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12sep13


La dinastía de los Carceller, un imperio levantado en tiempos de Franco


El imperio de la dinastía Carceller puede acaparar el día a día de un español corriente. Ocurre de manera natural cuando alguien toma un café o bocadillo en la mítica cadena Rodilla, echa gasolina en una de las 543 estaciones de servicio que controlan desde Disa Corporación, usa una autopista de la constructora Sacyr, compra un producto de alimentación multinacionales como Pescanova o Ebro Foods, o bien cuando toma una refrescante cerveza Estrella Damm. Sin saberlo, es fácil contribuir a engordar el patrimonio de esta saga de empresarios que comenzó a levantar su fortuna hace menos de 100 años.

El patriarca y primer millonario de la familia fue Demetrio Carceller Segura. Nació en 1894, en el pueblo turolense de Las Parras de Castellote, pero se trasladó muy joven a Tarrasa con sus progenitores para procurarse mejor vida en la pujante Cataluña de comienzos de siglo XX. El joven se abrió paso como ingeniero textil al tiempo que desarrolló sus inquietudes políticas en las filas de la derecha, hasta el punto de colaborar en la fundación de la Falange Española (1933) junto a Miguel Primo de Rivera, hasta llegar a convertirse en el cerebro económico de la formación, un rol que luego marcaría su futuro.

Vinculado a la creación de las petroleras Campsa (1927) y Cepsa (1929), el peso del primer Carceller dentro del sector juega un papel importante en el mercadeo de carburantes en los primeros compases de la Guerra Civil. Tras la victoria de las tropas del General Franco, su reconocimiento entre la jerarquía franquista le lleva hasta la recién constituida Comisión de Industria y Comercio, ministerio que ocupó entre 1940-1945. Durante ese periodo, fue un firme defensor de posicionarse con la Alemania nazi, aunque su germanofilia varió en pos de las potencias del Eje cuando intuyó el rumbo de la II Guerra Mundial.

Como recoge el historiador económico Josep Fontana, para suerte de sus herederos, durante esos primeros años de autarquía, periodo en el que impulsa la creación del Instituto Nacional de Industria (INI), "ninguno de los negocios, empresas, industrias, comercios, permisos de importación, de explotación, negocios bancarios, establecimientos de industrias o su ampliación, o de comercio, ni una sola actividad industrial, comercial o de la banca españolas, puede realizarse sin contar con el beneplácito de don Demetrio Carceller", por cuyas manos pasaron "miles y miles de millones de pesetas", pero no sin dejar "peaje".

El heredero natural de esta fortuna fue Demetrio Carceller Coll, que tuvo la capacidad de mantener y multiplicar el legado durante la segunda mitad del Franquismo y tutelar su acomodo a los tiempos modernos de la democracia sin el menor coste para los intereses de la saga. Es en esta época cuando la familia de origen turolense amplía sus intereses empresariales (Campsa, Cepsa, Hidrocantábrico y Banco Herrero) y participa en importantes negocios capitalistas como Sevillana de Electricidad (Endesa), Banco Comercial Transatlántico (Bancotrans, adquirido luego por Deutsche Bank) o el grupo cervecero Damm.

Sin hacer ruido ni llamar la atención, a pesar de ser una de las mayores fortunas españolas, la tercera generación tomó el relevo al frente de los intereses familiares de la mano de Demetrio Carceller Arce. Discreto como sus antecesores, casi hasta resultar invisibles a ojos del gran público, el nieto del patriarca turolense ha consolidado su presencia en sectores como el energético (Disa Corporación, Repsol, Gas Natural y CLH), la agroalimentación (Pescanova, Damm, Ebro Foods, Cacaolat, Rodilla…) y la construcción e infraestructuras (Sacyr Vallehermoso). Todo un imperio empresarial en menos de 100 años.

Precisamente, esta reciente exposición a negocios o a compañías con un perfil más público han obligado al reservado Demetrio Carceller Arce a dejarse ver por los foros capitalinos en los últimos tiempos. Este giro aperturista se ha visto manchado, sin embargo, por la causa abierta contra Carceller Coll, cuya cuestionada residencia en Portugal terminó destapando una maraña societaria en distintos paraísos fiscales desde la que controlaba parte de la fortuna familiar. Como resulta inevitable, sus herederos se han visto salpicados. Desde la Audiencia Nacional, el mismo juez Pablo Ruz, apunta también a la tercera generación.

[Fuente: Por D. Grasso e Iván Ruíz, El Confidencial, Madrid, 12sep13]

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