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01oct17


Respuesta constitucional o adiós España


El presidente del Gobierno Mariano Rajoy declaró ayer, frente a la euforia y las mentiras desmedidas de Puigdemont, que 'no ha habido referéndum, que ha ganado el Estado de Derecho y que la gran mayoría de catalanes no participó en la consulta del 1-O'. El presidente, ciertamente optimista sobre lo ocurrido, anunció que convocará a los partidos con representación parlamentaria y comparecerá ante el Congreso de los Diputados.

Con estas palabras Rajoy busca ganar tiempo y rehacer su débil posición ante el conjunto de los españoles -y ante el PP- porque si bien es cierto que no hubo un referéndum legal ni democrático sí fue cierto que hubo colegios electorales que había ordenado cerrar la Justicia y votantes -ni por asomo los que anuncia la Generalitat- en contra de lo que él propio Rajoy había prometido. Y declarado en Washington ante Donald Trump cuando dijo que no habría referéndum porque 'no tienen papeletas'.

Pero lo que Rajoy busca es ganar tiempo y no tomar decisiones ejecutivas contra los responsables de lo ocurrido en Cataluña, que es muy grave. No en vano, Puigdemont consumó la violación de la Ley, la Constitución y el Estatut y culminó la desobediencia plena (los Mossos ahí incluidos) a la Justicia: al Tribunal Constitucional y al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Por lo que cabe esperar que el Gobierno, la Fiscalía y el TC actúen sin demora y en consecuencia.

Salvo que Rajoy sufra un nuevo ataque de 'parálisis ejecutiva' y vuelva a hacer alarde de incapacidad política para decidir y gestionar la crisis de Cataluña, con una añadida y renovada 'dejación de funciones' políticas y constitucionales lo que sería para preocupar, y mucho, al conjunto del país.

Sobre todo una vez que Puigdemont acaba de anunciar, convencido de su falsa victoria en el referéndum y acusando al Estado de gran represión, que convocará el Parlament para aprobar de inmediato y luego proclamar la independencia de Cataluña y todo ello adornado por la huelga general en Cataluña que ha preparado la CUP

Y si ante semejante situación no hay una respuesta constitucional y el Gobierno no activa el artículo 155 de la Constitución para suspender la autonomía catalana y la Ley de la Seguridad Nacional (para poner a los Mossos rebeldes a las órdenes de Interior), y si el Tribunal Constitucional, de 'oficio' o a petición del Gobierno no suspende de inmediato en sus funciones a Puigdemont y su gobierno (para que al menos no proclame la independencia desde la Generalitat) y a Forcadell y la Mesa del Parlament, mientras la Fiscalía les imputa a todos ellos el delito de sedición, si esto no se hace así, pronto y con el apoyo del PSOE y de C's, pues entonces: adiós España.

Pero cuidado con las esperanzas porque la experiencia nos dice Rajoy no es partidario de tomar decisiones aunque se hunda el mundo. Como no hizo cuando debió antes del referéndum y como a lo mejor tampoco lo hará cuando Puigdemont, que canta victoria y presume de 900 heridos, declare la independencia de Cataluña en aras de una legitimidad que cree haber conseguido en las urnas opacas y fraudulentas del 1-O.

Esta es la situación, la que tampoco ha impedido que Pedro Sánchez -otro huidizo de la grave realidad que tal baila como Rajoy- le pida al Presidente que humille al Gobierno de España y siente a negociar con Puigdemont lo que es el colmo de la ceguera del PSOE.

PSOE además ha criticado a las Fuerzas de Seguridad -sin mencionar la traición de los Mossos- y se ha enredado en una equidistancia demencial que lo pone en brazos de Pablo Iglesias, que está en otra cosa -destruir el Estado con la palanca de los independentistas- y que pretende montar otra moción de censura contra Rajoy. Y ojalá que Sánchez no caiga en la trampa y la tentación que pronto le propondrá el PSC de Iceta de un 'referéndum pactado' para la liquidación de la 'soberanía nacional'.

Pero no se alarmen. A corto plazo no pasará nada. No se consumará la independencia de Cataluña que Puigdemont ya proclama a los cuatro vientos y Cataluña irá a las elecciones autonómicas anticipadas, donde se medirá la participación electoral y el apoyo real de los catalanes a la independencia y donde ERC hundirá definitivamente al PDeCAT, como antes hundió al PSC.

Y Rajoy seguirá -un tiempo no muy largo- en la presidencia del Gobierno y del PP (donde existe una creciente y soterrada contestación), Sánchez en la del PSOE (con su rebelión particular desde Andalucía) e Iglesias campante en Podemos porque si a España le va mal mejor para él. Mientras Albert Rivera desde C's intenta avanzar por el centro pero sin exigir a Rajoy toda la firmeza que requiere la ocasión.

El viejo galeón de la nación española, herido en su dignidad y con una vía de agua en las cuadernas de su cohesión, avanzará por aguas muy inciertas y procelosas sin una mano firme en el timón porque entre la tripulación no aparecen líderes ni intérpretes capaces de dar la talla en este nuevo drama español donde no hay un libreto de grandeza ni de momento contamos con un gran (estadista) actor.

Una situación que solo cambiará cuando el público, o los ciudadanos y votantes del país, obligados a comparecer en unas elecciones generales reaccionen indignados en pos de un nuevo tiempo y de otros gobernantes (y nuevos partidos si hacen falta) que crean en la nación española. Los que al día de hoy no se ven pero que llegar llegarán porque la Historia demuestra que en tiempos de tribulaciones España siempre ha sabido reaccionar.

[Fuente: Por Pablo Sebastián, República de las ideas, Madrid, 01oct17]

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