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01may04


50 años en la distancia y en la proximidad.


Discurso Berta Oliva de Nativí del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras en el 50 aniversario de la Huelga de 1954.

Hace 50 años yo no existía como persona consciente de mis derechos, deberes y responsabilidades.

Nací distante a este escenario, sin saber las vueltas de la vida.

La escuela me habló de la huelga del 54 en Olancho, el colegio me presentó en Tegucigalpa ante la prisión verde y el amor me reunió con Tomás Nativí en El Progreso.

Tomás fue un hombre que nació y creció en el movimiento social y político que comenzó aquí hace 50 años.

Con él aprendí la fuerza de la vida, de la justicia y la lucha política. Por él estoy aquí, pudiendo haber estado en otro lado.

Además de su sangre derramada por la intolerancia del sistema, el camino de Mayo está sembrado también de víctimas, de sobrevivientes y héroes.

Tomás Nativí, entre varias decenas de hombres y mujeres que forman parte de esta historia, es víctima, sobreviviente y héroe.

Pero el relato de los acontecimientos incluye el heroísmo y la traición, la sagacidad política y la ingenuidad, la transparencia y la manipulación, la solidaridad y la corrupción, la negociación y la represión, el gremio y el país, la visión del momento y la de largo plazo, la imaginación y el realismo; la esperanza y la desolación.

Nunca en tan poco tiempo se vivió tan intensamente la historia como hace 50 años.

Aquí está marcado el heroísmo de miles de hombres y mujeres que aguantaron el hambre sin desmayo; la traición encarnada de Manuel de Jesús Valencia y todos sus sucesores.

Aquí está la memoria de la sagacidad política de quienes fueron organizando el paro con el tacto de un relojero; la ingenuidad de los líderes del primer Comité Central de Huelga (CCH) cuando cayeron en la emboscada de La Lima; la transparencia de los primeros negociadores que consultaban a las bases...

Está aquí la manipulación de los ejecutivos de la Tela que movían a su antojo todos los resortes del poder servil; la solidaridad de los obreros que incluso llegaron a compartir sus alimentos con los soldados que los vigilaban, abandonados al mismo sol e indigencia.

Aquí está el recuerdo del propietario de un hotel de esta ciudad que cedió el primer piso para oficina de los huelguistas; la corrupción de jefes policiales, políticos, diputados, periodistas y presuntos dirigentes populares que soñaban con formar parte de la "zona americana" y de su "comisariato" nacional.

Aquí fue el escenario de la negociación extenuante de las 33 demandas originales de los huelguistas que terminaron siendo menos; la represión de Lozano y Gálvez, y de los matones de la "compañía", los Pinel, los Osejo, los Galeano, reforzados con tropas de la escuela militar llegados de Tegucigalpa.

Aquí se aprendió el realismo de saber que no todos los "amigos" eran amigos, como algunos enviados del Partido Liberal o de la FEUH.

También se aprendió aquí la desolación de confirmar que cuando las luces de la protesta se apagaron, los racimos seguían ahí, esperando satisfacer el apetito de un "norte" opulento y brutal.

Hoy el país nos llama aquí a ser consecuentes en la unidad, coherentes en la acción, creativos en la propuesta y fuertes en la demanda.

Vivimos momentos difíciles, muy similares a los que rodearon los hechos y acontecimientos de hace 50 años.

Los ojos y orejas del poder hegemónico siguen siendo como antes. Sólo han cambiado sus caras, pero los métodos son los mismos.

Control de la prensa, impunidad en los tribunales, armas ilegales en las calles, lacayos en los tres poderes, un ejército y una policía a su servicio y de espaldas al pueblo.

Vale festejar estos 50 años, pero más vale estudiar la plenitud de su vigencia, porque está llena de lecciones a la espera de ser analizadas.

¿Cuál fue el papel de la prensa, a favor y en contra?, ¿cómo fue la metodología de la traición y su seguimiento entre los trabajadores?, ¿qué manifestaciones culturales de resistencia creó o potenció?, ¿qué aportó, qué ganó y qué perdió la mujer en el movimiento?, ¿qué significó la ausencia de un proyecto político y de país en el resultado final?, ¿qué implicó la huelga para la evolución de la izquierda y la derecha en el espectro político?, ¿qué tipo de sindicalismo hizo nacer?, ¿es el punto de partida para el concepto de ciudadanía que hoy se maneja?

Como ha escrito el periodista Manuel Torres, cuyas ideas he tomado prestadas, da pena el retraso, porque son tantos temas para tan variadas disciplinas: cine, teatro, novela, música, ensayo, etc

Pero quizá 50 años después ya podamos admitir que la huelga no sólo fue un éxito para los trabajadores hondureños sino también para la compañía bananera.

También podemos decir que sólo el rescate a fondo de su memoria histórica podrá separar el agua del aceite y evitar que mientras algunos celebremos en público el aniversario, otros lo hagan en privado, frotándose las manos y sacando lustre a sus condecoraciones por "méritos a la patria".

Aquí hace 50 años el protagonista fue el pueblo, la gente curtida de injusticias, y eso es excepcional.

Aquí desfilaron en dos meses todos los elementos políticos, sociales, económicos y culturales que marcan el transcurrir de Honduras. Fue, digamos, un resumen del pasado y un anticipo del futuro.

Hoy desfilamos nosotros para cantar la canción de los hombres y mujeres que no hemos perdido la esperanza, como diría el poeta Mario Hernández Aguirre, en honor a "los hombres de sombrero de paja que levantaron los brazos".

Que levantaron los brazos y que les bajaron los brazos. Porque el balance de la huelga bananera confirma que, como toda gran gesta, termina sacrificando a sus protagonistas directos para dar paso a la historia.

Muchos de sus líderes pagaron un alto precio personal por su honestidad y quizá para la gran mayoría de los trabajadores las plantaciones siguieron siendo una prisión verde, pero a Honduras le cambió el pulso.

El Progreso, Yoro, 01 de mayo del 2004.


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