paras' con los indígenas y la muerte de dos jóvenes de su clan, habría revelado la localización de la coca a los 'Conoconitos'.

El reino del terror

La matanza del 18 de abril, que derivó en el mayor éxodo wayuu de la historia, es un episodio más dentro del avance paramilitar que ha sembrado el terror en La Guajira.

Hoy, por cuenta de esa cadena de hechos, vientos de guerra atraviesan La Guajira. Las víctimas han sido, principalmente, de las familias Fince, Uriana y Epiayú.

Las autoridades coinciden en que todo hace parte de una estrategia de los 'paras' de 'Jorge 40' para controlar los puertos y los comercios ilícitos que se han movido tradicionalmente por esta tierra de la ilegalidad.

Veteranos del contrabando como pocos, primero de mercancías y licores, luego de marihuana, más tarde de combustible y ahora de armas y cocaína, un puúado de wayuu aprendieron a sobrevivir en medio de refriegas y a hacer de cada trocha del desierto un camino del comercio ilícito, ajeno por completo a la mayoría de los 70.000 indígenas que habitan la región.

El control de los puertos del que han vivido por décadas unas pocas familias, cobrando a contrabandistas y narcos por su uso sin importar si las mercaderías son legales o no, está hoy amenazado por 'paras' y narcotraficantes.

Los hombres de 'Jorge 40' llegaron hace unos dos aúos por petición de varios capos guajiros que sacaban la droga e ingresaban armas por los cientos de kilómetros de bahías de la Media y Alta Guajira, y de comerciantes de Maicao que buscaban proteger sus camiones del saqueo en el desierto.

"El matrimonio 'paras'-narcos marchaba bien hasta que los hombres de 'Jorge 40' decidieron apoderarse de todo -explica una alta fuente de la Fiscalía-. Han quitado del camino a quienes se les han opuesto o no han querido negociar, resquebrajando sus alianzas iniciales".

En esa estrategia de dominio total, los 'paras' inclusive asesinaron a dos intocables del comercio en Maicao: Mario Cotes -líder del contrabando de armas, gasolina e insumos para la guerra- y Luis ángel González Boscán, narco requerido por la Fiscalía y la DEA, asesinado el pasado 7 de marzo.

Según las fuentes, hoy los 'paras' controlan el 90 por ciento del narcotráfico en La Guajira, cobran vacunas a transportadores, dueúos de negocios en Maicao y se quedaron con el comercio en algunas zonas del desierto.

Comerciantes de Maicao revelaron a EL TIEMPO que deben pagarles 500.000 pesos por cada camión que se carga con mercancía. "Un solo barco puede requerir hasta 20 camiones; los entramos legalmente, pagamos impuestos del 4 por ciento a la DIAN y aún así debemos pagarles a los 'paras'. En un solo mes pueden llegar hasta 500 camiones y quien no pague, es hombre muerto", dice un comerciante de la ciudad, en donde este aúo han sido asesinadas 58 personas. La mayoría de los crímenes son atribuidos a los 'paras'.

También, dicen las fuentes oficiales, despojaron a clanes guajiros del tráfico de gasolina.

"A cada camión le cobran 30.000 pesos y son 100 vehículos diarios los que entran la gasolina al centro de acopio de Maicao, manejado por una cooperativa conformada por indígenas intimidados por los 'paras' ", explican guajiros relacionados con ese comercio.

En pie de lucha

"Lo más grave de esta guerra es el componente étnico, que le da una connotación que no tiene ningún otro conflicto en el país. Los wayuu lo perciben como la llegada de elementos foráneos que quieren despojarlos de su tierra", dice un conocedor de esa cultura.

Por eso, agrega, las mujeres y los niúos huyeron mientras los hombres se quedaron escondidos en el desierto para luchar contra los arijunas (blancos), que pretenden desterrarlos de su territorio.

Las autoridades sospechan también que tras el conflicto se camuflan peleas internas de bandas de contrabandistas y capos guajiros, e incluso de clanes indígenas.

Las autoridades coinciden en que guajiros comprometidos o no con la ilegalidad están armados y dispuestos a defender con sangre su territorio y su hegemonía. Se dice que han llegado indígenas de Venezuela (los wayuu son una etnia binacional) para ayudarlos a librar la batalla.

La situación ha llegado a tal punto que el pasado miércoles el propio 'Jorge 40' entregó al alto Gobierno una carta en la que recoge su versión de la problemática en la Alta Guajira.

En ella, el jefe 'para' alega que no han atropellado a los wayuu y atribuye la situación a una pelea que su grupo sostiene con bandas guajiras que se dedican a traficar, contrabandear y secuestrar, aliadas con las Farc.

El terror, en todo caso, sigue recorriendo la región. Centenares de inocentes han huido de los atropellos y todo el mundo teme denunciar. Los desplazados inclusive han llegado a Maracaibo (Venezuela).

"Nos están matando a todos y lo que le pedimos al Gobierno es que nos defienda, que mande a la zona militares y policías honestos o que nos dé la posibilidad de defendernos. Si nos dejan armar, en un mes no queda un solo 'para' en La Guajira", sentencia otro comerciante.

Cientos huyen de sus rancherías, ajenos al conflicto entre paramilitares y capos guajiros y a fortunas amasadas de paisanos suyos en el narcotráfico.

Se fueron de Portete, que hasta hace unos cinco aúos era un emporio comercial y portuario por donde entraba la mayor parte del contrabando.

El puerto, que movía hasta 3 millones de dólares diarios y les daba trabajo a unos 3.000 indígenas, hoy luce como un pueblo fantasma. Las familias están refugiadas en Uribia y Maicao y!muchos han atravesado la frontera con Venezuela rumbo a Maracaibo.

"Algunos están en malas condiciones, durmiendo en potreros en cajas de cartón", explica Laura Andriolis Arévalo, secretaria de asuntos indígenas de La Guajira, que ha encabezado comisiones de ayuda humanitaria para llevarles alimentos y atención en salud.

El desplazamiento es tema de preocupación de las autoridades venezolanas, que el miércoles pasado enviaron a 200 oficiales del Destacamento de Frontera No. 26 a la región por donde están entrando los desplazados.

La Cruz Roja, seccional Zulia, y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), dijeron que han censado a 191 personas.

El coronel Nelson Chawes, comandante del Batallón Cartagena, quien admite que allí se han presentado varios hechos de violencia, dice que el éxodo también es consecuencia de las medidas del Gobierno Nacional que pusieron freno al tráfico de cigarrillos, whisky y telas e hicieron que el comercio de Maicao se viniera a pique. "Como ya no hay tanto contrabando, y Portete está cerrado, los indígenas están regresando a su territorio en Uribia", explica el oficial.

Sin embargo, para fuentes civiles que pidieron el anonimato, la disminución del contrabando no es la causa del éxodo, pues el 90 por ciento de los 70 mil indígenas que se estima habitan la Media y Alta Guajira sobreviven del pastoreo y la pesca.

La lucha contra los ilegales

Los múltiples problemas de La Guajira se derivan de la Sierra Nevada, dice el coronel Nelson Chawes, comandante del Batallón Cartagena, responsable del orden público en la zona.

Explica que hay presencia de las Farc sobre la serranía del Perijá, al mando de 'Iván Márquez', que compra armas, explosivos, uniformes y pertrechos para surtir a los frentes 41, 51 y 19, que les disputan el territorio a las autodefensas en busca de una salida al mar.

Los 'paras', a la vez, dominan el tráfico de coca y disputan el de gasolina. Solo este aúo, tropas a su mando les han incautado 40.000 galones que iban rumbo a Santa Marta. "Entre Mingueo y Palomino, todo el mundo les camina a las Auc", admite el oficial, que para contrarrestar la presencia de los armados y los capos ejecuta las operaciones 'Emperador' y 'Espartaco'.

"Son ofensivas y sostenibles para reducir los múltiples delitos que se unen en esta tierra de la ilegalidad", explica Chawes, que en ocasiones se ve corto de hombres para atender tantos flancos y controlar los 18 mil kilómetros cuadrados de desierto.

En asocio con la Fiscalía, el Ejército ha destruido al menos cuatro laboratorios y una plantación de 300 hectáreas de coca. También, han capturado y judicializado a varios miembros de las Auc.

Igualmente, dice Chawes, se combate a delincuentes comunes y a algunos indígenas que asaltan camiones y hacen secuestro 'express' en las carreteras del departamento.

[Fuente: El Tiempo, Bogotá, Col, 22may04]

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