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06ene13


Cristina Kirchner quiere ahora ceder una parte de Vaca Muerta a Repsol para correr un tupido velo


Gracias por la flor pero no podemos aceptar el tiesto. Más o menos esta es la respuesta que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, ha trasladado al embajador argentino en España, Carlos Bettini, después de consultar con Repsol el último plan de paz formulado por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Antonio Brufau ha dicho que nones a una propuesta que suponía la devolución a la petrolera española de una participación minoritaria en el yacimiento de Vaca Muerta. Con esto y un buen puñado de millones de dólares a invertir desde España se suponía que Repsol estaría encantada de cerrar para siempre el conflicto generado tras la nacionalización de la antigua filial YPF.

Acosada por una crisis energética galopante y vapuleada por la pérdida de popularidad dentro de su país, la presidenta argentina ha intentado lanzar un cable a través de sus delegados diplomáticos con el fin de apurar un acuerdo imposible con Repsol. En su defecto, Cristina Fernández confía en que esta nueva actitud negociadora contribuya a mejorar la reputación de su Gobierno ante la comunidad financiera e industrial. Claro que para ello sería necesaria una propuesta menos burda que la que ha llegado a la mesa de Antonio Brufau, casi un insulto para el presidente de una empresa expoliada hace ocho meses en Argentina.

La primera tentación para llegar a un pacto tuvo como escenario la pasada Cumbre Iberoamericana presidida en noviembre por el Rey Juan Carlos. Fue allí en Cádiz cuando el vicepresidente Amado Boudu, enviado especial de la Casa Rosada, se dirigió en nombre de su jefa al ministro García Margallo para proponerle una oferta que se suponía no podría ser rechazada por España. La idea, tan peregrina como muchas de las cosas que ocurren de un tiempo a esta parte en el país andino, consistía en integrar a Repsol como accionista de referencia, con una participación de alrededor del 30%, en el gran proyecto de explotación de hidrocarburos de Vaca Muerta, descubierto por YPF cuando la empresa argentina todavía pertenecía a la petrolera española.

El hallazgo realizado entre las provincias de Neuquén y Mendoza, comunicado en noviembre de 2011, fue el detonante del despojo que sufrió Repsol cinco meses después, en abril de 2012. El Gobierno argentino entendió que Vaca Muerta, con un potencial de 23.000 millones de barriles de petróleo no convencional, constituía una gallina de huevos de oro para la depauperada economía nacional, sobre todo teniendo en cuenta la lenta agonía de sus yacimientos tradicionales, que vienen registrando caídas acumuladas de producción de hasta un 3% anual desde finales del pasado siglo.

La oferta fue interpretada en medios oficiales del Ministerio de Exteriores como un sarcasmo dado el doble juego, una cal y muchas de arena, que proponía el Gobierno argentino. El embajador, Carlos Bettini, se encargó días después de encandilar a los altos cargos de la diplomacia española exponiendo las enormes ventajas institucionales que supondría para ambos países correr un tupido velo antes de que el conflicto arrecie en los tribunales internacionales. Visto así a más de uno en el departamento que dirige García Margallo le entraron ganas de pasar a la posteridad, lo que dio lugar en los primeros días de diciembre a una selectiva ronda de contactos a nivel empresarial con el fin de analizar las ventajas e inconvenientes que tendría para Repsol entrar al trapo de tan envenenado regalo.

En paralelo y para cerrar la pinza de un eventual acuerdo, el primer ejecutivo de YPF, Manuel Galuccio, se ha encargado también de pregonar la buena nueva confundiendo sus deseos con la realidad en un intento por atraer la atención de las grandes multinacionales que, de momento, se resisten a meterse en el pozo sin fondo de Vaca Muerta. Cristina Fernández sólo ha conseguido que la americana Chevron y la local Bridas se interesen momentáneamente por una inversión muy intensiva en capital y no menos arriesgada desde el punto de vista jurídico, pero las motivaciones de ambas empresas están vinculadas directamente con la obligación de mantener la pose ante el Gobierno argentino dados los negocios que una y otra vienen realizando de antiguo en el país. El yacimiento de Vaca Muerta puede que sea espléndido, pero para que se convierta en un gran negocio es necesario meter mucho dinero y atraer la confianza internacional demostrando al mundo entero que el lío con Repsol es ya agua pasada.

Ajuste contable de YPF en el balance de Repsol

Los promotores del supuesto acuerdo consideraban que la compañía española tendría también argumentos favorables para un armisticio que le permitiría hacer una limpia en sus estados financieros antes de cerrar el ejercicio 2012. De este modo, Brufau retiraría la demanda ante el Ciadi y se adornaría con las mejores galas en la próxima presentación de resultados, pero las cuentas de la lechera no dan para tanto porque la estrategia contable de la petrolera ya ha cubierto la exposición de riesgos provocados por una expropiación que todavía no conoce justiprecio.

Con esta base jurídica Repsol ha deconsolidado YPF en su balance dando de baja los activos perdidos y revaluando los préstamos y garantías otorgados al grupo Petersen de la familia Eskenazi para la compra del 25% de la entonces filial argentina. Estos ajustes han generado un agujero contable de 6.235 millones de euros que se contrarresta casi totalmente con la valoración estimada de un expolio que sigue pendiente de resolución. En virtud de ello, Repsol ha otorgado una estimación compensatoria de 5.673 millones de euros por su participación en YPF, tanto el 51% expropiado como el 6,43% remanente todavía en propiedad. A esta cifra hay que sumar además un activo por impuesto diferido de 524 millones derivado de los impactos fiscales que producen estas operaciones contables.

La consecuencia directa de todo el trasiego financiero se resume en una pérdida mínima de 38 millones de euros que induce a pensar en una plusvalía latente a poco que fructifiquen los esfuerzos legales ante los organismos de arbitraje o estamentos jurisdiccionales. Entonces será cuando Brufau firme la paz con Cristina Kirchner, dando por zanjada su aventura en Argentina y resarciendo a los accionistas de Repsol con un dividendo extraordinario. Nunca hay mal que por bien no venga pero para eso hace falta llevar el pleito hasta el final y convertir el expolio en una expropiación convenientemente reconocida y lo mejor pagada posible.

[Fuente: Por José Antonio Navas, El Confidencial, Madrid, 06ene13]

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