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14ene05
Los médicos forenses desmienten que no pueda declarar.
En la primera sesión del juicio en España por genocidio, terrorismo y torturas, el ex militar argentino Adolfo Scilingo realizó insistentes muestras de debilidad, presuntamente a causa de la huelga de hambre que dice mantener desde hace un mes, mantuvo los ojos cerrados, se cubrió constantemente la cara con las manos, y guardó silencio.
Sus únicas palabras, escuchadas por los dos agentes de la policía que lo custodiaban, fueron, dirigidas al presidente del tribunal, Fernando García Nicolás: "No grite, que me duele la cabeza".
Scilingo entró por la puerta de la sala con los ojos cerrados, cogido por los brazos de sendos policías, arrastrado y sin poder -o querer- andar, haciendo amagos de desmayarse, vestido con una campera gris y pantalones del mismo color y con unos grandes guantes de lana gris en las manos.
Los policías lo condujeron hasta su asiento, donde le acomodaron con dificultades y minutos después pidió una manta, que le fue entregada de forma inmediata, con la que se cubrió durante toda la sesión.
En palabras del juez García Nicolás cuando solicitó el informe a los médicos forenses, el ex militar dio "signos de postración, incluso en un momento se abrazó al agente que tenía al lado".
Los médicos dijeron que al llegar a los calabozos de la Audiencia Nacional, Scilingo "se ha mareado, le duele la cabeza y dice que tiene problemas con la embajada de su país. Pero está consciente, su discurso es coherente y conoce los motivos por los que se le juzga. Puede prestar declaración".
El presidente del tribunal decidió entonces suspender la sesión para que los médicos forenses le realizasen un exámen "para saber si su actitud es real o hay simulación después de que el acusado haya entrado en la sala arrastrado, sin poder andar".
En ese momento se escuchó a un asistente como público a la sala decir: "Pinochet queda chico al lado de este".
Al reanudarse la sesión, Scilingo fue introducido esta vez en la sala en silla de ruedas, cubriéndose con la manta y manteniendo los ojos cerrados.
Los médicos forenses declararon que Scilingo "presenta una tensión arterial adecuada y pulsaciones, quizás altas, pero dentro de la normalidad. Tiene un importante dolor de cabeza pero normal para su situación de huelga de hambre y por ello no quiere abrir los ojos".
De la exploración neurológica ha resultado que "sus condiciones son aceptables para estar en situación de huelga de hambre. A nosotros nos contestó con normalidad, está en perfectas condiciones de asistir al juicio. Mantiene una actitud negativa pero dentro de la lucidez. Nos ha dicho que acabará la huelga de agua cuando venga su embajada".
Preguntado por el juez si tenía limitación de movimientos, el forense respondió: "Por la mañana iba caminando solo. No está para estar en silla de ruedas".
En ese momento el abogado de la defensa, Fernando Martínez, dijo que "es posible que esta primera sesión le haya afectado más en su capacidad psíquica y prolongando las sesiones quizás fuera más consciente", y el forense intervino para zanjar: "su actitud es voluntaria, es consciente de lo que hace". El juez entonces dijo que la sala decidía la continuación del juicio porque los forenses han demostrado que tiene la capacidad de asistir al juicio.
El presidente del tribunal le leyó entonces sus derechos y le preguntó por dos veces: ¿Qué actitud va a adoptar?, pregunta que uno de los policías le repitió al oído, ante lo que Scilingo, mantuvo su silencio: "El silencio -dijo el juez- equivaje a la negativa a contestar las preguntas".
Comenzó entonces la lectura de parte de sus declaraciones realizadas al juez Baltasar Garzón en 1997 y en todo momento Scilingo mantuvo los ojos cerrados y la mayor parte del tiempo la cara cubierta con las manos que sostenían los guantes de lana.
[Fuente: Mónica Uriel, ANSA, Madrid, 14ene05]
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