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01dic19


El letrado de los líderes secesionistas: «Los independentistas casi logran que me haga monárquico»


De los abogados del equipo de defensa de los líderes del «procés» era el que quizá más distancia ideológica guardaba con sus patrocinados. Desde luego, el que menos reparos tiene para expresarlo en público. «Nadie le pregunta a su entrenador personal a quién vota; no sé por qué con los letrados tendría que ser distinto», razona Javier Melero (Barcelona, 1958), con el tono de quien sostiene algo evidente en un momento y lugar en que a la lógica más elemental le cuesta abrirse paso. Su posición la deja clara en un libro, «El encargo», donde, además de radiografiar lo que las bambalinas escondían antes y durante el juicio del Supremo, deja claro que las banderas no van con él. «El nacionalismo español me molesta tanto como el catalán o el de Luxemburgo», escribe el letrado, harto del «procesismo»: «Los independentistas estaban consiguiendo que me convirtiera en monárquico».

Con la excusa del libro, nos citamos en su despacho de la avenida Diagonal de Barcelona semanas después de que el Supremo sentenciara a los cabecillas del desafío secesionista; entre ellos al exconsejero de Interior Quim Forn, al que a Melero, más tarde que pronto, le llegó «el encargo» de defenderle, pues asumió el caso cuando su colega Martell prefirió bajarse del barco una vez que la nave judicial había zarpado, alegando que una defensa «exclusivamente jurídica» en un caso como este tenía poco recorrido. El Supremo acabó condenándoles por sedición, lo que no cuadra en la lógica jurídica de Melero: «La solución hubiera sido la desobediencia y quizá alguna incitación a los desórdenes públicos». Y el letrado, pese a creer impecable la forma en que se desarrolló la vista, y rechaza que sean «presos políticos», en esta conversación con ABC admitía que no puede evitar pensar que «la necesidad de predicar un escarmiento sobre conductas que se consideran intolerables afectó a lo que es una interpretación exclusivamente técnica del Código Penal».

Melero ha formado parte de un amplio equipo de defensa, que, en un principio, se había planteado como un binomio de Jaume Alonso-Cuevillas (posconvergentes) y Andreu Van den Enyde (republicanos). Los rumores, que Melero recoge en su libro, pero asegura que nunca se interesó en confirmar, apuntaban a que Junqueras había rechazado que les patrocinasen abogados de la defensa de los procesados por la consulta ilegal del 9N. Sea como fuere, esta máxima se rectificó, y se formó un equipo, que, lejos de actuar sincronizadamente, funcionaba -en definición de Melero- como una «jam session». Lo detalla en la charla con este diario: «Había varias estéticas y temperamentos, pero solo una defensa, que no era política. Una defensa política es levantarse, decir al tribunal que son una pandilla de fascistas y largarse, al estilo batasuna. Eso no sucedió, nadie adoptó una estrategia de ruptura». Una «jam session» penal en la que a menudo los abogados no conocían la partitura de sus acompañantes. Especialmente Van den Eynde -aficionado al «transmetal»-, que, según Melero, entendía la coordinación como un sometimiento a su estrategia. Y se resistió, por ejemplo, a informar a sus compañeros de si sus defendidos -Junqueras y Romeva- contestarían a todas las partes en sus interrogatorios. «Nos enteraremos al mismo tiempo que Marchena», se resignaba Jordi Pina, según describe Melero. ¿Le habrá gustado a Van den Eynde el retrato que le hace?, planteamos al autor. «No sé, yo lo digo con afecto. Sí es verdad que para él la coordinación significaba unanimidad. Más allá de eso es un tipo encantador».

No había unidad de acción de las defensas, como tampoco la hubo antes entre los miembros del Govern. Tras proclamar la independencia, o lo que quiera que fuese aquello, unos se fugaron y otros se quedaron para afrontar las consecuencias de penales. Y los primeros condicionaron la suerte de los segundos. Melero está convencido, y así da cuenta en el libro, de que sin la fuga «el ingreso en prisión provisional hubiera sido mucho más difícil de justificar».

Todo empezó con Jordi Pujol, según la tesis de Melero, amigo personal del «expresident» y durante dos décadas abogado de cabecera de Convergència. Lo que ocurre es que durante su larga presidencia «las aguas no se desbordaron en exceso» y, «a diferencia de otros actores políticos actuales, era un hombre profundamente leído». Los orígenes fueron «pujolistas» y el final del conflicto está por escribir, pero los procesos penales, por sí solos, no son la solución. El panorama jurídico hubiera sido otro si el Estado hubiese intervenido ya antes la autonomía cuando el 6 y 7 de septiembre de 2017 el Parlamento catalán aprobó las «leyes de desconexión». «Muchos responsables políticos (secesionistas) esperaban como agua de mayo que les aplicaran el 155». El «encargo» al abogado Melero entonces, obviamente, hubiera sido otro.

[Fuente: Por Jesús Hierro, ABC, Madrid, 01dic19]

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