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30abr10


Ruido de guerra en Badghis


Hace un año Qala-e-naw, la capital de Badghis -provincia donde se encuentra destacado el grueso del contingente español en Afganistán-, era una localidad relativamente tranquila. Desde hace escasos meses, sin embargo, cada dos por tres aterrizan y despegan helicópteros militares. Y no sólo durante el día, también por la noche. Incluso a la una o las dos de la madrugada se puede oír perfectamente desde el centro de la localidad como retumba todo con la llegada de alguna aeronave.

El incremento del número de tropas internacionales en la provincia -sobre todo estadounidenses, que son los que a menudo vuelan de noche por razones de seguridad- ha comportado un aumento paralelo de los movimientos aéreos y de la responsabilidad del destacamento español en Qala-e-naw, que se encarga de la seguridad del aeropuerto. "Si a eso se le puede llamar aeropuerto", contesta el coronel de las tropas españolas en Badghis, Miguel Martín Bernardi, cuando se le pregunta al respecto. Y es así: el denominado aeropuerto es una simple pista asfaltada de 40 metros de ancho -trabajo que realizó la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (Aecid)-, sin ningún tipo de protección ni cierre a pesar de que hay viviendas a ambos lados.

Así en medio de la pista te puedes encontrar desde un rebaño de ovejas pastando tranquilamente, hasta niños jugando a la pelota, o jóvenes circulando a toda velocidad en motocicleta. Además en el aeródromo no hay ninguna ayuda a la navegación, ni mucho menos estación meteorológica.

"El control de la seguridad supone un esfuerzo enorme", declara el coronel Martín Bernardi, que añade que los militares españoles también deben encargarse de la entrada de los aviones, y de que se coloquen en su sitio "dentro de las limitaciones con las que cuentan".

A pesar de estas condiciones, el aeródromo de Qala-e-naw es esencial para el desarrollo de las operaciones en Badghis, asegura el coronel. "Damos apoyo logístico a todas la unidades que actúan en la provincia", detalla, "y además Estados Unidos dispone de un punto de reposición de carburante y tiene sus helicópteros permanentemente a los que tenemos que dar seguridad".

En otras palabras, los militares españoles deben estar en el aeropuerto siempre que aterriza o despega una aeronave, sea de día o de noche. "Sólo se encargan de la seguridad de los vuelos militares", precisa, sin embargo, el responsable afgano del aeropuerto, Ghausudin Daragui, que explica que, aunque pocos, también aterriza allí algún que otro vuelo civil -por ejemplo, avionetas del Comité Internacional de la Cruz Roja- y entonces sólo la policía afgana del aeropuerto se encarga de que no se cruce en medio de la pista ninguna persona o animal en el momento clave del aterrizaje o despegue.

La policía afgana son seis agentes jóvenes con cara de dormidos y las siglas 'FP' en el uniforme, en referencia a las palabras "fuego" y "policía" en inglés, ya que ellos son los que se deben cuidar también de extinguir un eventual incendio en el aeródromo.

Este jueves uno de los policías descansaba en el aeropuerto con unos calcetines verdes totalmente agujereados por los talones, y otro con los calcetines sin agujerear pero con el uniforme medio descosido. Ambos se quejaban de lo poco que cobran y decían que, si continúan así, se buscarán otro trabajo.

El responsable del aeropuerto confirma el incremento de movimientos aéreos. "Antes en un día podían llegar tres vuelos. Ahora hasta seis", afirma. El coronel Martín Bernardi añade que el 90% del tráfico aéreo son helicópteros y que España tiene previsto cerrar la zona de la pista donde aterrizan esas aeronaves para reducir riesgos. Además el Banco Asiático también pretende financiar la instalación de una valla en el perímetro de todo el aeropuerto.

Sea como sea, con este panorama los vecinos que viven a pie del aeropuerto, y a quienes las tropas españolas propusieron comprarles las casas hace poco más de un año para construir en esos terrenos una base, ahora aseguran que se venderían la vivienda encantados, aunque inicialmente se negaron a ello. "Antes dijimos que no queríamos vender la casa, pero es que ahora aquí no hay quien viva", dice el representante de la zona Abdulá Ghaibulá. Y es que antes Qala-e-naw era un oasis en medio de una provincia en conflicto, pero ahora hasta a la capital llega el ruido de la guerra.

[Fuente: Por Mónica Bernabé, El Mundo, Madrid, 30abr10]

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