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07sep04


Discurso del Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación en la inauguración de la III Conferencia de Embajadores.


(Madrid, lunes, 06 de septiembre de 2004 14:30)

Esta III Reunión de Embajadores que hoy comienza lo hace con vocación de consolidación. Si la primera se vio interrumpida por los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre y la segunda no pudo servir como modelo de referencia, por razones que no viene al caso explicitar, esta tercera pretende serlo en tres aspectos principales:

En primer lugar, pretende ser abierta en la forma e interactiva en su desarrollo. Ha llegado la hora de que nuestro Ministerio abandone el patrón jerárquico y rígido para abrirse a la sociedad en su conjunto e ir convirtiéndose gradualmente en un prestador de servicios apreciados al Gobierno, al Parlamento, a las Administraciones públicas centrales y autonómicas, a las empresas, a la pluralidad de organizaciones y asociaciones que integran la sociedad civil y al ciudadano particular.

Esta aspiración , que reaparece con este Gobierno, de conexión moderna con la sociedad sólo podrá conseguirse mediante una política de apertura y transparencia que permita la expresión de inquietudes, críticas y disensiones que tengan el propósito leal de contribuir a un mejor funcionamiento del servicio. Os animo a ejercer ese derecho sin reservas mentales ni temores injustificados.

Por lo que respecta al fondo, hemos procurado facilitar el contacto con personalidades relevantes tanto europeas como españolas de la clase política, pero también con representantes de las organizaciones empresariales y sindicales y con las asociaciones que representan los intereses de los funcionarios diplomáticos y los de sus cónyuges. Quiero incitaros a incorporar críticamente cuanto unos y otros expongan tanto en lo que respecta a las líneas maestras de lo que pretendemos sea una política de Estado dotada de una auténtica estrategia exterior como en lo relativo a la defensa de legítimos intereses profesionales.

A este último respecto, quisiera que participaseis activamente en el proceso de reforma integral del servicio exterior que ha puesto en marcha el Gobierno. Cualquier estrategia sostenida, incluso la mejor definida, es vana si no cuenta con un instrumento de ejecución eficaz. Decía Lord Samuel que la Administración británica podía definirse como "una dificultad para cada solución"; es tarea de la Comisión de Reforma imaginar soluciones para las dificultades que entorpecen nuestra acción exterior.

Nadie está en mejores condiciones que vosotros para percatarse de las profundas transformaciones que ha experimentado la escena internacional. Nos enfrentamos a distintos y diferentes retos. En el caso del Servicio Exterior existe una dicotomía entre el fenómeno de globalización y el de localización que invita a responder con una revalorización de la actividad consular replanteada desde perspectivas inéditas, o hasta ahora infrautilizadas, en las que el impulso de los Embajadores ha de ser primordial.

La multiplicidad de actores en la escena internacional nos obliga diariamente a asumir una actitud crítica e imaginativa ante nuestras rutinas o querencias de antaño.

El desafío que plantea la llamada diplomacia pública añade tareas desacostumbradas a nuestro quehacer diario. La creciente implicación de la sociedad en la actividad exterior no debe percibirse como impedimento o estorbo, sino como estímulo renovador al que debemos prestar una atención creciente.

De nuestra capacidad de adaptación dependerá que recuperemos el prestigio y la Autoritas necesarios para un buen Servicio Exterior Español.

En un artículo de prensa publicado hace poco más de un mes, tracé un balance, aún provisional, de la política exterior en los primeros tres meses del Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Señalaba entonces que hubo que tomar decisiones difíciles y lanzar iniciativas comprometidas de forma inmediata.

La primera fue el regreso de las tropas españolas de Iraq. Como sabéis, en nuestro análisis, la guerra de Iraq había resultado contraproducente a la hora de enfrentarse con el terrorismo de Al-Qaeda, principal desafío estratégico de nuestra era. Por el contrario, la decisión de reforzar nuestra presencia en el contingente de ISAF en Afganistán respondía plenamente a las prioridades políticas en la lucha contra este terrorismo y contaba además con las bendiciones de la comunidad internacional materializadas en las correspondientes resoluciones del Consejo de Seguridad.

En segundo lugar, el nuevo Gobierno se encontró con una Europa paralizada y dividida como consecuencia del fracaso de la negociación para acordar un proyecto de Constitución Europea.

España jugó entonces un papel especialmente activo para superar este bloqueo y alcanzar un compromiso que cubre plenamente nuestras principales preocupaciones.

Hoy tendremos el privilegio de tener entre nosotros a tres figuras fundamentales en el complejo entramado institucional europeo. Jose Borrell, Joaquín Almunia y Javier Solana. Cuando, en nombre del Gobierno, trataba de explicar nuestra posición para la negociación de la Constitución, insistí una y otra vez en que defenderiamos los intereses y la capacidad de influencia de España en Europa con ahínco.

También insistí en que la clave no estaba sólo en calcular nuestro peso en términos porcentuales y reglas matemáticas de enorme complejidad, sino en nuestra presencia en en lo que yo he denominado «triángulo institucional» : Consejo, Comisión y Parlamento. Hubo quien se apresuró a decir que con la nueva constitución España había perdido todo su peso. Creo que como el programa de esta primera jornada de la Conferencia pone de manifiesto esta afirmación carece de fundamento.

En tercer lugar, el Gobierno ha desarrollado en estos primeros meses una actividad diplomática muy dinámica hacia nuestros vecinos del Sur del Mediterráneo.

El objetivo era restablecer la confianza política con Marruecos y presentar a Argelia, Túnez, Libia y Mauritania nuestra visión global del Magreb.

Respecto a nuestras relaciones con Iberoamérica, el Gobierno decidió la participación de un contingente español en la Operación de Mantenimiento de la Paz en Haití. Además, un denso programa de viajes y visitas en ambas direcciones señalaban nuestro objetivo de fortalecer nuestra presencia política en América Latina.

En todos estos casos, el Gobierno tomó decisiones y adoptó iniciativas con una visión estratégica de la política exterior que desea llevar a cabo en los próximos años y no en base a criterios coyunturales. En cuanto a sus efectos inmediatos, creo que el balance es satisfactorio. Nuestro redespliegue de tropas en función de las prioridades de la lucha contra el terrorismo nos ha hecho aumentar la contribución militar en Afganistán, una aportación que ha sido muy bien recibida por nuestros aliados, empezando por Estados Unidos.

En Europa, hemos contribuido decisivamente a que se supere la crisis y contamos ahora con un proyecto de Constitución que deberá ser ratificado por los Estados miembros.

En el Magreb, hemos empezado a crear una dinámica positiva que, por lo que se refiere a Marruecos, rompe un ciclo de relaciones en constante deterioro.

En América Latina se han recibido con enorme interés y simpatía las posiciones y los primeros pasos del nuevo Gobierno.

Entramos ahora en una fase distinta en la que hay que empezar a traducir en políticas concretas esos ejes estratégicos a los que me acabo de referir.

Tenemos toda la legislatura por delante y esta reunión de Embajadores resulta extraordinariamente oportuna para discutir las ideas de futuro que estamos manejando.

En algunos casos se trata de áreas en las que se han producido cambios respecto a la línea seguida por el Gobierno anterior. En otros casos, habrá que poner el énfasis en la intensificación de la política seguida hasta ahora. Finalmente, hay áreas que vienen determinadas por la aparición de nuevos escenarios internacionales. La principal es la cuestión del terrorismo, a la que voy a referirme en primer lugar.

En estas últimas semanas hemos vivido una serie negra de ataques terroristas como el de Beslán en Osetia del Norte que merecen nuestra más enérgica condena

El 11-M confirmó trágicamente la estrategia de Al-Qaeda de utilizar a residentes o nacionales europeos pertenecientes a las comunidades musulmanas en nuestros países.

Lo hemos visto de nuevo con motivo del secuestro en Iraq de dos periodistas franceses. En este caso, uno de los objetivos de los terroristas era utilizar la llamada "ley del velo" para enfrentar a las comunidades musulmanas en Francia contra el Gobierno y el resto de la sociedad. Sin embargo, no han conseguido su objetivo gracias a la unidad mostrada por todos.

Nuestro objetivo es que esta unidad, alcanzada en circunstancias excepcionales, acabe convirtiéndose en el espíritu que prevalezca en Europa.

Estamos, por tanto, ante un fenómeno extremadamente complejo y peligroso, con dimensiones múltiples tanto en el plano estricto de la seguridad como en el de la política interior y exterior.

He pedido a los responsables de esta materia en el Ministerio que presenten un Plan tan pronto como la Comisión del 11-M termine sus trabajos. Sin duda, uno de los aspectos esenciales de este Plan será el dar continuidad y reforzar la cooperación, a nivel bilateral y multilateral.

España, que siempre ha tenido la iniciativa en la Unión Europea en materia JAI, deberá persuadir a sus socios para movilizar todos los recursos e instrumentos comunitarios disponibles. De lo contrario, los ciudadanos europeos, cuya principal preocupación es actualmente el terrorismo, podrían sentirse decepcionados con la Unión si no percibiesen una rápida respuesta de las instituciones de Bruselas.

Junto a la imprescindible acción en el plano de la seguridad, la lucha contra el terrorismo debe incorporar otras dimensiones de naturaleza política, económica, social o cultural. En la reunión informal de Ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea de este pasado fin de semana ya propuse una reflexión para debatir y definir una estrategia global.

De poco serviría que nuestros servicios de seguridad e inteligencia detuviesen a cientos de terroristas si, paralelamente, las redes de Al-Qaeda multiplicasen el número de reclutamientos. Queremos, por tanto, que España se convierta en un factor promotor de legitimidad en su política exterior, defendiendo un respeto escrupuloso de la legalidad internacional, contribuyendo a la resolución de conflictos que alimentan y sirven de pretexto y contexto para el odio, como el de Oriente Medio, y promoviendo un mejor conocimiento del mundo islámico. Debemos eliminar los asideros de legitimación para todos estos grupos fanáticos.

En este sentido, uno de los objetivos de nuestra política debe ser construir una alianza estratégica con los países del mundo arabo-musulmán que se sienten tan amenazados como nosotros, o incluso más, por el terrorismo de Al-Qaeda y que están resueltos a luchar contra esta amenaza. Una lucha que, en todo caso, tiene que desarrollarse en el marco del respeto a los derechos humanos.

España ha sido pionera en esta identificación de objetivos políticos compartidos, promoviendo el Proceso de Barcelona, que ahora queremos reforzar.

Paso a referirme a Europa como eje prioritario de nuestra política exterior. Estamos en una Europa distinta que necesita un impulso, tras la incorporación de diez nuevos miembros.

De una cosa estoy convencido: defenderemos mejor los intereses de España si Europa se erige como un actor fuerte y solidario en la escena internacional .

De ahí que se abra ahora una etapa de colaboración intensa con Francia y Alemania, que han sido los grandes motores de las iniciativas integracionistas. Pero, desde luego, no creemos en los directorios. España deberá esforzarse por construir complicidades con unos y otros socios en función de los temas de que se trate.

En todo caso, reforzaremos las relaciones con países clave para nosotros, como Portugal, Italia, Polonia y el Reino Unido. Respecto a este último, sigue pendiendo la cuestión de Gibraltar, en la que nos proponemos avanzar mediante una política que busque generar una dinámica de intereses compartidos con los gibraltareños, cuyo futuro, por todo tipo de razones, no puede estar contra España, sino con España.

La Unión Europea tiene por delante citas tan importantes como la ratificación de la Constitución Europea. A partir de este mes se pondrá en marcha una Campaña de divulgación e información para la que cuento con vosotros. En segundo término, las nuevas ampliaciones : Bulgaria , Rumanía y Turquía ?procesos todos ellos apoyados por España-; el memorando que hemos presentado recientemente sobre las cuestiones JAI, donde hemos solicitado la renovación de Tampere; la revisión ?a medio camino? de la estrategia de Lisboa; la iniciativa para una Nueva Vecindad.

Pero no quiero dejar pasar la ocasión sin referirme al principal desafío en estos momentos que es la negociación de las próximas Perspectivas Financieras.

Naturalmente, tenemos que partir de la base de que nuestra situación relativa (en renta per cápita pasamos a estar en la mitad de la Unión Europea a 25) ni absoluta (crecimiento de dos puntos de nuestro PIB por encima de la media comunitaria) tienen mucho que ver con las circunstancias de 1999 en las que se negociaron las anteriores Perspectivas.

La clave de la negociación debería ser garantizar la gradualidad y un reparto equilibrado y equitativo de los costes y beneficios de la ampliación entre todos los Estados miembros. España es una historia de éxito de la política de cohesión y en consecuencia defendemos la continuidad de esta política como dimensión fundamental del proceso de integración.

Por otra parte, España va a promover en esta negociación una transición gradual que amortigüe los posibles shocks sobre los saldos financieros de los Estados miembros.

No quiero terminar mis comentarios sobre Europa sin una referencia especial para Rusia, conmocionada estos días por una cadena de ataques terroristas que antes mencioné. Por eso deseo dedicar ahora un recuerdo a las víctimas de estos atentados y subrayar nuestro interés en desarrollar una relación de amplio alcance con Rusia que incluya la cooperación contra el terrorismo pero también la consolidación de la estabilidad en Europa y nuestra colaboración en otras zonas del mundo.

A pesar de las discrepancias con el Gobierno norteamericano sobre la cuestión de Iraq, somos socios y aliados firmes de Estados Unidos. Nuestras relaciones han alcanzado un elevado grado de desarrollo y tenemos un mutuo interés en que sigan profundizándose plenamente no sólo en el plano bilateral sino también en el internacional.

Oriente Medio, Afganistán, el Norte de áfrica o Iberoamérica son áreas relevantes en el diálogo y en la concertación con Washington. Tenemos también una relación muy fructífera en el plano de la defensa, tanto a través de la OTAN como a nivel bilateral.

Sin embargo, deseamos que estas relaciones intensas en el ámbito político y de seguridad se desarrollen también en otros campos como el comercial, el científico o en el de los contactos entre nuestras respectivas sociedades civiles.

En este sentido, un aspecto de especial relevancia es la pujanza del idioma español y el desarrollo de relaciones con la comunidad hispana en Estados Unidos.

Nuestras relaciones con Iberoamérica han aumentado notablemente su densidad en los últimos 20 años gracias a la pujanza de la sociedad española. Sin embargo, debemos acompañar esta mayor presencia con una acción política más decidida que en el pasado.

Eso significa más presencia política, más contactos y visitas ?como las que ya he empezado a realizar- y más iniciativas comunes, como las que en estos meses ya hemos llevado a cabo al debatir la cuestión de Iraq en el Consejo de Seguridad o al coordinar con otros países iberoamericanos nuestra participación en Haití.

También nos implicaremos más en los procesos de diálogo y consolidación democrática en Colombia y Venezuela. Con Cuba deberemos buscar la forma más eficaz de promover una dinámica democratizadora y que proteja los derechos humanos. España quiere ayudar a Cuba a abrirse al mundo.

En el ámbito multilateral, y con el horizonte de la Cumbre Iberoamericana de Sevilla en el 2005, tenemos que conseguir que la Secretaría General de las Cumbres cumpla con eficacia el papel impulsor para la que ha sido creada.

España debe seguir desarrollando su papel de motor y catalizador de relaciones entre América Latina y la Unión Europea. El objetivo a corto plazo es lograr la conclusión del Acuerdo de Asociación Unión Europea-Mercosur, para a continuación centrarnos en el desarrollo de las relaciones con la Comunidad Andina y Centroamérica.

Empecé hablando de nuestras relaciones con nuestros vecinos del Sur y quisiera hacerlo ahora con más detalle.

Estamos trabajando intensamente en la preparación del 10.° aniversario de Barcelona. Se han alcanzado ya algunos objetivos de este Proceso, pero debemos elevar el listón de nuestras ambiciones.

La política europea de Nueva Vecindad debe ser también un instrumento especialmente adecuado para profundizar en los objetivos de Barcelona y hacer posible un pacto político entre las dos riberas del Mediterráneo.

En cuanto al Norte de áfrica, me he referido antes a nuestra visión global sobre el Magreb, que responde a los nuevos Desafíos del Siglo XXI.

Ni los problemas de estabilidad ni la falta de oportunidades económicas en la zona se superarán si no hay avances serios hacia la integración regional. El primer obstáculo para que este proceso arranque es el conflicto del Sáhara. Mucho se ha escrito criticando la nueva postura del Gobierno Español que rompe la cómoda posición de casi todos lo Gobiernos anteriores. Son las Partes las que tienen que resolver el problema pero España tiene la responsabilidad de ayudar y facilitar el cambio dinámica.

Es una apuesta arriesgada, porque indudablemente no hay garantías de éxito, pero la alternativa de la pasividad supone resignarse al bloqueo actual Es imprescindible un Magreb estabilizado, moderno y próspero

En Oriente Próximo, el Gobierno español tratará activamente de recuperar el Proceso de Paz, tanto en el seno de la Unión Europea como a título nacional. Vuelvo esperanzado de la Gymnich. Todo ello en el marco de la Hoja de Ruta y con la plena implicación del Cuarteto.

Sin embargo, cuando contemplamos los efectos demoledores que tiene este conflicto sobre la convivencia internacional, ni la resignación ni el pesimismo constituyen alternativas por las que podamos dejarnos tentar.

En relación con Iraq, el Gobierno español quiere contribuir a la estabilización de este país en su complicado proceso de transición. No existirá estabilidad si no se logra una legitimidad democrática que pasa por la celebración de elecciones.

Asia no ha recibido nunca la atención que merece por parte de nuestra política exterior. Ahora queremos hacer un mayor esfuerzo y por eso hemos creado una Dirección General específica, hemos integrado más a Casa Asia en la acción del Ministerio y elaboraremos un nuevo Plan de Acción para Asia.

Queremos programar más viajes y visitas a estos países en coordinación con el sector privado. Tenemos que diseñar nuevas acciones para aumentar nuestros intercambios económicos.

La política cultural debe convertirse en una apuesta muy seria en la región para proyectar la imagen de España. De ahí la importancia que doy a la apertura del Centro Cervantes en Pekín en el 2006 y en otras ciudades importantes como Tokio y Nueva Delhi en el curso de la legislatura.

A pesar de nuestras limitaciones presupuestarias, tenemos que poder esforzarnos más en áfrica Subsahariana, incorporando al continente a nuestra política exterior y no sólo al ámbito de la cooperación.

Eso significa prestar más atención a los conflictos olvidados de áfrica, como me propongo hacer con motivo de mi próximo viaje a Darfour y también buscar fórmulas eficaces de cooperación bilateral y multilateral para abordar dos áreas prioritarias de nuestra acción exterior: la lucha contra el terrorismo y la prevención de la inmigración ilegal.

Con estos y otros objetivos se va a elaborar cuanto antes un Plan áfrica. Por otra parte, en áfrica se concentra el mayor número de países menos desarrollados, por lo que nuestra asistencia financiera va a aumentar considerablemente en coherencia con la estrategia de lucha contra la pobreza de los objetivos del Milenio.

Uno de los principios fundamentales de la política exterior de este Gobierno es la promoción de un multilateralismo eficaz. Este principio se va a concretar en los siguientes objetivos: un aumento de las contribuciones a los Organismos de Desarrollo y una mayor implicación en las iniciativas de lucha contra la pobreza; el firme compromiso con la reforma de Naciones Unidas, especialmente del Consejo de Seguridad, en base a los criterios de representatividad, democratización, eficacia y transparencia; una plena implicación en la lucha en pro de los derechos humanos.

En este contexto, hemos de hacer un esfuerzo por potenciar la presencia de funcionarios españoles en la Organizaciones internacionales. No basta con felicitarnos cuando oímos con satisfacción que un compatriota ocupa un puesto de relevancia internacional. Hemos de diseñar políticas que amplien y profundicen esa presencia. El cambio de nombre del Ministerio para incorporar a la Cooperación Internacional traduce una prioridad clave de este Gobierno.

Esta prioridad se traduce en un compromiso de incrementar los fondos de ayuda al desarrollo, que actualmente están en el 0,23% del PIB, hasta llegar al 0,5% al final de la legislatura.

Entre los objetivos de nuestra política de cooperación está el recuperar el diálogo con los agentes de cooperación y aprobación de un ?Estatuto del Cooperante?, la elaboración de un Plan Director de Cooperación.

Debemos mantener la coherencia entre los objetivos de una política de cooperación al desarrollo y aquellas otras políticas que tienen un impacto directo sobre los países receptores de ayuda, ya sea en relación con la apertura de mercados a sus productos, o en lo referente a la deuda externa de los países de menor desarrollo.

Otro elemento significativo es nuestro deseo de aumentar los programas de micro-crédito como instruento innovador de nuestra política de cooperación.

Tenemos que buscar una mayor proyección de España en el mundo a través de una acción cultural en el exterior que gane en eficacia. Existe una gran diversidad de actores que operan en este campo con una falta de coordinación notable.

No se trata de buscar un modelo de unificación institucional en nuestra presencia cultural en el exterior.

Pero sí es necesario llevar a cabo una política común y coordinada que favorezca la complementariedad en la actuación de las distintas instituciones.

En este marco, el Instituto Cervantes recibirá una atención especial que le permita llevar a cabo la ampliación de su despliegue en Europa Oriental y su implantación en las principales ciudades asiáticas.

Las Oficinas Consulares constituyen el escaparate por excelencia del Ministerio, por su cercanía a los ciudadanos tanto españoles como extranjeros. Por ello deben recibir una atención preferente.

A la atención centrada en las colonias de emigrantes se ha añadido en los últimos años la enorme responsabilidad y la carga de trabajo que implica habernos convertido en país de inmigración. Nuestro Ministerio deberá adaptarse ante este nuevo desafío. Aportando sus experiencias y recursos para constituirse en eje fundamental de la futura Política de Inmigración del Gobierno.

Las limitaciones para aumentar nuestro despliegue de oficinas consulares acentúan la necesidad de prestar una mayor atención a los Consulados Honorarios. En este sentido, está en estudio la modificación del Reglamento de los Agentes Consulares Honorarios de 1984.

He dejado para el final una cuestión básica que afecta a todos los demás aspectos a los que me he venido refiriendo, porque en efecto no hay un diseño de política sin la correspondiente referencia a los medios para ejecutarla.

Me refiero a la reforma integral del Servicio Exterior, cuyo lanzamiento se llevó a cabo el 24 de junio pasado mediante un Decreto que creaba una Comisión Interministerial con el encargo de elaborar un informe con propuestas concretas.

El contenido de las reformas se refiere tanto a la modernización de los medios materiales, con una especial atención a aquellos referidos a la informática y a las comunicaciones, como a la gestión del personal diplomático y no diplomático, que constituye sin duda el activo más valioso del Servicio Exterior en general y de nuestro Ministerio en particular.

El resultado deberá ser un sistema que incentive más el mérito, que busque los perfiles más adecuados para cada puesto y que acompañe las carreras de los funcionarios con un esfuerzo de formación continua.

Además de algunas modificaciones que se pueden ir introduciendo sin necesidad de cambios legislativos, el objetivo es la aprobación de una ley sobre el Servicio Exterior que reconozca y regule su singularidad.

A corto plazo, el Ministerio tiene pendiente el traslado de su actual sede a un edificio provisional en Torres ágora. Se trata de un desafío logístico de gran envergadura y pido a todos la máxima colaboración para llevarlo a cabo con prontitud y eficacia.

Termino subrayando la intención del Gobierno al que pertenezco de fortalecer el papel del Parlamento en nuestra política exterior. Ello se traduce tanto en someter a su aprobación la posible participación de tropas españolas en el exterior, como en la incorporación de parlamentarios a las delegaciones oficiales españolas en contacto con terceros países y la multiplicación de intervenciones y comparecencias de miembros del Gobierno en sede parlamentaria.

Ello se inscribe en la voluntad más amplia de alcanzar un consenso con la oposición sobre las cuestiones fundamentales de nuestra política exterior.

Es necesario asímismo desarrollar mecanismos de coooperación y un diálogo permanente con las Comunidades Autónomas. Se trata de un elemento prioritario como queda reflejado en el programa de esta Conferencia que iniciamos hoy.

Como compañero vuestro, estoy convencido de que estos objetivos son ampliamente compartidos por todos aquellos, como vosotros, que debéis aplicar sobre el terreno, a veces en condiciones muy difíciles, las orientaciones políticas del Gobierno.

Estar unidos en lo esencial nos hace más fuertes en el exterior y aumenta nuestra credibilidad ante nuestros interlocutores. Cuento, por tanto, con todos vosotros para contribuir a diseñar y ejecutar una verdadera política de Estado que esté a la altura de los desafíos de nuestra época, que sepa definir los intereses nacionales con una visión amplia y de futuro y capaz de encarnar las aspiraciones profundas de nuestra sociedad.

Os esperan unos días de intenso trabajo; tanto, que un compañero dotado de fino sentido del humor me comentó que al programa de esta III Reunión de Embajadores sólo le faltaba añadirle una tabla matutina de gimnasia para hacerlo completo, pero conociendo vuestra capacidad y dinamismo no tengo duda de que lo afrontaréis con entusiasmo y dedicación.

Por ello y por vuestra atención, muchas gracias y ¡a trabajar!

[Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, Esp, 07sep04]

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