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29abr21


Historia de una decepción: por qué el viejo socialismo no soporta a este PSOE


Todas las miradas están puestas en qué hará el votante descontento de Ciudadanos este 4 de mayo en Madrid, pero casi nadie mira qué hará el votante descontento del PSOE. El socialista de toda la vida, el del cinturón obrero, el de Felipe González, el que ya peina canas y no entiende hacia dónde se dirige su partido.

Joaquín Leguina, presidente de la Comunidad de Madrid entre 1983 y 1995 y uno de los más ilustres veteranos socialistas, le puso nombre hace unos días y sacudió los cimientos. "Antes prefiero que gobierne Isabel Díaz Ayuso a que lo haga Ángel Gabilondo con Pablo Iglesias", dijo Leguina, y lo vuelve a repetir a este diario. "En las comidas que hacíamos ex ministros, diputados y alcaldes una vez al mes antes de la pandemia, el sentir sobre este PSOE era muy parecido. Lo que pasa es que unos se animan a decirlo en público y otros no. Las encuestas dicen que 90.000 votantes de Gabilondo votarán a Ayuso. El sentimiento de rechazo al partido está ahí".

Este diario ha consultado a exdirigentes socialistas y personalidades de izquierdas para conocer los motivos de su desafección. En líneas generales, el desencanto se inicia con el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, y ya con la llegada de Pedro Sánchez se torna distanciamiento, cuando no repulsa. Las líneas maestras coinciden. El socialista veterano no entiende las relaciones del PSOE con los partidos nacionalistas en Cataluña y País Vasco, que pasaron del coqueteo de Zapatero al pacto de investidura de Sánchez. Eso, unido a la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno y su discurso incendiario en asuntos clave como la jefatura del Estado o el papel de las instituciones, a lo que se añade el liderazgo hiperpersonalista y voluble de Pedro Sánchez, ha terminado de provocar esa ruptura sentimental.

Tirar el pasado por la ventana

Leguina tiene marcado a fuego el día en que abrió los ojos con el actual presidente del Gobierno. Y eso que le votó en las primarias de 2014 frente a Eduardo Madina. Leguina le votó por amistad con el padre del hoy presidente. "Me pareció un valor emergente por el que merecía la pena apostar. Sánchez me dijo que trabajara con él, y le dije 'te escribo cosas y haz con ellas lo que quieras'. Pero al poco vi cómo gestionaba el partido y cómo descabezó la Federación Socialista Madrileña (FSM). Tiró por la ventana a Tomás Gómez de una manera innoble, con mentiras, diciendo que era un corrupto. También empleó muy malas artes con el resto de la FSM. Ese fue un momento decisivo. No volví a tener contacto directo con él".

"Si tú miras quién queda del viejo PSOE ahora, no encontrarás a casi ninguno. Todos han sido apartados o no se les escucha porque no interesa", indica Nicolás Redondo Terreros, secretario general del Partido Socialista de Euskadi entre 1997 y 2002. "Este es un proceso mucho más largo de lo que llaman sanchismo. Yo decidí marcharme en la época de Zapatero porque no compartía las decisiones de la dirección nacional y elegí salir para poder decir lo que pensaba. El precio fue quedarme sin cargo y que nadie me hiciera caso, pero no me importó. Solo he vuelto a estar en un acto del partido, el 40 aniversario de los socialistas vascos".

Redondo Terreros explica la paradoja de que en tiempos de la Transición y la primera democracia, años graves e inestables, disentir dentro del PSOE era mucho más fácil que ahora. Por eso él a finales del siglo XX estaba cómodo ahí dentro, pero tras el relevo generacional no. "Los años del felipismo fueron muy tensos y, sin embargo, se entendía que opinar distinto y debatir eran características de la socialdemocracia. Pero para disentir desde dentro hay que tener valentía. Yo creo que sería mejor para Pedro Sánchez escuchar las voces críticas ahora que cuando ya se haya marchado".

Ferraz, contra la 'gran coalición'

Redondo Terreros también experimentó una epifanía que le alejó del credo. Ocurrió en la campaña electoral vasca de 2001 y le llevó a dimitir de todos sus cargos. "Al partido le molestaba que yo hubiera impulsado un pacto PP-PSOE en el País Vasco, ya que creía que aquel PNV no estaba a la altura y se intentaba aprovechar de la situación que provocaba ETA. Que ese pacto PP-PSOE pudiera salir adelante preocupaba mucho en Ferraz, y como yo estoy dispuesto a luchar contra los demás pero no contra los de mi partido, decidí retirarme. Y nadie me lo impidió, lo aceptaron encantados porque se quitaban una molestia".

Desde entonces, Redondo Terreros ha sostenido su particular visión del PSOE: crítica, pero, tal como subraya, "siempre desde el apoyo al partido", sin respaldar postulados más tajantes como el de Leguina o el del filósofo Fernando Savater, que nunca tuvo carné del PSOE pero durante décadas fue un referente del pensamiento progresista. El pasado domingo, Savater afirmó sin ambages en una columna en 'El País' que este 4-M votará a Isabel Díaz Ayuso, su primera papeleta con el logo del PP a sus 73 años. La columna molestó profundamente en Moncloa.

"Es sabido que yo llevaba un tiempo ya sin dar apoyo al PSOE, pero, en unas elecciones tan importantes, he decidido dar públicamente ese paso", explica Savater. "Si en Madrid hay una figura independiente, con criterio y con firmeza al defender sus posturas, en lugar de alguien que sigue los dictados que vienen del Gobierno [en referencia a Ángel Gabilondo], pues merece la pena apoyarla, y da igual que sea del PP. Quizá con Ayuso se logra el giro político que logra sacar de las instituciones del país a Podemos y a ese PSOE que ha virado hacia posiciones tan peligrosas".

Savater afirma que "hay que empezar a sacudirse los complejos, uno no es de izquierda o de derecha como el que es de una filiación religiosa. Tener interés por la democracia, por el progreso y por las libertades es compatible con defender la unidad y el orden en el país, y eso no es de derecha ni de izquierda, pero por desgracia mucha gente tiene una visión infantilizada de la política, en la que si opinas algo distinto a la visión oficial del PSOE eres de derechas y a la inversa".

Savater repudia a este PSOE por tener trato preferente con Bildu, un hecho que, según el filósofo y escritor, frivoliza y falta al respeto al trauma que sufrió la sociedad vasca en los años del terrorismo. "A los que hemos pasado la experiencia del terrorismo en el País Vasco y hemos batallado para explicarle a la izquierda española que aquello no era una lucha entre izquierda y derecha, sino una lucha de los totalitarios contra las personas demócratas, nos duele ver al Gobierno pactar con Bildu y dejar que condicione la política española. Y además ver en el Gobierno a Podemos, un partido favorable al separatismo y a las tesis bolivarianas, que dice que a ETA hay que entenderla en el buen sentido de la lucha antifranquista. Esta gente no puede ser quien marque el rumbo de la izquierda". En su artículo, Savater terminaba con una frase lapidaria: "Nunca he votado al PP y me cuesta pero esta vez será Isabel Ayuso".

Juan Francisco Martín Seco fue alto cargo de los primeros gobiernos socialistas, primero como interventor general del Estado y posteriormente como secretario general de Hacienda. "Criticar a Pedro Sánchez es lo que se debe hacer cuando se es de izquierdas", dice sin tapujos. El economista fija el inicio del viraje socialista en el lejano 1986, cuando el PSOE, siguiendo al resto de partidos europeos, "cambia la socialdemocracia por el social-liberalismo".

Ese viraje alcanza su cénit décadas más tarde, con los pactos "con golpistas catalanes e independentistas vascos, que es el salto cualitativo que jamás había sucedido bajo ningún Gobierno", dice Martín Seco. "No tienen nada que ver el CiU y PNV de los pactos para gobernar años atrás que los partidos nacionalistas actuales. Son líneas rojas que se van saltando y eso no solo lo ve la gente de izquierdas, sino la sociedad entera. Pedro Sánchez ha convertido al PSOE en un partido populista que acepta una cosa o la contraria según vayan las elecciones o sus intereses políticos. Y yo en absoluto me identifico con todo eso".

Martín Seco considera que él y los socialistas críticos, a los que habría que añadir a Juan Carlos Rodríguez Ibarra o José Luis Corcuera entre otros, no son unos atormentados que sencillamente se han hecho conservadores con la edad, sino las únicas voces que se atreven a hablar en plena ley del silencio. En parte, porque ya no pierden nada en ello. "Lo que ha cambiado es el partido, no las personas que lo critican ahora", zanja el exsecretario de Hacienda.

Rechazo al líder supremo

Junto al ataque a valores que se creían inamovibles para PP y PSOE, como es defender las bases de la España democrática (jefatura del Estado, Constitución y unidad territorial), se añade en este viaje de decepciones el tipo de liderazgo de Pedro Sánchez. Nunca un secretario general socialista había acumulado tanto poder interno.

"Javier Lambán [presidente de Aragón] intenta decir todo lo que puede dentro de un orden, Emiliano García-Page [presidente de Castilla-La Mancha] también hace lo que puede…, pero son expresiones muy esporádicas, antes eran más libres y poderosas", considera Redondo Terreros. "Yo mismo fui a primarias en el País Vasco y trabajé con la persona a la que derroté, Rosa Díez. Cuanto más amplio sea el abanico de opiniones mucho mejor. Antes también el partido escuchaba a sus veteranos, se les respetaba, yo nunca dejé de invitar a Txiki Benegas a las reuniones privadas con el secretario general o con Batasuna, Arnaldo Otegi y el PNV, porque entendía que Benegas representaba el alma del partido y podía darme una visión con más experiencia. Ahora a los veteranos, si no comulgan con el discurso oficial, se les aparta".

Los díscolos critican que es Sánchez quien controla el comité federal, el grupo parlamentario, el Congreso y hasta la mayoría de órganos autonómicos, como el de la Comunidad de Madrid sin ir más lejos. "Y eso es peligrosísimo, porque decidir a golpe de primarias significa que no hay órganos intermedios, son las bases y el líder. A eso se le llama populismo. No niego que de vez en cuando hace políticas progresistas, pero aisladas de contexto", indica Martín Soto.

"Me gustaría que ganara otra gente, pero no me da ningún miedo Ayuso", remata Leguina. "Difiero en muchas cosas con el PP, empezando por el estado del bienestar, pero no difiero en lo sustancial que es la defensa de la Constitución y la democracia".

Ver a un socialista ilustre apoyar al PP en unas elecciones clave es casi surrealista en nuestro panorama político. "Mira el ruido que hizo mi columna con solo 300 palabras", dice Savater para señalar esa rareza. "Los comentarios positivos de la gente no eran por haber argumentado bien, sino que decían 'qué valiente'. Y pienso, ¿por qué valiente? En otras épocas había tipos que te podían pegar un tiro por decir lo que piensas, entonces sí había que tener redaños, ¿pero ahora, en estas circunstancias, hay que ser valiente para decir que prefieres Ayuso a Iglesias?".

[Fuente: Por David Brunat, El Confidencial, Madrid, 29abr21]

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