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25dic20


El ejemplo de Prisa: el país, convertido en un patio de colegio


Hay veces que basta con salir a la calle para apreciar si un país se encuentra en ascensión o en decadencia. De la moral de los ciudadanos, el aspecto de sus calles comerciales y el fulgor o la quietud de sus avenidas se puede deducir si un lugar está impregnado del optimismo al que lleva el desarrollo; o si ha sido víctima del cinismo y el descreimiento a los que conduce la derrota.

Quizás a algunos les cueste apreciar a simple vista que la salud de España ya no es tan robusta como a principios del siglo XXI, pero resulta evidente. La pérdida de peso de la Unión Europea en el panorama mundial, los conflictos territoriales del país, los efectos devastadores de la crisis de 2008 y la falta de responsabilidad institucional y empresarial han situado a esta parte del planeta en la senda de la degeneración; y un buen ejemplo de ello es lo que ha ocurrido en los últimos tiempos con el Grupo Prisa.

No pretende este artículo hablar de la línea editorial de sus medios de comunicación, sino de los juegos de poder que se han desarrollado por su control durante los últimos tiempos, que han demostrado que alguna de las empresas del Ibex 35 más bien tratadas por la prensa considera este país poco menos que como su patio de recreo.

Ya se vio a principios de la década pasada, cuando un grupo de empresarios formó el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) con el supuesto espíritu de proponer medidas responsables para que España pudiera salir fortalecida de la 'gran recesión' económica. Cualquiera podría haberse preguntado por la utilidad de este lobby. Es decir, ¿por qué los dueños y directivos de las grandes compañías del país decidieron invertir una parte de su tiempo en un think tank, en lugar de en sus propias empresas?

La respuesta es evidente: porque, en realidad, fue una maniobra de presión y expansión. Una buena parte de la prensa loó la iniciativa, pues la vio como una alternativa al desastre de gestión de José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo económico. Pero no se preguntó por los peligros que entrañaba el hecho de que el poder económico aprovechara la coyuntura para medrar en sectores debilitados. Y así ocurrió en los medios de comunicación.

Un país para comérselo

En esos años, Santander, Telefónica y Caixabank entraron en el accionariado del Grupo Prisa y, salvo la entidad catalana, ahí se han quedado. Sobra decir que, desde entonces, la capitalización de las grandes empresas del Ibex 35 ha mermado -incluida la de las empresas citadas-, a la par que la salud del país se deterioraba.

A las puertas del final del año más difícil de nuestras vidas, se ha librado en Prisa la enésima batalla en los últimos años, que ha situado en bandos diferentes a Santander y a Telefónica. La primera entidad apostaba por la continuidad de Javier Monzón como presidente, mientras que la segunda votó a favor de su cese.

¿Y qué hacía le expresidente de Indra al frente de la dueña de El País y la Cadena SER? Aquí existen dos versiones contrapuestas: la primera dice que fue el propio Juan Luis Cebrián quien lo propuso. La segunda, que Santander aprovechó la deriva en la que había caído la compañía en los últimos años de gestión de Cebrián para situar a un amigo de Ana Botín en un puesto estratégico y poder controlar el grupo.

Esto, a la larga, no ha sentado bien en Telefónica, donde consideran que Monzón no ha protegido los intereses de todos los accionistas por igual. De ahí que la operadora apoyara la iniciativa -de Amber Capital- que sirvió para decapitar al 'jefe' del Consejo de Administración de Prisa.

Estas maniobras serían difíciles en un país próspero en el que los poderes económico y político no ocuparan parcelas que no les corresponden. Porque, en un mundo ideal, ese terreno no deberían pisarlo jamás, salvo para prestar apoyo financiero, ser entrevistados o visita las instalaciones. El problema es que España está a años luz de eso, de ahí que actualmente un 'fondo buitre', un banco y una compañía de telecomunicaciones mantengan una pugna por el control de la editora del periódico más leído y de la radio que escuchan cada día 4 millones de votantes de izquierdas.

Constantes injerencias

Este fenómeno no sólo se registra en Prisa, pues, de hecho, encuentra su mejor manifestación en Radiotelevisión Española, donde partidos, sindicatos, empresas de la competencia y jetas de todo pelaje pugnan por dominar sus informativos y quedarse el mayor porcentaje posible de la inversión en producción externa.

También sucede en las instituciones, que hace muchos años que fueron raptadas, violadas y maleadas por los partidos políticos ante el pasmo de una sociedad civil que parece haber asumido como cierto el mantra de que, quien gana las elecciones, tiene derecho a quedarse el botín de la Administración.

Son dejes de país pobre, de lugar en posguerra en el que nadie parece tener el valor para oponerse ni la fuerza para protestar. Así es la España actual y eso explica su decadencia, que continuará. Cuando no quede nada, cuando esto sea un calco de la Argentina contemporánea, habrá quién se pregunte el porqué perdimos todo como por arte de magia.

Y no, el proceso no se habrá desarrollado de un día para otro. El problema será que lo ocultamos. Que lo hicimos invisible, despistados por el ruido y por nuestra propia complacencia.

[Fuente: Por Rubén Arranz, Vozpópuli, Madrid, 25dic20]

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