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DERECHOS


21mar03


Gracias a Dios por la muerte de las Naciones Unidas. Su abyecto fracaso sólo nos ha traído anarquía. El mundo necesita orden.

Por Richard Perle

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El reinado de terror de Saddam Hussein está cercano a su fin. Se irá rápidamente, pero no solo: como ironía de su despedida, caerá junto con las Naciones Unidas. Bueno, no todas las Naciones Unidas. La parte de las "buenas obras" sobrevivirá, la bucrocacia del mantenimiento de la paz a bajo riesgo permanecerá, los charlatanes del Hudson seguirán con sus balidos. Lo que morirá es la fantasía de las Naciones Unidas como pilar del nuevo orden mundial. Al buscar entre los escombros, será importante preservar, entiéndase de la mejor manera, las ruinas intelectuales del engreimiento liberal de garantizar la seguridad mediante un derecho internacional administrado por intituciones internacionales.

Mientras los iraquíes libres documentan la pesadilla del cuarto de siglo del régimen de Saddam, no olvidemos quiénes mantuvieron que la autoridad moral de la comunidad internacional había de consagrarse a la súplica de más tiempo para los inspectores, y quiénes se manifestaron contra el "cambio de régimen". En el espíritu de la reconciliación post bélica que los diplomáticos promueven siempre tan entusiastamente, no debemos reconciliar la tímida y arruinada noción de que el orden mundial requiere de nosotros que retrocedamos ante Estados sin escrúpulos que aterrorizan a sus propios ciudadanos y amenazan a los nuestros.

Hace unos días, Shirley Williams aparecía en televisión proporcionando argumentos contra la coalición de quienes están dispuestos al uso de la fuerza para liberar Iraq. Decorosa, amable y de nobles intenciones, seguramente se ha posicionado en la oposición de la mano de un motivo tan convincente que ha vencido las obvias razones morales que existen para derrocar el régimen de Saddam. Para Lady Williams (y para muchos otros), el énfasis en la escala de opiniones sobre esta guerra está en la idea de que sólo el Consejo de seguridad de la ONU puede legitimar el uso de la fuerza. No importa si las tropas son utilizadas sólo para reforzar las propias exigencias de la ONU. Una voluntariosa coalición de democracias liberales no es lo suficientemente buena. Si una instituición o coalición que no sea el Consejo de Seguridad de la ONU procede al uso de la fuerza, aún como último recurso, prevalecería la "anarquía" más que el derecho internacional, destruyendo toda esperanza de orden mundial.

Esta es una idea peligrosamente errónea y que conduce, inexorablemente, a poner las grandes, y hasta existenciales, decisiones morales de carácter político-militar al arbitrio de Siria, Camerún, Angola, Rusia, China y Francia. Al enfrentarse a este argumento de que una política es correcta si cuenta con la aprobación del consejo de seguridad, cómo puede ser errónea sólo porque la China comunista, o Rusia o Francia, o una manada de dictadores de poca monta se hacen eco de este asentimiento, [Shirley Williams] cayó nuevamente en la primacía de "orden" versus "anarquía".

Pero, żes capaz el Consejo de Seguridad de garantizar el orden y salvarnos de la anarquía?. La historia sugiere que no. Las ONU surgió de las cenizas de la guerra que la Sociedad de Naciones fue incapaz de evitar. No sólo no logró confrontar a Italia en Abisinia, con lo que mucho menos -si hubiera sobrevivido a aquella debacle - hacer frente a la Alemania nazi.

En el embriagador periodo que siguió a la victoria aliada, la esperanza de que la seguridad pasara a ser un asunto colectivo se vio encarnada en el Consejo de seguridad, con resultados abyectos. Durante la guerra fría el consejo de seguridad se vio totalmente paralizado. El imperio soviético fue echado por tierra y la Europa del Este liberada, pero no por la ONU, sino por la madre de todas las coaliciones, la OTAN. Al margen de algunas escaramuzas menores y misiones esporádicas de mantenimiento de la paz, el único caso en que el consejo de seguridad actuó durante la guerra fría fue su uso de la fuerza para detener la invasión de Corea del Sur, y esto sólo fue posible porque los soviéticos no estaban en la sala para ejercer su veto. Cometieron un error que no volvieron a repetir.

Frente a las múltipes agresiones de Milosevic, la ONU no pudo parar las guerras de los Balcanes, ni siquiera proteger a sus víctimas. Fue necesaria una coalición de voluntarios para salvar a Bosnia de la extinción. Y cuando la guerra terminó, se llegó a la paz en Dayton, Ohio, no en la ONU. El rescate de musulmanes en Kosovo no fue una acción de la ONU: su causa nunca ganó la apobación del consejo de seguridad. Fue el Reino Unido, y no las Naciones Unidas, quien salvó a las Malvinas.

Este nuevo siglo se enfrenta ahora a la esperanza de un nuevo orden mundial por caminos nuevos.

No derrotaremos, no siquiera lograremos contener, al terrorismo fanánico a no ser que llevemos la guerra a los territorios desde los que éste es lanzado. Esto requirirá en ocasiones que recurramos al uso de la fuerza contra los estados que albergan a los terroristas, como hicimos al destruir el régimen talibán en Afganistán.

Los más peligrosos de entre estos estados son aquéllos que además poseen armas de destrucción masiva. Iraq es uno de ellos, pero hay otros. Toda esperanza en que se arredren a retirar su apoyo o dejen de ser santuario de los terroristas, reside en la certeza y la eficacia con que se les haga frente. El fracaso crónico del consejo de seguridad a la hora de hacer cumplir sus propias resoluciones no ofrece lugar a dudas: sencillamente no está a la altura de las circunstancias. No nos queda más remedio que recurrir a coaliciones dispuestas a hacer frente a esto. En lugar de tacharlas peyorativamente como amenaza al nuevo orden mundial, debiéramos admitir que son, en defecto de otra cosa, la mejor esperanza para ese orden, y la verdadera alternativa a la anarquía del abyeco fracaso de las Naciones Unidas.

Richard Perle es Presidente de la Junta de Política de Defensa, órgano consultivo del Pentágono.

[Fuente: The Guardian The Guardian, London, UK, 21mar03. Artículo aparecido originalmente en el "Spectator" de esta semana. Traducción al español de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor el 22mar03]

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