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15oct00


Arqueología de la reconciliación.

Por María Encina Prada Marcos, antropóloga forense y, Julio M. Vidal Encinas, arqueólogo.


La Arqueología Contemporánea, o del pasado reciente, ha sido, en los ultimos años, objeto de actualidad y controversia en países de nuestro entorno. Por ejemplo, en Francia, la excavación arqueológica en 1991 de la fosa colectiva de la Gran Guerra de San Remy-la-Calonne, con la finalidad de recuperar el cuerpo de un escritor de culto, Alain-Fournier - fusilado con veinte soldados más por los alemanes en el frente del Mosa en el verano de 1914 -, no estuvo exenta de duros debates entre arqueólogos y antropólogos, recelosos, los primeros, de su misma caracterización como intervención arqueológica.

A ello no cabe duda de que pudo contribuir el ambiente que rodea una actuación cuyo objeto está demasiado próximo en el tiempo y que, por ello, toca sentimientos muy profundos, caso del lugar tan simbólico que ocupa la Primera Guerra Mundial en la Historia de Francia; no en vano, se trata de la memoria viva y no de simples hallazgos anónimos, aquellos que los arqueólogos miran con prismáticos, a causa de su lejanía en el tiempo.

Además, siempre, indefectiblemente, el poder político trata de obtener rentas de estos asuntos: el entonces ministro de Cultura, Jack Lang, también alcalde de Blois, una localidad próxima, se apresuró a proporcionar apoyo político a la excavación de la fosa, deseoso de ganarse un tanto, o sea, votos, ante la opinión pública.

Algo parecido, salvando las distancias, sobre todo cronológicas - ha ocurrido no hace mucho en España con una sorprendente excavación arqueológica en Madrid, en la Plaza de Ramales, destinada a encontrar el cuerpo del pintor Velázquez, en la que la Comunidad se ha gastado una porrada de millones, destinados más bien a la búsqueda de una accion espectacular desde el poder político.

La Arqueología del Pasado Reciente suscita también, ¿por qué no decirlo?, malestar, además de emociones muy profundas, precisamente por la cercanía de los acontecimientos que trata. Así lo vienen a poner de manifiesto los trabajos, por ejemplo, del Equipo Argentino de Antropología Forense, especializado en el estudio de fosas comunes o individuales, consecuencia de las violaciones de los derechos humanos cometidas en Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983). O los estudios de otras muchas - en El Salvador, Perú, Chile, Ruanda, Croacia, Bosnia... ¡tantos lugares! -, por antropólogos, forenses y arqueólogos, con la finalidad de ayudar a jueces y tribunales de justicia en la exhumación de los cuerpos en ellas sepultados, testigos indelebles y dramáticos de la inacabable brutalidad humana.

Hace 64 años, en la madrugada del 16 de octubre de 1936 catorce hombres fueron asesinados en las afueras de Priaranza del Bierzo y enterrados en una fosa al borde de la carretera. Seguramente, todos ellos, murieron, simplemente, por defender ideas que pocos meses antes eran amparadas por el marco constitucional y democratico vigente. Segun parece, les sacaron, a casi todos, del calabozo municipal de Villafranca, en donde se encontraban por causa de la represión que siguió a la sublevación militar franquista que se habia producido tres meses antes.

Fueron los "desaparecidos" por un auténtico golpe de Estado, prolongado y cruento, que abriría una de las páginas más sórdidas y terribles de la Historia de España, en la que, a lo largo de tres años, cientos de miles de españoles - de uno y otro bando -, perderían la vida, sufririan prisión y otras penalidades.

Muchos de los perdedores tuvieron que seguir el camino de un exilio forzoso. Además, tales acontecimientos darían paso a una ominosa Dictadura, cómplice de los totalitarismos, nazismo y fascismo, que llevaron al mundo a la peor de las confrontaciones que ha vivido, Dictadura que se prolongaría a lo largo de cuarenta años, situando a nuestro país, literalmente, fuera del mundo occidental.

Todo el mundo en Priaranza - su propio alcalde de entonces, Blas López, fue asesinado en circunstancias similares -, conoce la existencia de esta fosa. Algo que sucede, por lo demás, en otros pueblos del Bierzo: son, todas ellas, un secreto a voces, sobre las que recae un pesado y miedoso silencio. Estas fosas deben dejar de representar la conciencia vergonzante de una transición que, mientras siga echando tierra en ellas, no habrá pasado esta espantosa página de nuestra historia: deben ser catalogadas y protegidas, e, incluso, convertidas en monumentos conmemorativos contra la intolerancia y la barbarie.

Y la Administración Pública, en lugar de mirar para otro lado, debería ayudar - material y técnicamente - para que los descendientes que lo deseen recuperen a sus familiares allí enterrados, colaborando así a que, en lugar de ser motivo de enfrentamiento, se conviertan en símbolo de reconciliación entre los españoles.

Como arqueólogos y antropólogos sabemos que el argumento que suscitan no es exactamente "arqueológico", porque no constituyen, en sentido estricto, objeto puro de investigación: lo que podrían aportar a la mejora del conocimiento histórico de aquellos acontecimientos se situaría en el terreno de lo insignificante, en la medida en que se trata de hechos perfectamente conocidos. Sin embargo, la Arqueología puede ayudar, con sus técnicas, a cumplir los anhelos de los que quieren recobrar a sus familiares.

En efecto, la exhumación cuidadosa de los restos oseos - si, naturalmente, están conservados -, allanará el camino que facilite su estudio antropológico. El concurso de ambas disciplinas -Arqueología y Antropología- permitirá recuperar en las mejores condiciones posibles los cuerpos y objetos asociados, proporcionando, en el curso de la excavación, un primer recuento individual, para, posteriormente, en el laboratorio, intentar su identificación más precisa, "nominal", gracias a los datos que las familias puedan aportar: edad, rasgos físicos, patologías que hubieran podido sufrir, etc., de acuerdo con un protocolo perfectamente establecido. Incluso, si no fuera posible con estos metodos tal identificación, es factible recurrir al análisis de ADN para lograrlo.

Lo que nos ha animado a ayudar a la familia de Emilio Silva Faba en el propósito de recuperar su cuerpo y los de sus compañeros de la fosa de Priaranza ha sido una motivacion, si se quiere, "profesional", sobre todo para evitar exhumaciones incorrectas desde el punto de vista práctico, como, por ejemplo, la que se produjo hace poco tiempo en Arganza, en la que se empleó una máquina excavadora. Nosotros sólo la vamos a emplear para retirar la tierra superficial que cubre la fosa.

Pero también nos ha animado una firme voluntad de reconocimiento y recuerdo hacia aquellas personas asesinadas, víctimas de terribles acontecimientos que, por ello mismo, no debemos nunca olvidar.


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Este documento ha sido publicado el 31mar02 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights