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04nov02


Gracias, Monseñor.


Por Antonio F. González Pérez |*|

Después de 13 años dando clases de religión católica en un instituto público de su diócesis, me toca decir adiós, no sin antes darle las gracias. Gracias por confiar en mí en el pasado y proponerme ante la Administración como profesor, pero gracias sobre todo por desconfiar de mí (y de todo el colectivo de profesores de religión) en el presente. Ha sido esta desconfianza permanente, traducida en contratos eternamente temporales, sin garantías de continuidad y acompañada de sutiles y continuas amenazas, lo que me ha llevado a buscarme la vida en otra cosa.

Durante estos 13 años me he dedicado por entero a mis alumnos como profesor de religión, como tutor en ocasiones, y siempre como educador, en el amplio sentido del término. He disfrutado enseñando, asumiendo los retos que implica la educación en estos tiempos, reflexionando de modo permanente sobre la práctica, aportando lo mejor de mí mismo. Pero gracias a su desconfianza y a la de sus hermanos obispos me he visto abocado a afrontar mi vocación de educador desde otra especialidad diversa de la religión. Mi pasión por la educación tiene que ser compatible con mi responsabilidad como padre de tres niñas. Es por ello que durante años me he privado de vacaciones, de descanso y de sueño para sacar unas oposiciones en otra especialidad, ya que ustedes no aceptan oposiciones para profesor de religión. Hoy, por fin, encuentro la estabilidad laboral que ustedes siempre me negaron, pese a las permanentes reivindicaciones del colectivo. Me llevo conmigo las amenazas de despido y el miedo pasado. Quedan en mi cuerpo 28 días de huelga de hambre reivindicando esta misma estabilidad.

Supongo que todo esto le suena a chino, señor obispo. Ustedes no saben lo que es pagar un piso, no saben de hijos ni de números rojos a fin de mes, no saben de precariedad ni de incertidumbre, ustedes nunca han pasado miedo pensando en el pan de mañana. Ustedes oyen cosas, pero ustedes no entienden. Y espero que sea así. Porque si de verdad entienden, apelo a su responsabilidad, no ya como obispo, sino como persona. ¿Cómo tolera que en su diócesis se amenace a los profesores de religión? ¿Por qué permite la permanente incertidumbre en que vive este colectivo? ¿Por qué ha apoyado de modo explícito y claro ese contrato basura que deja a los profesores sin la protección propia que merece cualquier trabajador de este país? Seré todavía más claro: ¿cómo consiente que cada curso se reduzca horario y sueldo a ciertos profesores de religión?, ¿por qué ha cesado a padres y madres de familia simplemente porque no son de su cuerda? Sí, ya sé que nunca dicen ustedes que ése sea el motivo, tampoco suelen confesar los verdaderos motivos los empresarios sin escrúpulos y los explotadores. Hay mil razones para despedir a la gente honesta y crítica. Monseñor, el daño no es menor porque se haga sin hacer ruido, con gesto amable y con clergyman.

Me resisto a creer que su postura sea definitiva. Confío en que usted y sus hermanos obispos reconsiderarán el asunto. Espero que su sensibilidad humana se imponga sobre la insensibilidad de quien dirige una institución.

Me despido de usted como profesor de religión, pero como creyente seguiré reclamando su responsabilidad. No es suficiente tener cara de buena persona y hablar con "sensibilidad" de lo humano y lo divino. Hacen falta gestos, hechos que muestren que ustedes creen en lo que dicen. De lo contrario se constituyen en escándalo para las gentes de buena voluntad y para los muchos creyentes que les tenemos por pastores.

No hay mal que por bien no venga. Paradojas de la vida: después de lo mucho que he pasado como profesor de religión católica, hoy, al despedirme, debo darle las gracias.

(*) Antonio F. González Pérez ha sido hasta este curso profesor de religión en un centro de Móstoles.

Fuente: Antonio F. González Pérez, El País (Sociedad-Educación), 04nov02

Conflicto enseñanza religiosa - DDHH en España

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