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05dic15


Borja Prado, camina o revienta


Érase un hombre a un lobby pegado. Si Francisco de Quevedo viviera entre nosotros y dedicara su pluma a versar las andanzas de la corte empresarial madrileña, bien podría transformar los dardos a Luis de Góngora en un nuevo soneto para describir la figura de un insigne protagonista del teatrillo castizo de los dineros. El retratado sería Borja Prado Eulate, protagonista habitual de sonados lances corporativos y de cócteles institucionales, a quien seguro haría un traje bien rimado a cuenta de sus deslices como espía -a parte de su equipo directivo- y de sus flirteos como inquisidor -lo ha sufrido este periódico-. Dicho lo cual, y en ausencia de clásicos, una semblanza del personaje puede arrojar algo de luz sobre lo ocurrido.

Francisco de Borja Prado y Eulate (1956) ha conseguido responder a las expectativas de su menguante abolengo. Hijo del diplomático ya fallecido Manuel Prado y Colón de Carvajal, quien fuera valido del Rey Juan Carlos I, y de la aristócrata Paloma Eulate y Aznar, marquesa de Zuya, su carrera profesional hasta llegar a la presidencia de Endesa ha estado siempre vinculada a las relaciones y los negocios nacidos al calor de grandes apellidos. Un vistazo a la crónica social de su boda en 1990 en la hemeroteca del diario 'ABC' (duque de Calabria, Abelló, Conde, Pemán, Ferguson, Bohórquez, Mora Figueroa, Massaveu… y Ana García Obregón) sirve para imaginar cuál es el entorno social que le ha ido acompañando a lo largo de su vida.

Descendiente de linajes que amasaron importantes fortunas rentistas o que detentaron altas responsabilidades políticas, Borja Prado Eulate fue criado para instalarse sin dificultad en esa élite social a la que por genes tenía derecho y que de acuerdo al vocabulario 'podemita' acuñaríamos como casta. Por todo ello, el joven gozó de una serie de privilegios propios de su clase, como asistir a uno de los mejores colegios del régimen (el centro madrileño Los Rosales), pudo iniciarse en el mundo universitario sin demasiadas exigencias ("cursó estudios de Derecho en Universidad Autónoma") y logró escapar a EEUU para barnizar su currículum con un título internacional. Como corresponde a su pedigrí, una carrera modélica.

Bajo un traje de buenas formas y corrección, Prado Eulate ha sabido siempre arrimarse a personajes clave para hacer negocios y/o para progresar socialmente. El ejemplo más claro lo tuvo en casa, siendo su padre administrador de los primeros dineros importantes de Juan Carlos I… hasta que en los 90 todo saltó por los aires. Para cuando el apellido pudo quedar dañado, él ya formaba parte del círculo real a su manera, sobre todo a través de la Infanta Elena, con quien compartió afición y maestro de hípica (el brasileño Manuel Malta Da Costa). Tan cercano ha sido el trato entre ambos, que la empleó como profesora en la guardería Micos y más tarde la alojó como casero en un chalet tras su separación con Jaime de Marichalar.

Para quienes le tratan, la relevancia pública de los controvertidos episodios protagonizados por su padre -cárcel de por medio- forjaron el carácter agrio y algo hosco de Borja Prado. Esa dureza alcanzó su punto más elevado al final de los días del progenitor, después de que hubiera iniciado una segunda relación sentimental con nulidad matrimonial de por medio. No desperdició, sin embargo, las primeras relaciones heredadas, del tipo de Sarasola, Kashogui o El Assir, con quienes debutó con trabajos como intermediario gracias a su capacidad para abrir las puertas de los más reputados salones del Reino. Aquel joven bróker que aprendió a moverse en la eufórica España de finales de los 80 tenía grandes planes para sí mismo.

Forjado en bancos de negocios

En la siguiente década, Prado Eulate inició su andadura como facilitador de operaciones bajo la marca de bancos de negocios, allí donde el dinero de las fortunas privadas y las grandes corporaciones cohabita. Esa década sirvió en UBS y Rothschild, pero fue con su salto a Lazard (1999), de la mano de otro pata negra como Jaime Castellanos, cuando se estrenó en la liga de los 'big deals', intermediando en cuestiones de peso del capitalismo patrio. Su figura de hacedor fue adquiriendo dimensión y 'expertise', pese a que algunos competidores cuestionaran ya entonces sus capacidades financieras más básicas, nadie discute el innegable talento demostrado para estar y llegar allí a donde hace falta para alcanzar un objetivo.

Esa ambición profesional poco tiene que ver con su convencional vida privada (mujer y tres hijos), pese a disfrutar de condiciones comunes a otros vip, como tener casa familiar en El Viso (igual que su amigo Florentino Pérez) y pasar el retiro vacacional en Sotogrande. Por lo demás, Borja Prado gasta de pocas aficiones sociales que no sean el palco del Bernabéu y las corridas de toros, con ganadería familiar incluida (Torrealta). Sin ser tan parco como el presidente del Real Madrid, camarada, cómplice y cliente, con quien procura cenar dos veces al mes, los lujos más suntuosos (jet privado, tarjeta corporativa…) corren a cuenta de la presidencia de Endesa, título que de verdad le ha otorgado el poder institucional que anhelaba.

La diferencia entre una persona importante y otra poderosa está en la capacidad de hacer ganar dinero a alguien. De acuerdo a este axioma, Borja Prado alcanzó la cumbre con su llegada a Endesa, bajo cuyo paraguas o el de su matriz (Enel) o filiales (Enersis) ha acogido en tiempo record (cinco años como presidente) a influyentes de todo signo y condición, desde José María Aznar (PP) hasta Pedro Solbes (PSOE), pasando por Elena Salgado (PSOE), David Madí (CiU) o Miquel Roca (CiU). Y si la lista resulta corta no ha sido por falta de voluntad, ya que quiso reclutar a Rodrigo Rato como consejero de la eléctrica. Solo un gesto de desaprobación desde Moncloa hizo que cesara en su empeño, porque ganas sobraban.

Hasta llegar al trono de Endesa, los activos profesionales más cotizados de Borja Prado giraban en torno a un par de muy buenos clientes como ACS, para quien trabajó en las operaciones de Dragados e Iberdrola, y al lobby italiano en España, relación por la cual es consejero en Mediaset desde hace años por cortesía de Silvio Berlusconi. Precisamente, ese enganche le sirvió con el tiempo para convertirse en el hombre del italiano Mediobanca en nuestro país a partir de 2007, plataforma desde la que saltó a la presidencia de la eléctrica española dos años más tarde, después haber traído antes bajo el brazo al gigante transalpino Enel para que relevara a los Entrecanales (Acciona) como propietarios de la compañía española.

Desde entonces, la condición de señor de Endesa le ha permitido acceder a lugares inimaginables, como el lobby del G-14, constituido por los principales empresarios del país (Ortega, Roig, Andic, Botín…) y varios líderes del Ibex 35 (Alierta, Brufau, González…). Pero además, le ha brindado oportunidades para ejercer de hombre bueno gracias a programas de patrocinio o mecenazgo a cuenta de la compañía. Para defender toda esta esfera de poder, Borja Prado no duda a la hora de filtrar llamadas o revisar ordenadores, como bien saben los exdirectivos 'espiados' Andrea Brentan, Ignacio Antoñanzas, Salvador Montejo y Alfonso López, cuyas cabezas terminó cobrándose. La suya, de momento, se cotiza más cara.

[Fuente: Por Carlos Herranz, El Confidencial, Madrid, 05dic15]

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