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17feb15


Sólo un encuentro 'imposible' entre Merkel y Tsipras puede solventar el problema griego


Por segunda vez consecutiva, el Eurogrupo no alcanzó un acuerdo sobre Grecia. Y eso obligó a los ministros de Finanzas de la zona euro a dar un ultimátum a Atenas. Si para el viernes no cede, ya no habrá tiempo para formular una extensión del rescate que garantice la financiación a Grecia y el país quedará expuesto al riesgo de una quiebra o incluso de un corralito bancario. De no consensuarse en esta semana, los Parlamentos europeos simplemente no tendrán tiempo para aprobar la ayuda antes del 28 de febrero, fecha en la que concluye el actual programa de rescate. "Lo siento por los griegos, pero han elegido un Gobierno irresponsable", aseveró unas horas antes el todopoderoso ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble.

"Las posiciones están muy distantes. Pero nadie quiere pegarse un tiro en el pie. Por el momento Merkel y Tsipras sólo se comunican a través de Dijsselbloem y Juncker. Es necesario que los dos líderes entablen una conversación directa y encuentren puntos en común. Ellos son quienes deben desatascar la situación", comentaba una fuente griega a Vozpópuli.

En el anterior Eurogrupo, Varoufakis casi dijo que sí al rescate. Transigió con hasta el 70 por ciento de las medidas que propone la Troika. Y aceptó que no haya quita. Demasiadas concesiones. Así que este lunes era el día de ponerse duro. Esta vez Varoufakis se dejó la bufanda en casa y optó por levantarse el cuello de su chaqueta al más puro estilo Danny Zuko. Con paso seguro, el ministro de Finanzas griego entró en la reunión del Eurogrupo el último, sin prodigarse en los saludos típicos de estos eventos. Al parecer, aguantó el tipo incluso cuando Mario Draghi advirtió de que los bancos griegos se estaban deteriorando rápidamente conforme los ciudadanos y las empresas retiraban sus depósitos. Resistió con entereza mientras los 18 ministros mostraban una unidad insólita en Europa y le comunicaban que Grecia tenía que aceptar una extensión del programa de rescate para poder negociar más adelante otro paquete distinto. Lo que, por supuesto, supone que se concluyan las medidas contempladas en el actual programa, que no se deshagan los recortes/reformas ya aplicadas, y que se consensúe siempre cualquier modificación con el FMI y la Comisión.

El borrador que le pusieron por delante a Varoufakis otorgaba a Grecia una extensión técnica del programa que tuviese en cuenta los planes del Gobierno heleno y que concediese la mayor flexibilidad posible. Traducido al lenguaje de la calle: le permitían un poco más de gasto y tomar algunas de las medidas prometidas por el Ejecutivo de Syriza… Pero nada del crédito puente que le brinde tiempo a Atenas para poder seguir negociando y rebajar la condicionalidad. "No veo cuál es la diferencia entre una extensión del rescate y un crédito puente. Los dos deben atenerse a una condicionalidad que se tiene que cumplir", alegó Dijsselbloem.

Y ello provocó que Varoufakis tomase la puerta enseguida. Según su propia versión, el titular de Hacienda griego se plantó en dos asuntos que consideraba innegociables: nada de recortar las pensiones más bajas y nada de subir el IVA. Es más, a la salida declaró que le habían ofrecido antes de entrar en el Eurogrupo un crédito a cuatro meses con exigencias rebajadas. Y que tal arreglo sí que estaba dispuesto a aceptarlo. Sólo que ésa no es la versión de otras fuentes. Éstas aseguran que las diferencias entre lo que le ofreció Dijsselbloem antes de la reunión y lo que finalmente se manejó en el Eurogrupo fueron mínimas.

Para colmo del desconcierto, Varoufakis también anunció a la prensa que pese a todo probablemente habrá un acuerdo en las próximas 48 horas. Una actitud que hacía preguntarse a muchos si la nueva espantada tan rápida del Eurogrupo no era sino una pose. "En lo de las sanciones a Rusia se opusieron al dictamen y montaron el escándalo. Pero luego sólo quisieron cambiar un par de nimiedades aquí y allá. En realidad hay mucho postureo de los griegos de cara al consumo interno", consideran algunas fuentes europeas.

Más del 70 por ciento de la población griega apoya a Tsipras para que renegocie la ayuda europea. Pero al mismo tiempo más del 70 por ciento de los helenos también quieren permanecer dentro del euro. Estos dos datos de las encuestas en realidad explican hasta dónde será capaz de llegar el Gobierno de Syriza: Grecia no quiere cometer un suicidio colectivo. Pero tampoco quiere aceptar el nivel de sacrificios sufrido bajo Samaras y Venizelos.

En opinión de diversas fuentes, el Ejecutivo heleno todavía podría tensar la cuerda y apurar hasta la fecha en la que se acaba el rescate sin un acuerdo. Podría incluso prolongar el farol más allá y aguantar algunas semanas sin asistencia financiera. Pero estaría jugando con fuego. Dos hechos podrían doblegarle el pulso antes de tiempo. El primero serían sus compromisos de pagos, de los que el primer desembolso fuerte que habrá de afrontar será la nómina de las pensiones.

Y aún puede ser peor el delicado estado de la banca. Porque, żacaso serán capaces de mantener el tipo mientras sus entidades sufren una sangría de fondos? En tanto en cuanto estén padeciendo una pérdida de depósitos el riesgo de corralito financiero se antoja evidente. Aunque el Banco de Grecia pueda asumir las pérdidas incurriendo en capital negativo que luego se recapitaliza con una inyección de bonos griegos, el BCE tendrá también que decidir si sigue permitiendo que funcione la provisión de liquidez que mantiene a las entidades helenas en pie. De acuerdo con sus estatutos, la institución sita en Fráncfort no puede respaldar entidades que no sean solventes.

A su vez, esta cadena de acontecimientos bien podría poner a prueba toda la arquitectura institucional preparada para asegurar la pervivencia del euro. "Por más que haya episodios de alta volatilidad, en esta ocasión contamos con los instrumentos para aplacar las tensiones", explican fuentes cercanas al Ejecutivo español. Sin embargo, el primero en padecer los ataques del mercado podría ser Portugal, el fiel cumplidor que por fin retornaba al crecimiento y que ahora podría verse otra vez a merced de las turbulencias financieras. La expansión monetaria de QE en ese caso podría resultar insuficiente para calmar a los inversores porque Francia y Alemania acaparan la parte del león al repartirse estos recursos proporcionalmente. Y entonces sería el momento para sacar el bazuka al que el Bundesbank se ha opuesto una y otra vez: la OMT o compra directa de bonos de los Estados, un mecanismo que podría acabar con la especulación pero que todavía está pendiente de que los tribunales alemanes certifiquen su encaje constitucional en la legislación teutona.

[Fuente: Por Antonio Maqueda, Vozpópuli, Madrid, 17feb15]

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