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23ene07


Muere el responsable del caso Matesa, Juan Vilá Reyes.


El empresario barcelonés Juan Vilá Reyes, fundador y presidente de Maquinaria Textil del Norte de España (Matesa), fallecido el jueves, [18 de enero de 2006] a los 81 años, protagonizó el mayor escándalo económico del franquismo y, de todo ellos, el que sirvió de excusa para una de las luchas más feroces por el poder entre sectores antagónicos del régimen. El «caso Matesa» abrió la lucha por la sucesión de Franco en 1969, cuando la dictadura aún creía en su perdurabilidad más allá del Caudillo.

Natural de Barcelona e ingeniero técnico industrial textil, Vilá Reyes había adquirido con apenas 32 años una patente para la fabricación en una planta de Navarra de los telares sin lanzadera Iwer, concebidos por la compañía francesa Ancet-Fayolle. Aquella revolución tecnológica fue fabricada por el industrial catalán pensando no ya sólo en surtir a la industria textil nacional, sino que toda la concepción del negocio había sido diseñada en función de una agresiva política de exportación mediante las ayudas oficiales del Banco de Crédito Industrial (BCI), de titularidad estatal.

Aquella vocación exportadora, que fue el origen de la riqueza y la causa de la caída en desgracia de Vilá Reyes, no hubiese sido posible si los llamados ministros tecnócratas no hubiesen convencido a Franco del rotundo fracaso de la política fundacional de la dictadura, entre 1957 y 1959, aquella concepción nacionalista y de vocación autárquica que había inspirado el ideario económico del franquismo desde la misma guerra civil y de la que Juan Antonio Suanzes había sido uno de sus principales ideólogos.

Los tecnócratas, muchos de ellos identificados por su pertenencia confesional al Opus Dei, aportaron una visión modernizadora de la economía, introdujeron reformas, aplicaron medidas estabilizadoras (el plan de 1959) y una apertura gradual de la economía española al tiempo que copiaron de Francia los preceptos básicos de la llamada «planificación indicativa», todo ello siguiendo las pautas que marcó el FMI, el Banco Mundial y la OCDE para apoyar financieramente a una franquismo que llegó a 1959 exhausto, sin reservas de divisas y en quiebra.

Aquel cambio de rumbo radical en la política económica, y que fue la base y sustento del «desarrollismo» de los sesenta, creó el clima de confianza empresarial y el entorno legal y regulador que dio pie al origen de nuevas y osadas apuestas empresariales como la de Vilá Reyes, cuyo triunfo económico lo convirtió en un personaje popular, alabado por la prensa y agasajado en los ámbitos sociales. El cenit de su popularidad lo alcanzó entre 1967 y 1969, cuando presidió el Real Club Deportivo Español, de Barcelona.

1969 fue un año decisivo en el devenir de la dictadura. La lucha por el control de la sucesión se enconó extraordinariamente entre el sector «azul», más ideológico e inspirado en los valores fundacionales del régimen, y el llamado tecnócrata, que se había hecho con los resortes de los ministerios económicos del Gobierno y del Banco de España y que, liderado por Laureano López Rodó, entonces ministro del Plan de Desarrollo, había logrado una extraordinaria influencia sobre el vicepresidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, considerado el «delfín» de Franco, hasta conseguir su apoyo para respaldar la entronización del Príncipe Juan Carlos como sucesor de Franco.

Esta proclamación, que se produjo el 23 de julio de 1969, alarmó a los «azules» (Movimiento y Falange), que vieron en Juan Carlos un peligro, bien porque, en ideario compartido con su padre, el conde de Barcelona, desmantelara el franquismo tras llegar al trono, bien porque, aun cuando no ocurriese así, optara por depositar toda su confianza en aquel sector, considerado sobrevenido, y que, liderado por López Rodó, había hecho causa de la reinstauración monárquica.

El escándalo en el que incurrió Matesa, percibiendo ayudas del BCI a la exportación mientras telares supuestamente vendidos al extranjero estaban en la aduana o habían sido transferidos a filiales de Matesa en otros países, estalló en agosto. Las irregularidades, que Vilá Reyes justificó como una práctica común para poder exportar saltándose una reglamentación que lo dificultaba, fueron utilizadas y jaleadas por los sectores más integristas del franquismo para intentar desalojar a los tecnócratas del poder: Matesa había nacido de la economía liberalizada que propugnaban los entonces rectores de la economía española; el escándalo salpicaba a los ministerios económicos, BCI y Banco de España, controlados por los tecnócratas, y Vilá no ocultaba su amistad con Rodó.

En una España sometida a la dictadura y sin libertad de prensa los periódicos tuvieron las manos libres para divulgar cuanto quisieran un escándalo que afectaba gravemente al régimen. Aquel 1969 Max Aub regresó temporalmente del exilio y no daba crédito a aquella aparente libertad de prensa. Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, y que estaba enfrentado a los tecnócratas, utilizó su departamento, que velaba por el control de lo que se publicaba en España, para apuntalar la estrategia de los azules. Otros escándalos económicos de la época, como el de Redondela, fueron mucho más silenciados.

Franco resolvió el «caso Matesa» destituyendo a dos ministros de cada bando: Faustino García Moncó y Juan José Espinosa San Martín, del tecnócrata, y Fraga y José Solís, del azul. Pero de la remodelación del Gobierno, en octubre, salió fortalecido el sector tecnócrata, que amplió su poder en el Consejo de Ministros. Fraga recibió como consolación la Embajada de Londres. El jefe del Estado, temeroso de que el juicio de Matesa afectase a su poder, optó por indultar a los tres ex ministros procesados por el Tribunal Supremo (Mariano Navarro Rubio, Espinosa y García Moncó), por lo que nunca fueron juzgados. Vilá, de quien se dijo que quiso comprar el Banco de Siero cuando su dueño, Ramón Rato, estaba en la cárcel, amenazó a Carrero en 1971 con desvelar el contrabando generalizado de divisas al extranjero entre 1964 y 1969. Vilá, condenado a 223 años de cárcel por apropiación indebida de 10.000 millones de pesetas, sólo cumplió 7. «Para mí entonces empezó el posfranquismo», anotó Fraga en su diario el 31 de diciembre de 1969.

[Fuente: La Nueva España, Oviedo, Asturias, 23ene06]

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