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21jul06


El poder de la mafia.


El pasado 22 de mayo se sucedió en el municipio de Jamundí en el Valle, uno de los más penosos episodios de que se tenga noticia reciente, en el cual resultaron muertos 10 policías y un civil a manos de un grupo del Ejército de Colombia.

Toda suerte de agravantes rodearon la “masacre” como la denominó el ejecutivo: Se trataba de un cuerpo élite de la Policía, especializado a lo largo de muchos años en la lucha contra la mafia de los narcóticos; como insólito caso todos los miembros del equipo policial resultaron muertos y en el supuesto intercambio de disparos no hubo ni siquiera un herido de la patrulla militar; el oficial de mayor graduación involucrado en la matanza (un coronel) tiene poco claros antecedentes de recepción de bienes de parte de narcotraficantes; la escena de los hechos fue contaminada y los cuerpos de los muertos fueron trasladados antes de la presencia de la Fiscalía.

Por todo lo anterior y otras consideraciones similares el proceso pasó a manos de la justicia ordinaria luego de la vinculación de un coronel, un teniente, dos suboficiales y once militares más. Los detenidos pasaron a órdenes del Inpec, pues se consideraba que lo acontecido no había sido un acto de servicio sino un delito común; a más de que por experiencia se sabe de lo frágil que resulta la guardia en las guarniciones militares cuando los detenidos son miembros del Ejército.

Pues bien, las irregularidades no paran allí y el juez a cargo del caso, Oscar Castro, se declaró impedido para adelantar el proceso pues considera que los militares deben ser juzgados por la justicia militar. Esta determinación la tomó el juez Cuarto Especializado de Cali, tan pronto se enteró de que había sido condenado a 48 meses de prisión por haber revocado sin justificación una orden de detención contra un ciudadano acusado de lavar dinero de los narcotraficantes.

Se anuncia la recusación del juez, la oposición de la Fiscalía, la Procuraduría y el Ejecutivo a la discutida decisión de Castro y el país asombrado asiste a una oprobiosa manipulación donde la justicia queda muy mal parada y se hace evidente la existencia de un paraestado omnipotente que no tiene barreras para usar su poder.

[Fuente: Editorial, El Nuevo Día, Ibagué, Tolima, 21jul06]

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