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09abr23


España y sus socios europeos presionan a Joe Biden para que envíe más gas natural


La Unión Europea ve a Estados Unidos como un competidor en la captación de inversiones, principalmente, por su ambiciosa Ley de Reducción de la Inflación (IRA en sus siglas en inglés). Por otro lado, Bruselas también tiene otro 'rival' que es el cambio climático, promulgando las políticas más ambiciosas en materia de descarbonización. Aunque España y sus socios europeos han reconocido esta semana que, a corto plazo, necesitan más barcos enviados por Joe Biden cargados de gas para seguir 'desintoxicándose' de Rusia.

Los comisarios Josep Borrel y Kadri Simson compartieron mesa con el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, y el vicesecretario de Energía de EEUU, David Turk, para hablar de su relación energética. Ambas partes insistieron en los temas que han repetido desde 2021: garantizar la seguridad energética mientras se acelera la transición verde e intensificar su cooperación para reducir la dependencia de Rusia.

Es decir, Europa necesita en este 2023 su gas para desconectarse definitivamente de Putin y Estados Unidos quiere seguir siendo el proveedor de confianza del Viejo Continente. Los países europeos buscan llenar su almacenamiento de cara al próximo invierno con el mínimo gas ruso posible, porque no hay embargo al gas a diferencia del petróleo, y este año aparece un rival que había estado 'dormido' en la crisis: China.

La vuelta a la actividad de la economía china demanda mucho gas y Europa no quiere que le afecte. Biden tampoco quiere perder a su mejor cliente. Europa ha sido el destino principal del gas natural licuado (GNL) estadounidense en 2022, representando el 64% del total de las exportaciones. Francia, Reino Unido, España y Países Bajos han absorbido un 74% de todo lo que ha llegado a Europa.

En particular, Estados Unidos se consolidó como el principal suministrador de gas natural a España en 2022, con un 28,9% del total de las importaciones totales de gas natural, por la falta de gas ruso y el corte de suministro argelino. Cerca de 129.00 gigavatios hora (GWh), según los datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES), han llegado a España con origen en Estados Unidos.

El principal proveedor en un sistema de suministro muy diversificado. España ha comprado este hidrocarburo a 19 países distintos, gracias a sus seis plantas de regasificación que le han convertido en esta crisis energética en punto estratégico de entrada de gas natural licuado (GNL) de Europa. Una infraestructura que le ha permitido compensar que el gas argelino ya no llega por uno de los dos gasoductos y, como le ha sucedido a Europa, lo compensa en su mayoría con más suministro estadounidense.

La crisis del gas no ha pasado

Esta relación hace que, a un lado y otro del Atlántico, se reconozca la necesidad de mantener la relación comercial en materia energética, sin poner en riesgo el suministro seguro y regular que se ha vivido el pasado año. La crisis de suministro de gas tras la invasión se ha atenuado en los últimos meses, pero los expertos en la materia siguen avisando que el riesgo no ha desaparecido.

El principal factor es que el mercado mundial de gas natural licuado, el que se envía por barcos, no tiene la flexibilidad necesaria para dar estabilidad. Un aumento de la demanda por la aparición de un nuevo consumidor como China o un aumento generalizado de la demanda por la climatología puede provocar un estrés de suministro con precios máximos, como los 300 euros/MWh que se vivió el verano de 2022.

Europa ha aumentado su capacidad de regasificación en la UE, que hasta el pasado año estaba concentrada en los países del sur. Estados Unidos se considera en el sector una solución temporal, pero no la única vía para equilibrar el mercado. El mercado sigue pensando que para dar estabilidad, a medio y largo plazo, hay que estimular las inversiones en infraestructuras energéticas para proporcionar una perspectiva predecible en el horizonte 2030 y 2050.

Un argumento que atraería a los compradores europeos y las instituciones financieras al desarrollo de las infraestructuras necesarias. Porque, como apuntan los expertos, si se pasa a depender de Rusia a Estados Unidos, no se conseguirá una independencia energética en el medio plazo.

[Fuente: Por Alberto Sanz, Vozpópuli, Madrid, 09abr23]

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