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22feb06


Heidi ya no quiere el oro de los dictadores.


La corrupción le cuesta a áfrica 150.000 millones de dólares al año. Lo asegura Olusegun Obasanjo, presidente de Nigeria. Sabe de que habla: uno de sus predecesores, Sani Abacha, se llevó del país 2.200 millones en los cinco años en que lo dirigió (1993-1998). Una tercera parte de ellos se han localizado en Suiza. Como la mayoría del botín que los dictadores sustrajeron a los países que dirigían, el llamado tesoro de los dictadores.

La banca de Suiza se enfrenta de nuevo al problema de su propia imagen: las cuentas pueden ser tan opacas que favorecen el refugio del dinero turbio. Paraíso bancario a donde va a parar gran parte del dinero que generan la corrupción y el robo estatal. Se calcula que un quinto de la deuda de todos los países en desarrollo está compuesta por créditos concedidos para apoyar a dictadores sumisos. Y mucho de este dinero acaba en sus bolsillos a través de los bancos suizos. Devolver a los estados las enormes sumas localizadas en Suiza por numerosos dictadores es un objetivo primordial para la credibilidad del sistema financiero de ese país. Y Suiza emprende ahora la segunda gran operación para lavar su cara; la primera empezó en 1995: la conducta de sus bancos con respecto a las víctimas del holocausto.

Suiza, oficialmente neutral durante la Segunda Guerra Mundial, fue en realidad país colaboracionista con el régimen alemán, cuyo gobierno utilizó sus resortes financieros para sus operaciones. Recibió gran cantidad de dinero y bienes confiscados a los judíos perseguidos por el nazismo, que no se restituyeron a sus legítimos poseesores y siguen en el país. La Asociación de Bancos Suizos realiza ahora gestiones para retornar el dinero a los sucesores de los 25.000 titulares de cuentas que, presuntamente, desaparecieron en los campos de exterminio alemanes y cuyas familias no pudieron acceder a sus bienes.

El nuevo conflicto que encara la banca suiza se centra en las fortunas ilícitas que tienen depositadas en ella siniestros personajes que se apropiaron del dinero durante su control político de los países. Historia que se inicia en los años setenta con las sospechas de desvío de miles de millones de dólares por parte del negus (rey de reyes) etíope Haile Selassie y el sha Reza Palevi de Irán. Las reclamaciones de ambos estados no fueron aceptadas en su día por el Gobierno helvético.

A partir de ellos, la lista fue creciendo. En los ochenta llegó el turno de dirigentes como Nicolas Ceausescu (Rumanía), Jean-Claude Duvalier (Haití) o Manuel Noriega (Panamá). La falta de una legislación contra el dinero negro hizo que las cantidades afloradas por las investigaciones fueran muy escasas, apenas unas decenas de millones de dólares.

única excepción, la de Ferdinand Marcos (Filipinas), de quien reaparecieron 356 millones de dólares en 1986. El ex presidente había huido y el Gobierno suizo ordenó la congelación de sus cuentas; trece años después se le devolvieron a Filipinas 683 millones (con la suma de los intereses) que siguen a disposición del gobierno. En los noventa el flujo hacia bancos suizos se agudizó. Fue la hora de los Mobutu Sese Seko (Congo, ex Zaire), Mussa Traore (Mali), Benazhir Butto (Pakistán), Sani Abacha (Nigeria), Nursultan Nazarbaev (Kazajstán), José Eduardo Dos Santos (Angola), Carlos Menem (Argentina), Carlos Salinas (México), Yasser Arafat (Palestina)...

Las nuevas leyes impuestas por la Unión Europea, la presión provocada por el 11-S y las declaraciones que implican a las plazas finacieras suizas como refugio de los principales circuitos financieros del terrorismo han modificado ahora la situación. Suiza quiere y necesita limpiar su imagen. Y, manteniendo la confidencialidad de sus cuentas, está destapando la corrupción si tiene la certeza del origen ilícito del dinero depositado en sus bancos. Fondos congelados, retorno de dinero a los países víctimas de la depredación - en el 2005 les restituyó 500 millones, y lleva ya devueltos 1.546 millones-, numerosas sentencias judiciales en este sentido.

El problema está en cómo y a quién devolver el dinero. Es el caso de Abacha: de los 700 millones de dólares encontrados en Suiza, se han restituído 458 millones al Banco Mundial, para que los utilice en programas de ayuda al desarrollo. Pero hay países, como Angola, que pese al expolio económico de sus dirigentes sólo ha podido recuperar 21 millones, con la condición además de que se inviertan en eliminar las minas anti persona diseminadas por el país. Suiza cree que su actitud de dejar sin dinero a quienes se apropiaron fraudulentamente de él, y usarlo para programas humanitarios, representa un nuevo modelo en la aplicación de la lucha contra la corrpución internacional.

[Fuente: La Vanguardia, Barcelona, Esp, 22feb06]

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